Rafael Loret de Mola – Terror: Gran Negocio
- Terror: Gran Negocio
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Por Rafael Loret de Mola
No es sólo el petróleo sino el poder de éste hacia el futuro inmediato. Nadie ignora que los Estados Unidos cuenta con las reservas más altas del mundo pero las quema escasamente optando por “comprar” o hacerse del crudo de otras naciones para subsanar su demanda, igualmente la mayor del universo. Esto es: conserva lo propio para asegurar, con ello, su propia hegemonía durante un siglo o más de acuerdo a los yacimientos que vayan descubriéndose en Medio Oriente o al sur de sus fronteras. En ello estriban, en el fondo, las controversias bélicas que azotan al mundo y enervan a los terroristas del Islam hasta el grado de convertirse en modernos “kamikazes” como sucedió recientemente en París la terrible noche del viernes 13 de noviembre pasado.
Se ha discutido, y mucho, sobre los orígenes del mal y las responsabilidades de los grupos en pugna a lo largo del planeta, no sólo en Medio Oriente que parece ser el enclave más conflictivo si bien no el único. Desde la fundación del Estado de Israel, en 1948, como consecuencia inmediata de la derrota de la Alemania nazi, no han cesado las confrontaciones de diversos tonos por quienes se sintieron ultrajados al ser obligados a ceder parte de su territorio para entregárselo a la nueva potencia de la región que se erigió como tal en un parpadeo gracias al apoyo incondicional de los vencedores de la segunda contienda universal.
No podría pensar cómo actuarían los nacionales de cualquier país, incluso los mexicanos, si por decisión de otros debiéramos perder parte de nuestro suelo para entregárselo a un pueblo sin territorio pero unido por la religión y las disputas extremas entre semitas y antisemitas, una discordia que lleva siglos, desde siempre diríamos –recuérdese la expulsión de los judíos, llamados sefarditas, de España bajo el reinado de los Reyes Católicos por la ambición de éstos y las riquezas de aquellos en los tiempos del “encuentro” entre dos mundos-, y parece interminable, explosiva y una especie de falla histórica –como la física, de San Andrés- que provoca los más severos movimientos telúricos de la política internacional.
Tal es el caso que las Naciones Unidas, surgida igualmente de la devastación de la guerra, no ha sido capad de intentar entender las profundidades de dos culturas encontradas si bien ello, jamás, podría justificar los excesos dictatoriales y el trato desigual por cuestiones de género, derechos que son implícitos de la humanidad más allá de los fanatismos extremos. Una cosa es la idiosincrasia, la forma de ser y entender de cada pueblo, y otra la inmisericorde explotación entre los seres racionales bajo el flagelo de dogmas anquilosadas y superadas por todo concepto de civilización. Por ejemplo, es moralmente imposible tolerar la esclavitud en cualquiera de sus formas; pero a ningún país le ha sido dado el derecho de imponerse por la fuerza si pretexto de modernizar a otro.
Debiera ser ésta una cuestión determinada por los consensos universales, con inclusión de quienes sufrirán las consecuencias y no de la segregación de los mismos de los foros internacionales, para darle valores éticos generales con profundo respeto a las costumbres, tradiciones y, sobre todo, a las distintas creencias religiosas que tantas veces dividen en vez de unir los espíritus en torno a la misma visión sobre los seres de luz y el destino mortal de los hombres esperanzados en seguir existiendo de acuerdo a los cánones de sus respectivas iglesias. Siempre he pensado que el miedo a la muerte es el elemento crucial sobre el cual se basa el principio central de la fe en distintas versiones: la vida eterna. Pero tal tema sería inacabable en una discusión entre dos, no digamos entre miles o millones.
La realidad nos indica que vivimos bajo el brutal peso de la incertidumbre. Hay quienes esperan el apocalipsis de una tercera guerra mundial; otros, en el extremo contrario, consideran cualquier cita al respecto como un panfleto anarquista destinado a sembrar más inquina en las sociedades; y algunos más se sitúan en el punto medio, esto es sin dar razón a algunos de los bandos enfrentados –sean el Estado Islámico o Francia, cuyos jefes alegan haber sido agredidos primero sin considerar sus respectivas incapacidades para dialogar y resolver las cuestiones que los radicalizan optando por el flagelo delas armas y el terror-, porque de cada uno, y de todos, es la culpa por el estado de cosas y el miedo extendido por cada rincón de la geografía mundial. No sólo arde París.
En México, por ejemplo, en donde parece no pasar nada aunque se incendien los grupos y las entidades bajo las afrentas de un gobierno insensible y negligente, por decir lo menos, cuyas acciones aportan más y más cadáveres que la pila de víctimas en la Ciudad Luz que quedó en penumbras, la ciudadanía despierta y con ello la administración tiene ya un contrapeso serio aun cuando no quieran sentirlo ni verlo así los desparpajados miembros de la clase política y, en especial, el presidente peña nieto quien parece dormir el sueño de los pecadores –no el de los justos-, antes de tiempo, en vida todavía.
Más allá del horror de la economía agónica –para 2016, fuera del optimismo de luis videgaray caso, secretario de Hacienda, se espera una depauperación mayor aunque los privilegiados puedan asistir, en noviembre, a otro Gran Premio con localidades a precios estratosféricos-, y de las constantes afrentas contra una población en estado de indefensión, el temor se concentra en la posibilidad, real y cercana, de que el terrorismo también nos alcance como puerta de acceso que somos, por desgracia, a la odiada potencia del norte, numen de los empeños belicosos por el imperativo de acelerar y asegurar la industria armamentista. Sin guerras, la economía estadounidense se vendría a pique. Esta es la verdad que se calla ominosamente.
En este punto, el derribo de la razón para dar paso a los intereses mercantiles, por ejemplo con el “acuerdo transpacífico de cooperación económica” que nos resta toda soberanía, termina con las fronteras y posibilita la silenciosa conquista a favor de los fuertes y sin rectorías nacionales por defender. De allí, el centro del debate sobre la reforma energética, y las demás, elaboradas para rendir pleitesías a las potencias situadas más allá del Bravo y hacia el norte, y nunca para preservar los intereses generales, esto es de los mexicanos.
El paso a dar por los subversivos para alcanzar el grado de terrorista es más sencillo, mucho más, que lanzar candidaturas independientes ganadoras –en ocho de doce entidades en donde habrá elecciones de gobernador en 2016, van arriba éstas aun cuando no se han definido quienes habrán de alcanzarlas-; y en México existen, de acuerdo a estadísticas de la Secretaría de la Defensa Nacional, más de cien grupos armados en veintidós distintas entidades; sólo nueve y el Distrito Federal, en apariencia, están exentas. Nada halagüeño para fines de paz social y edificación de nuevos valores.
Mientras, el mundo vive su enésima crisis y con no pocos esperando el cataclismo. Espero que esto no llegue a consumarse porque sería brutal tanto desperdicio existencial a cuenta de los bárbaros que pueblan las jefaturas de Estado y consideran tener el derecho de extinguir cuanto quieran en aras de falsos nacionalismos, tantas veces contrarios al humanismo en sí, que sólo ellos valoran e imponen a los gobernados bajo el peso de una terrible, sofocante pero efectiva manipulación.
Los ciudadanos del orbe ni siquiera contamos salvo para el recuento de víctimas. El balón es la ambición de cada jefe de Estado, de uno y otro lado, y el juego diabólico es la guerra, siempre injusta y brutalmente contraria a los seres racionales. Ni las bestias se agreden como lo hacemos quienes, se supone, pensamos. Esta condición no puede preservarse; no más. Sobre todo porque la gran conciencia universal está a favor de la paz, de la reconciliación, de la civilización y no de la destrucción.
¡Exiliemos del poder a quienes no entiendan esta premisa! ¡Forcémosles a renunciar a prerrogativas que sean opuestas al clamor por la supervivencia! Ningún mandato, democrático o no, puede ir contra el instinto básico de preservarse. ¡Entiéndalo así quienes reniegan y ofrendan lo que no es suyo!
Debate
México, desde siempre e incluso antes de su creación como nación independiente –antes este suelo fue dividido por los pueblos de Mesoamérica y después fue llamado Nueva España en la entronización bárbara del virreinato-, ha sido sitio estratégico no sólo por su privilegiado ámbito –rebosante de riquezas en el subsuelo y poseedor del mejor clima del mundo aun al final del otoño y en invierno-, sino igualmente por poseer la frontera más transitada del mundo –tres mil 185 kilómetros-, precisamente con la mayor potencia militar y financiera de todos los tiempos. Ha sido una enorme proeza cívica conservar soberanía y dignidad, muy a pesar de los gobiernos entreguistas y cobardes.
Esta situación nos convierte en un enclave ideal para el paso de los terroristas, ahora englobados en el ISIS o EIIL –Estado Islámico de Irak y Levante-, dispuestos a vengar cada muerte de los suyos y también de los inocentes –niños en su mayor parte- bajo los bombardeos incesantes y los repetidos genocidios por parte de distintas naciones, Rusia, Estados Unidos y ahora Francia, además de muchas otras como Inglaterra e incluso Bélgica y España. Las respuestas del terror son, en realidad, las de quienes debieron radicalizarse para tratar de frenar la oleada de ambiciones sin nombre. No los justifico, los entiendo.
Dijéramos que algo similar sucedió con los llamados “autodefensas” en Michoacán, hastiados de carecer de autoridad para repeler a los mafiosos, primero, y al ejército desbordado, después, en pleno pulso por ganar el territorio y convertir en botín cada parcela. Hasta hoy los iniciadores permanecen en la cárcel mientras otros, obviamente tutelados, continúan masacrando inocentes como sucedió en Apatzingán o Tanhuato, además de Tlataya, en el Estado de México. (Es increíble que haya sido postulado para Ministro de la Corte e abogado Alejandro Jaime Gómez Sánchez, procurador mexiquense en el último año y un poco más, pese a los desaciertos evidentes de su accionar en el caso precisamente de Tanhuato en donde la disputa era por los 800 millones de dólares en efectivo “almacenados” en una casa de seguridad en San Pedro Limón. Hasta la fecha nadie, mucho menos el titular de la Defensa Nacional, han dado cuenta de esta onerosa cantidad que no sabemos entre quienes y cuantos fue distribuida).
La Anécdota
Entre los polacos hacinados en los ghettos de Varsovia, en la segunda guerra mundial, solía hacerse una vergonzosa distinción entre los católicos que eran ignorados y los judíos enviados a los campos de concentración nazis meses después de su confinamiento urbano:
–A ver, haz la señal de la cruz –exigían monjas y sacerdotes para descubrir quiénes de los niños eran judíos, condenando a éstos sin remedio-.
Esta escena se repite hoy entre los ciudadanos de origen árabe en algunas ciudades de los Estados Unidos; y a ellos se refirió el Papa Francisco para sentenciar, enérgico:
–Jamás será justificado reprimir o hacer la guerra en nombre de Dios.