Rafael Loret de Mola – ¿Sirvió a Políticos?
*¿Sirvió a Políticos?
*Desagravio al Estado
*Morena, las Síntesis
Por Rafael Loret de Mola
La turbia imagen del presidente peña nieto, con la lengua de fuera y los ojo abiertos –como si fuera ajeno a la contrición que exige la doctrina católica-, comulgando a través de uno de los co-celebrantes en la Misa Papal, esto es cual si fuese posible desprenderse de su condición de jefe de Estado para aparentar ser un feligrés –eso sí, privilegiado, como el pecador gobernador de Zacatecas, Miguel Alonso Reyes, marcó, sin duda, el gran diferendo entre conservadores y liberales en ausencia de señalamientos contra los pederastas, la negligencia tortuosa en el crimen contra el Cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo y el uso del erario para costear los gastos de uno de los jerarcas mundiales con mayores disposiciones en el mundo. No es crítica agria sino repaso de hechos.
Ahora debieran darse las explicaciones, a cinco días de la partida del Papa Bergoglio y sus constantes señalamientos hacia la postración de un pueblo y la mala dirección espiritual de las jerarquías católica de México, sobre las razones que impulsaron a la recepción en Palacio Nacional al Pontífice bajo el baladí argumento de que se trataba de un jefe de Estado cuando bien sabemos que sólo por sus atuendos, sotanas, capelos y cintas, la presencia de cardenales, obispos y del propio Sumo Pontífice jamás dejó de ser un movimiento en el ajedrez de la Santa Sede. Y todo ello a unos metros en donde vivió y murió el gran Juárez, el reformador quien impulsó la separación de la Iglesia y el Estado.
Desde ahora, las interrelaciones serán distintas, tanto que resultan contrastantes. En 1979, tras el primero de los periplos de San Juan Pablo II por nuestro país, el entonces secretario de Gobernación, se opuso airadamente a cualquier intento o iniciativa que llevara a una reforma al artículo 130 y a la consiguiente normalización de relaciones entre México y El Vaticano:
–De suceder algo así –le comentó a quien fungía aún como Delegado Apostólico y no Nuncio, Girolamo Prgione Pozzi-, bajaría de este despacho y me sumaría, en la calle, a la protesta para encabezarla.
Tiempo después, cuando carlos salinas vendió su alma impía en busca de una redención con cariz de simulación, quien desempeñaba la función de responsable de la política interior, el “legendario” Fernando Gutiérrez Barrios demostró su franca antipatía por la reforma emprendida dada su formación liberal y antirreligiosa, acaso como efecto de su admiración por dos figuras centrales de la historia: Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles, jacobinos in extremis y responsables, por el bando oficial, de llevar las cosas hasta un punto de desacuerdo máximo, expulsando al Nuncio, rompiendo relaciones con la Santa Sede y forjando, con el enfrentamiento entre dos fanatismos, la brutal Guerra Cristera que dejó un saldo abominable de más de 200 mil muertos. No fue, en sí, una persecución religiosa sino un bárbaro enfrentamiento entre dos posturas políticas alentadas por quienes desempeñaban el mando del gobierno y de la Iglesia.
No hablamos de cualquier cosa. En lo personal, me sorprendió cuando visité Tierra Santa en el 2000 observar la Vía Dolorosa rebosante de mercaderes; dudé más que la fe intrínseca, sobre todo porque es difícil asimilar la violencia sorda y permanente, desde hace setenta años, en la región desde donde se predica la paz y explica la tradición que allí nació “el Salvador” justo enfrente del templo edificado para honrar el advenimiento de David quien condujo el rebaño de Israel durante horas aciagas. ¿Una de tantas coincidencias guardadas como misterios por los historiadores eclesiásticos?
Curiosamente, las naciones con un mayor número de católicos viven una fuerte división ideológica, lo mismo en Brasil o España que en México. En nuestro gran país podemos cortar el aire de la intolerancia mutua entre quienes veneran la figura de Francisco y cuantos siguen reprochándole –no sin razón- por los agravios cometidos por pederastas con sotanas y por Obispos ladrones, como en el caso de Onésimo Cepeda Silva, el representante de Slim en la tierra de los contubernios. Fue Cepeda quien dijo, como respuesta a un fraude procesal por él cometido:
–En México pesan mucho todavía los ornamentos de un Obispo; estamos lejos de que se procese a uno. Así que de eso ni me ocupo.
Y no lo hizo deslindándose de la justicia y desmarcándose de la humildad propia de los siervos del Señor según no se cansan de repetir quienes alegan que los vicios de los religiosos y sus abusos sólo entrañan el comportamiento del seis por ciento de éstos… pero nadie lo precisa porque la impunidad reina en cada uno de los segmentos piramidales del clero católico. No puedo ni imaginar siquiera cuánto dolor acumulan quienes sufrieron vejaciones que alteraron sus conciencias, destruyeron sus vidas y acabaron con sus esperanzas de igualdad y justicia. Mientras esos perversos abusadores sigan sueltos, impunes, no podrá hablarse de un estado de derecho. ¡Qué los entreguen a la justicia civil y sufran, cuando menos, de una larga condena en las prisiones en ausencia de la pena máxima, la de muerte!
Quienes comulgaron, sin fe, de acuerdo a las normas de la Iglesia, no hicieron sino “tragar su propia condena”, la peor de todas: la ausencia del Paraíso tras la vida eterna. Quienes no creen en ello –millones ya de mexicanos-, pueden alegar que la hipocresía pintó de cuerpo entero a peña y sus colaboradores más inmediatos lo mismo que a la bruja “blanca” de la película, otrora actriz popular y hoy repelente ante buena parte de los mexicanos salvo los cínicos miembros de la farándula capaces de toda bajeza con tal de sacar raja y hacerse propaganda. ¡Qué vergüenza!
Como en el final de la década de los veinte del siglo anterior, la visita del Papa no unió a los mexicanos sino avivó los viejos rencores políticos. Los católicos revitalizaron su esperanza –algunos conmovidos hasta las lágrimas al sentir la mano del Pastor-, y fueron sumándose a las vallas y al griterío, poco a poco. De la escasa concurrencia en el Zócalo, durante la primera y polémica jornada, hasta los millones que le esperaron a través de las vallas, luego en Ecatepec, Chiapas, Morelia y Ciudad Juárez. En este último punto, los ridículos aduaneros estadounidenses temían una arribazón multitudinaria de indocumentados alertados por el imbécil “pato” Donald Trump a quien los mexicanos, aquí sí de todos los niveles y credos, simplemente repudian y señalan como el xenófobo que es y el riesgo representado por la posibilidad de verlo ganador para enterrar cuanto hubiese podido significar la llegada de un hombre de color a la Casa Blanca –la de Washington-, venciendo al racismo atávico de los blancos estadounidenses.
Sobre ello esperábamos una postura más enérgica de Francisco, lo mismo que un acercamiento con quienes han mantenido la hoguera de la dignidad en torno a los crímenes de Iguala, Tanhuato, Tlatlaya, Apatzingán, Tamaulipas, Veracruz y Sinaloa, entre tantas otras entidades del país. Debió haberlo sentido en San Cristóbal de las Casas, eje de la revolución neozapatista que se convirtió, con el tiempo, en la única guerrilla pacifista del mundo. Allí las desigualdades sociales son reflejo de las de todo el país, sobre todo cuantas pesan en Oaxaca, Guerrero y Michoacán desde el Suchiate y a través de todo el litoral del Pacífico hasta Sonora y Baja California.
Por supuesto, no todos están de acuerdo y lo han manifestado abiertamente. Cuatro de cada diez mexicanos, de acuerdo a sondeos de opinión válidos, se dijo indignado por tener que sufragar los gastos del Papa aunque fuentes del gobierno hablaron de una derrama económica diez veces mayor por efecto de las cruzadas por verlo. Esto es, en lugar de suavizar la crítica dieron más elementos para ella. Son torpes y tontos por naturaleza. El Papa debe haberse reído mucho de ellos porque, además, no disimula sus estados de humor.
En fin, el Papa se fue, Cristo no bajó del cielo al Tepeyac, la barbarie no se interrumpió y el presidente peña, una vez más, quedó como un pobre diablo tan pequeño que el blanco atuendo del argentino que nos visitó lo eclipsó y exhibió para siempre. Reconozcamos siquiera eso.
Debate
A la bandera mexicana se le desagravia cuando algún mal parido la infama o después de las ocupaciones vergonzosas sufridas por nuestro territorio por parte de “conquistadores” o expansionistas, siempre brutalmente ambiciosos y prepotentes con la guía de la fuerza bruta. ¿Cuántas veces nos quedamos sin “parque” como explicó Pedro María Anaya a los norteamericanos que sobajaron nuestra soberanía tras la toma de Churubusco?
Lo mismo cabe decir sobre la necesaria vindicación de Juárez, el Palacio nacional, el laicismo infamado –cuando ha sido sostén de la separación de la Iglesia y el Estado bajo la premisa bíblica: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”-, y a millones de liberales atrozmente ofendidos ante a cauda de actos ilegales, posturas poco acordes con la historia de México –es decir como si los conservadores se dieran a la tarea de modificarla a su gusto-, y reverencias excesivas por parte del peñismo deseoso de reconquistar simpatías sin percatarse, más bien, que las perdió, todavía más.
Vindicar estos agravios indiscutibles no es sino combatir las hipocresías no a la Iglesia –aunque ésta debe responder a muchas cuestiones sólo insinuadas por Bergoglio-, para reencontrar la verdadera senda de México. Alguna vez el Nuncio Justo Mullor, de origen andaluz –de Almería para ser más exactos- me dijo que se había trazado una altísima misión:
–Conciliar las dos almas de México: la religiosa y la política. Sólo así será posible construir un futuro sin divisiones inútiles.
No lo logró y no estoy convencido que las caravanas en Palacio hayan sido fuente para ello.
La Anécdota
La MORENA de López Obrador, su niña bonita sobre cuya ingenuidad pasa, está llenándose de quienes se escinden del PRI, el PRD y hasta e PAN. Basta ver la lista de los candidatos a gobernador que competirán este año. Parece, en algunos casos, que quienes se quedaron en el partido del presidente peña son más bien quienes antes eran rechazados por los vicios acumulados; y se fueron aquellos que debieron ser abanderados.
Pero MORENA, como antes hizo el PRD y también el PAN –recuérdese el penoso caso del oaxaqueño Diódoro Carrasco-, prefiere colectar la basura antes de formar sus cuadros sólidos. Como en otros tiempos, cuando era líder del PRD, Andrés Manuel supone que así avanzará para luego barrer la casa; pero no lo hizo hace años, en el PRD, ni podrá hacerlo mañana, con su MORENA.