Rafael Loret de Mola – Tamaulipas se Muere
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Por Rafael Loret de Mola
Termina abril. Veintinueve meses de ejercicio del señor peña nieto quien, tras dilapidar su capital política, enfrenta el rechazo del 85 por ciento de los mexicanos con el más bajo nivel de aceptación de los sexenios predecesores; esto es, digamos arrancando en la primera gestión sometida a esta medición. Cuando calderón se fue –a volar por el mundo y en primera clase como demuestra reciente gráfica contradiciendo la demagógica anterior en la que se observaba en la “económica” como una aportación proselitista a favor de su querida “Cocoíta”, candidata panista al gobierno michoacano por segunda vez-, creímos que habíamos tocado fondo… pero la caída desde la peña de Atlacomulco ha resultado bastante más pronunciada.
Si calderón nos legó una guerra inútil –cien mil muertos sin que se lograra el objetivo de disminuir las “exportaciones” de drogas al gran mercado del norte en un solo gramo-, una farsa montada con la perversidad propia de los guardianes de las barras y estrellas, peña nieto ha acrecentado el conflicto hasta dimensiones imposibles de prever hace apenas tres años: cuando menos, la tercera parte de las entidades del país viven bajo el caos, tres de ellas son ingobernables en sentido institucional –Michoacán, Tamaulipas y Guerrero-, y veintidós en total deben pagar una suerte de alcabalas a los grupos criminales filtrando nuestros impuestos. Es decir, en buena medida, la mayor parte de los mexicanos sostiene a los cárteles y los provee de fondos amén de cuanto éstos obtienen de los ayuntamientos tomados, de facto, por las mismas bandas. ¡Y se culpa de ello a los infelices policías municipales!
Considerando lo anterior, cuanto sucede en Tamaulipas, acaso mantenido en segundo plano por la efervescencia de las masacres en Guerrero, Michoacán y el Estado de México –Tlatlaya, no lo olvidemos-, es de tal nivel de aberración que supera cualquier inclinación por la ficción. Allí, un hermano traiciona la memoria de otro, cae rendido por cobardía ante los capos y los cárteles, deja el territorio de su entidad en manos de los mismos y negocia con el gobierno federal una estrategia para aparentar que los operativos permanecen dándose el lujo de exhibir que las matanzas recientes así lo demuestran. Falacias criminales bajo el sello más acreditado de la impunidad. Para eso se le “regaló” a Egidio Torre Cantú una gubernatura: para que dejara “trabajar” a los infames sobre la sangre derramada por Rodolfo, su cófrade, sacrificado violentamente en las afueras de Ciudad Victoria seis días antes de los comicios estatales de 2010. El próximo año, Egidio se irá con las manos llenas de dinero mal habido y de sangre, la misma que la suya por cierto, como baldón indigno para quienes vienen detrás de él.
Todos los hechos le comprometen, sobre todo la evidente desidia por esclarecer el magnicidio de su hermano descubriendo a quienes, desde el poder, se olvidan de sus grandes iconos con tal de evitarse problemas. Los panistas, por ejemplo, durante doce años en la Presidencia, fueron incapaces siquiera de comenzar indagatorias serias sobre las muertes “accidentales” de Manuel Clouthier del Rincón y José Ángel Conchello, entre otros, ni supieron cómo enfrentar los bárbaros atentados contra Ramón Martín Huerta, Juan Camilo Mouriño Terrazo y Francisco Blake Mora, derribados a mansalva y concluidos, para el papel, como simples accidentes aéreos desgraciados. ¡Mentiras!
¿Y la izquierda en sus distintas acepciones? Pronto se olvidaron de los más de 600 líderes sociales de su filiación sacrificados durante los sexenios ominosos de miguel de la madrid y carlos salinas de gortari. Y no se diga algo sobre los crímenes de Román Gil Heraldez y Francisco Xavier Ovando Hernández, los grandes operadores del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas durante su primera incursión como candidato presidencial, caídos a unos días de las elecciones fraudulentas de 1988… bajo el auspicio del nauseabundo manuel bartlett a quien algunos insisten en darle una “segunda oportunidad” alegando que lo trascendente es “unir” incluso a los criminales. En esta línea, que se otorgue el mismo privilegio a Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera, vendido por sus antiguos colaboradores –Ismael “El Mayo” Zambada y Juan José Esparragoza Moreno, “El Azul”-, aprovechando todo el potencial perdido para destinarlo a la defensa de la soberanía nacional. “Es de sabios cambiar de opinión”, ¿no creen?
Lo de Tamaulipas es la parodia sangrienta más delicada en el país. Todos los días las matanzas siembran el terror e inhiben cualquier actividad política y ésta, por cierto, depende del aval no de los partidos, pese a la consabida “partidocracia”, sino de los cabecillas de los “Zetas” y el cártel del Golfo cuyos emblemas están pintados por algunas de las ciudades fantasmas, como Mier, en donde sólo subsisten las tiendas Oxxo porque los habitantes han emprendido un éxodo apresurado hacia los Estados Unidos. ¡Y todavía la secretaría de Turismo, en donde no se observa más lejos de las pasarelas de la moda, sigue considerando “pueblos mágicos” donde sólo es atractiva la violencia.
Me imagino que se venderá a los turistas la posibilidad de observar –y sufrir en carne propia- los efectos de los tiroteos así como cuando Villa y Orozco tomaron Ciudad Juárez, pese a la negativa de Madero, en 1911, y cientos de texanos se concentraban en las azoteas del Gran Hotel de “El Paso”, Texas –hoy Camino Real, único de esta cadena en el extranjero por cierto-, para tomar bebidas finas y un buen “ambigú” mientras los revolucionarios se mataban al otro lado del Bravo. La guerra en vivo para deleite de los trastornados. Algo así como un “Call of Duty” real con una centuria de por medio. Las mismas líneas. Menos mal que, entonces, el dictador Porfirio Díaz renunció como consecuencia de ello y se marchó al exilio… por si queremos un precedente.
En el México de hoy, en cambio, nadie se entera, ni el infeliz gobernador Egidio, de cuanto sucede frente a sus narices. En los últimos días los tiroteos, bombazos, atentados, se han recrudecido en Altamira, Tampico y Ciudad Madero –el antiguo feudo de Joaquín Hernández Galicia, “La Quina”, el cacique petrolero quien, cuando menos, no se hubiera dejado de cuantos proveen el escenario del estado “fallido”, ideal para el gobierno de Washington-, como respuesta a las capturas de algunos de los capos del cártel del Golfo y los “Zetas”.
Es evidente el estado de “ingobernabilidad” cuya causa principal fue la fútil idea de convertir a Egidio en candidato en los días previos a la jornada comicial de 2010, sólo porque pronunció un dolido mensaje sobre el cadáver de su hermano durante las exequias de éste. Pidió justicia y le entregaron todos los elementos para hacer del silencio su mejor botín; y así le traspasó el poder Eugenio Hernández Flores, el ex mandatario señalado por tolerar la exaltación de los grupos criminales a base de extorsiones millonarias y sin ser motivo de indagatoria alguna como en tantos otros casos de mandatarios –incluyendo a sus nefastos predecesores Manuel Cavazos Lerma y, sobre todo, Tomás Yarrington Ruvalcaba, prófugo el segundo de la justicia y consejero priísta el primero sin cargos por el momento-, en estado de protección “institucional”. El más reciente de la lista es el criminal ángel aguirre rivero por cuya mente enferma pasó la idea de retornar al gobierno de su mancillada entidad, Guerrero.
Todos ellos, sí, son peores a los ex gobernadores consignados, Mario Villanueva Madrid, acusado por proteger al cártel de Amado Carrillo Fuentes y confinado aún en Nueva York, luego de ser extraditado servilmente por nuestro gobierno; y Andrés Granier Melo, de Tabasco, preso en Tepepan a la espera de ser trasladado a Villahermosa, luego de ser detenido en junio de 2013 en Reynosa, Tamaulipas, un buen refugio entre los grandes del crimen.
Mientras tanto, el sufrimiento de los tamaulipecos no tiene límites. Unos, en el exterior, reclaman su derecho a regresar con garantías de seguridad para los suyos y sus empresas; otros, no saben cómo salir del círculo infernal en donde los han aprisionado. Todos, en fin, exigen la cabeza de Egidio siquiera para mitigar sus angustias y la sed de justicia. Pero no. Quizá se espera que ocurra otra masacre como las tantas veces citadas de Tlatlaya, Iguala y Apatzingán, para proceder a “negociar” el retiro del personaje antes de las elecciones del próximo año siguiendo el síndrome aguirre rivero y en plena y total debacle de valores.
Mientras tanto, nuestro Tamaulipas –yo nací en Tampico en la Beneficencia Española para más señas, en 1952-, hierve de dolor, de ira y desesperanza. Es quizá el escenario ideal para quienes están preparados para exaltar el desastre y poder intervenir en México con el aval de las Naciones Unidas. A este despeñadero –un término que sirvió para lanzar mi libro así llamado en 2012- nos ha arrojado la mayor corrupción de que se tenga memoria.
Debate
La defensa de la libertad de expresión de Carmen Aristegui no es asunto cualquiera ni debiera ser desfogue para exaltaciones partidistas. Nos va en ello, el derecho de todos a expresarnos sin necesidad de inclinar la cabeza ante los patrones intocables en maridaje con el poder público; lo de menos es cuanto toca a las simpatías que se le atribuyen a la conductora a favor de ciertos personajes cuyos perfiles dividen a la sociedad mexicana.
De manera insólita, le fue denegado un Amparo ya otorgado para darle la razón a la postrada Multivisión a la que insisto debemos boicotear severamente; insisto: es absurdo regodearse de la supuesta caída de Carmen –no lo será nunca porque crecerá más que nunca-, bajo las tibiezas de las antipatías personales a cuanto podría representar en un examen superficial de su perfil. En lo personal, lo he dicho y lo sostengo, estoy de su lado porque cualquier otra cosa sería como inducir mi propio suicidio profesional, además de que perviven en mí más las simpatías por su labor sobre las heridas menores fincadas en nuestras diferencias.
El duelo entre una justicia contaminada, dependiente de las consignas del Ejecutivo y sus cómplices, contra la libertad de una comunicadora cuya credibilidad está por encima de la empresa que tantos réditos obtuvo por el trabajo de ella, no admite más réplica: debe imperar la libertad no las interpretaciones legaloides sesgadas. Es tan obvio que lastima puntualizarlo en un país en donde se han perdido de vista los derechos fundamentales de los seres humanos.
La Anécdota
Cifras del gobierno: ciento y un funcionarios han sido “castigados” por corruptos, con multas que suman veintidós millones de dólares, por el gobierno mexicano y antes de entrar en vigor la ley “anticorrupción” que, de pasar a la praxis, pondría en primera línea al actual depositario del Ejecutivo federal. ¿Mucho o poco? Por desgracia, los filtros no han sido superados por los burócratas de medio pelo mientras los de alcurnia ni siquiera se preocupan ni despeinan. ¿O acaso ya se abrió alguna investigación sobre la gestión del deplorable ex procurador general, Jesús Morío –Murillo- Karam, cuyos saldos fueron desastrosos? No lo hará, seguro, Arely Gómez González Blanco, cuyo hermano Leopoldo, vicepresidente de noticias de Televisa, le cuida las espaldas.
Todo esto me recuerda a Walt Disney y su célebre cinta: “Ciento y un dálmatas”, en donde los perritos actúan mejor que sus dueños. ¿No será un símil indiscutible de cuanto pasa en los corrillos de la vida pública del país? Los perros lamen y son encerrados; los amos se dejan lisonjear y convierten a la corrupción… en flamante secretaría de Estado, por supuesto intocable. Me quedo con la cinta del gran Walt.