Traiciones o Fraudes y Nunca Debió Aceptar
- Traiciones o Fraudes.
- Nunca Debió Aceptar.
Por Rafael Loret de Mola
Sólo le falta a peña “privatizar” el aire infectado que se respira en las urbes principales de nuestro México. Todo los demás elementos de la naturaleza han entrado a la subasta: el fuego de las refinerías puestas en manos de estadounidenses sobre todo; la tierra que es dominada por las colonias de extranjeros que gozan de nuestras playas y de los mejores sitios en las ciudades y los pueblos mágicos; y ahora el agua cuyo uso se privatiza al abrir trescientas cuencas –de las 750 que existen-, para robarles a los pueblos indígenas y a millones de mexicanos la posibilidad de contar con ella en beneficio de las trasnacionales cómplices. ¡Maldita sea la hora en que fue elegido peña como presidente!
Y lo decimos a cuarenta y ocho horas del fin de las campañas por la Presidencia de México y cuando los electores ya definieron sus votos sin necesidad de los tres días destinados a “la reflexión”, uno de los absurdos de la ley electoral, así como el hecho de tener que esperar, ¡cinco meses!, en la ambigüedad política antes de la toma de posesión del nuevo mandatario. ¡Cuánto tiempo para preparar manifestaciones, marchas, rebeliones, más violencia y un estado de sitio, si se da en este caso, conveniente para la clase política en el poder!
De hecho, la campaña por terminar -¡gracias a Dios!-, ha sido signo de lo que representa el peñismo: violencia,, sobre todo, inseguridad financiera con la volatilidad del peso, y permanentes saqueos contra el patrimonio de los mexicanos. Tal fue el signo de la ominosa reforma energética –votada por el PRI y el PAN, incluyendo el hoy candidato Ricardo Anaya Cortes, quien cínicamente pretendió deslindarse para colocarse la aureola de santo político antes de ser crucificado por sus mentiras-, y ahora el de la vergonzosa privatización del agua, en tiempos electorales, efectuada entre las tinieblas de un régimen entreguista, malhadado y terriblemente demagogo.
Un gobierno, sí, que NO merecemos los mexicanos y debe ser desterrado para siempre, no sin castigo para los principales predadores, no sólo peña sino sus secuaces principales, desde Videgaray y Osorio hasta Meade y Rosario Robles pasando por Gerardo Ruiz Esparza y otros “ministros” más, sobre todo los responsables de los seguridad nacional, en este momento Navarrete Prida, Salvador Cienfuegos y Vidal Soberón. De hecho, todos aquellos que han cursado por este régimen fracturado y condenado, desde ahora, por los mexicanos y, muy pronto, por la historia.
Sí, al señor peña, para que sea espejo fiel de Antonio López de Santa Anna, sólo le hace falta cobrar por el aire y darle la concesión a alguna empresa trasnacional dedicada a la venta de ventiladores o enfriadores que calan hasta los huesos cuando más allá de las ventanas el calor natural quema la piel. López de Santa Anna, recuérdese, decidió imponer tributos por cada ventana colocada en las casas; y algunos las tapiaron para ahorrase la afrenta a cambio de la asfixia personal. Así estamos hoy, sin poder respirar ante los golpes enajenados de las tribus oficialistas que esperan aún tener espacio para meter las manos en los comicios del próximo domingo.
A ellos les decimos que tengan cuidado porque no aceptaremos manipulación alguna por parte del INE ni la menor afrenta contra la dignidad general.
La Anécdota
A sólo poco menos de un semestre de distancia del fin de su gobierno, enrique peña, agobiado, lanzó una sentencia con mucho de reproche para la sociedad mexicana:
–¡Si supieran qué difícil es ser presidnte!
Lo dice por su evidente incapacidad para conciliar los intereses colectivos –su deber primigenio- y las presiones de sus cómplices, sobre todo los del exterior, cuya ambición no tiene límites, lo mismo que los de la putrefacta clase política contemporánea. En este país la desigualdad de clases se tornó en un abismo en donde perviven en la cañada los miserables –los más-, y se protegen en las cumbres los ricachones con grandes extensiones.
Y no es burla del destino sino consecuencia de una fatal ausencia de valores.