Rafael Loret de Mola – Rezar por la Paz
*Rezar por la Paz
*Duarte a Prisión
*Elba y su Poder
Por Rafael Loret de Mola
La despedida del Papa desde Ciudad Juárez, la urbe estigmatizada por los feminicidios –si bien en otras regiones del país los casos suman más y suelen elevarse en cuanto a crueldad y barbarie-, conlleva un interés mayor porque anuncia que allí hablará sobre la violencia en el último mensaje dirigido a los mexicanos cuya reconciliación entre sí parece uno de los efectos de las guerras extendidas entre mafias y el precario prestigio de los religiosos por los tantos pederastas en activo todavía. ¿Por qué, de una vez por todas, la Iglesia no los entrega a las autoridades civiles en vez de proteger a los predadores sociales?
Porque, desde luego, no hay mayor violencia que la ejercida sobre la conciencia a través de los abusos sexuales cuyo dolor queda impregnado para siempre sin analgésicos que reduzcan el sufrimiento, la humillación y la vergüenza. Quienes injustamente son victimizados saben muy bien de lo que escribo y, además, explican sus rencores elevando el odio por encima de cualquiera otra consideración humana. Tal es la condición de los curas enfebrecidos que utilizan las sotanas como sombras sobre los niños (as) indefensos y, para colmo, abatidos por el deshonor de sus familias que optan por el silencio, amedrentados por el poder de los eclesiásticos y la utilización del sueño del Paraíso destinado a quienes soportan las vejaciones de este mundo para aspirar a una vida eterna plena. A tal he llamado la cultura de la resignación, indigna para los seres pensantes y amantes de su propia dignidad.
De esto debiera hablar igualmente el Papa Francisco antes de señalar a las lacras, otras mafias, que azotan a los mexicanos como consecuencia de enfrentamientos absurdos y sin destino: ¿tienen sentido, insisto e insistiré siempre, cuándo no disminuyen las “exportaciones” de droga, en un solo gramo siquiera, hacia los Estados Unidos, el mercado de consumo mayor del mundo? Mientras calculamos los daños infringidos siguen cayendo, uno tras otro, quienes son víctimas de los largos enfrentamientos entre sicarios y soldados cuyos mandos están profundamente infiltrados sea por los propios criminales o por los marines estadounidenses destinados a exhibir a los capos en decadencia mientras en su país no son capaces de atrapar a una mosca, no digamos a los verdaderos “padrinos” que incluso, acaso, aspiran a la presidencia del poderoso vecino del norte. Bien podría hablar sobre ello el “pato” Donald Trump quien ya recuperó el andar con rumbo a la Casa Blanca.
La gama de la violencia en México es tan amplia que es dudoso que baste un fervorín para puntualizar las posiciones de paz siempre esgrimidas desde el trono de San Pedro así sea para bendecir las armas de los nazis desde la Roma de Mussolini. Luego, en sus años finales, Pío XII moriría preso de graves alucinaciones –decía que Dios le visitaba cada noche-, como prolongación de una grave desazón interior por no haber actuado con firmeza ante las atrocidades que llegó a conocer sobre todo cuando los alemanes de aquella época –la del Tercer Reich; ya estamos en el cuarto-, ocuparon Roma y pretendieron someter la autoridad del Pontífice atrapado en El Vaticano. Fueron años terribles en los que la mayor parte de los católicos prefirieron ignorar, o hacer como que ignoraban, el holocausto. Me duele reconocerlo.
Por cierto, cuando se trata este tema ante los jerarcas más encumbrados la única salida para explicar la pasividad con la que actuó la Santa Sede a lo largo de la segunda conflagración mundial –ya vamos en la tercera, agravada por las evidencias de las armas nucleares en manos de Kim Jong-Un, el dictador de Corea del Norte que tanto preocupa al gobierno de Washington-, es la de que así se evitó una reacción en cadena contra la Iglesia Católica porque de haberse colocado en la posición contraria habría sido arrasada por los criminales de la cruz gamada.
No es muy contundente la explicación aun cuando, con ello, El Vaticano se pusiera a salvo y dejara en manos de un puñado de heroicos prelados la atención y protección de unos cuantos judíos perseguidos con ferocidad. Si nos vamos a los números la estrategia fue muy pobre al lado de los millones que sucumbieron en los campos de concentración, acaso las prisiones más deshumanizadas de la historia incluyendo la de las hordas bárbaras que azotaron a Europa siglos antes. Quizá éste sería el punto de partida para hablar de la violencia sin sonrisas gratuitas como las que ha prodigado el Sumo Pontífice a quienes le han visto cruzar las calles de eis ciudades de la República en sus “papamóviles”, abiertos y cerrados de acuerdo al criterio de sus propios custodios y los del Estado Mayor Presidencial.
En lo personal, y creo interpretar el sentir de buena parte de mis lectores, me hubiese gustado que pronunciara un severo discurso, contra la violencia del Estado, en el Palacio Nacional y no sólo lugares comunes como si fuera guiado por un libreto preconcebido y avalado por ambas partes, visitantes y anfitriones, en medio de una multitud fácilmente manipulable con los signos sagrados, la Virgen de Guadalupe y las desgastadas –porque así lo quiere Francisco- “sandalias del pescador”. Al respecto cabe agregar que lo de los zapatos y zapatillas del Pontífice, vistas por todo el mundo y que asombraron por el maltrato del tiempo, es un símbolo para el Obispo de Roma que pudo paliar con los varios pares enviados por los mejores zapateros de León, Guanajuato –a donde acudió Benedicto XVI en 2012 pero no fue Francisco-, por pura devoción a la figura del Papa.
Cuando Karol Wojtyla conquistó México hubo quienes pusieron sobre el tapete de las discusiones si su imán y carisma dependían de sí mismo o de la blanca sotana que portaba para subrayar su condición eclesiástica de “representante de Dios en la tierra”. Lo mismo podría preguntarse hoy sobre el argentino Bergoglio. Lo cierto es que el primero, Juan Pablo II, el Magno como le dicen, visitó en cinco ocasiones nuestro país y, cada vez, fue más contundente la interrelación entre él, su grey y hasta quienes no cesaban de aplaudirle, siendo agnósticos, por su extraordinaria capacidad política.
Y Francisco ya parece haber tomado el pulso aunque no en la misma dimensión. Algo faltó en él para ser elevado a la idolatría como su predecesor; y no fueron sus omisiones –Wojtyla también las tuvo y muy serias, sobre todo en cuanto al crimen del Cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo y el apoyo al execrable pederasta Marcial Maciel-, las causantes sobre todo porque, en buena medida, los señalamientos contra la Iglesia no iniciaron con su Pontificado sino son lastres, por desgracia, muy antiguos. Creo, sin embargo, que nunca debió eludirlos máxime si su postura es revolucionaria, como ha dicho, y destinada a modificar algunos de los graves lastres que pesan sobre la sede Vaticana, desde ocultamientos de textos de enorme trascendencia para construir la verdadera historia hasta los crímenes cometidos por sacerdotes, obispos y cardenales, sea por acción o por encubrimiento, trastornando las vidas de miles de feligreses cuyas conciencias los carcomen.
La desesperanza para ellos, esto es las víctimas, al dejar de creer, es un tormento peor al anunciado infierno que mantiene la pasividad entre los explotados. Y es en este punto donde se explica la fuga de feligreses aun cuando las cifras no son precisas: hay quienes alegan que el 83 por ciento de los mexicanos se mantiene cerca de los templos; pero otros señalan que los católicos siguen siendo mayoría en una proporción descendiente que ya llegó al 63 por ciento de los mismos. Una alerta roja, rojísima, que el Papa debe conocer y ponderar en su largo trayecto, esta misma noche, hacia la ciudad eterna.
México, en fin, ya tuvo amplio contacto con Francisco, al fin y al cabo un ser humano a pesar de sus investiduras. Ya habrá entendido, entonces, que nuestro dolor compartido n sólo se remedia con oraciones sino con acciones; y una de éstas debiera ser acabar con la impunidad de cientos, miles de sacerdotes, no sólo en nuestro país sino alrededor del mundo, que han infamado sus ministerios. Otro punto en el que insisto también pudiera ser el fin de la discriminación hacia las mujeres que, en política aunque sea sucia, han ganado peldaños de igualdad y bajo la Iglesia, en donde son mayoría, no pueden ser sacerdotisas ni ejercer ministerios al tiempo que las religiosas son condenadas al cadalso de sus monasterios. ¡Y son seres humanos!
Adiós, Papa Francisco. Ojalá que tus intenciones se conviertan en realidades y en algo más que oraciones para dejarle el “paquete” al ser supremo que representas.
Debate
No mencionó el Papa a algunos de los grandes predadores; como siempre las generalizaciones pueden llegar o no a los destinatarios reales. Por ejemplo: es intolerable que un troglodita como Javier Duarte de Ochoa, durante cuya gestión han sido asesinados más de veinte periodistas amén de las decenas de jóvenes inexplicablemente “levantados” y muertos, siga ejerciendo poder en Veracruz aun cuando le falten sólo unos meses para dejar el cargo en manos de alguno de los Yunes, caciques de la misma calaña, que se disputan alegremente la gubernatura con ánimos gregarios dentro del PRI y el PAN –en éste se encuentra el peor, Miguel Ángel, efebo que fue de elba esther gordillo morales y protegido por ésta hasta que ya no le convino al miserable traidor-.
Javier Duarte –de Ochoa, para que nadie se confunda-, ha rebasado todo los cánones y sus propias limitaciones como mandatario. Su permanencia sólo puede obedecer a una condición todavía más grave: la de cómplice del titular del Ejecutivo federal y al cinturón de cárteles que le rodea y al cual se ha integrado de manera burda, miserable. No puede tolerarse un caso así, casi sin precedentes, en medio de una oleada de denuncias.
Por ello sigo convocando a mis colegas –sobre todo a los de primera línea que rara vez sacan la cara; es una oportunidad para ti, Carmen Aristegui, y para los colegas que aseguran estar por encima de sus audiencias-, para llegar hasta el Palacio de Gobierno, en Xalapa, y exigir el cese inmediato –aunque le falte poco para su desempeño atroz-, de este personaje siquiera como una marca sobre su rostro descompuesto y su actitud altanera. Luego le lloverán, deben lloverle, las denuncias en su contra.
No somos los mexicanos, y en especial los veracruzanos, quienes somos cobardes. No podría admitirlo. Por eso no debemos cruzarnos de brazos.
La Anécdota
La señora elba esther gordillo cobijó, durante años, al nefasto veracruzano Miguel Ángel Yunes Linares quien contiende por el PAN en pos de la gubernatura. Fue ella quien lo colocó en el ISSSTE, luego lo hizo subsecretario de Seguridad Pública –posición desde la cual vio morir, acaso asesinado, a su jefe, Ramón Martir Huerta, entonces titular de la dependencia-, y legislador antes de deslindarse de “la maestra”, avisado a tiempo por los siempre aliados dirigentes del PRI y el PAN.
La señora gordillo creía otra cosa:
–Tengo a mis soldados y me siento segura .me dijo en 2012 cuando escribía “Nuestro Inframundo”-.
Pero sus ujieres fueron vencidos con una sola mano… la del presidente peña. Se olvidó del sistema y éste la aplastó pero dejó suelto al traidor Yunes. ¡Pobre Veracruz!