Rafael Loret de Mola: Moda del Conflicto
- Moda del Conflicto
- Violencia a la Baja
- Ya Cambió, en Serio
Por Rafael Loret de Mola
Decían los viejos sabios que “todo pasado fue mejor”. Sin embargo, a veces, detrás de la secuela de genocidios y magnicidios nos atrevemos a creer que los lances peores están por venir sobre todo si sumamos a las víctimas de este sexenio de la barbarie continuación del anterior, el de la violencia, encabezado por felipe calderón. Cien mil muertos y veinte mil desaparecidos hasta 20012, cuando el panismo rindió finiquito en la Presidencia, y casi sesenta mil asesinados y diez mil desaparecidos –no sólo los 43 de Ayotzinapa cuya presencia en el dolor colectivo se ha convertido en pendón-, a lo largo de veintiséis meses de actuación –nunca mejor empleado el término- del señor peña nieto a quien le disgusta, profundamente, no ser aplaudido por los reporteros de la fuente. ¡Tan fácil que resulta reunir a sus cómplices en Palacio Nacional para recibir las mil adulaciones de los compromisos soterrados!
Hace algunos sexenios, hasta la llegada del entreguista miguel de la madrid a Los Pinos –por eso sitúo a este personaje en la terna de los peores ex mandatarios-, el titular del Ejecutivo, cuando menos en el papel, no se regía a sí mismo aun cuando, en los hechos, el presidencialismo era asfixiante y “fuerte” como lo definió manuel bartlett en una de sus alegorías a su priísta patrón de entonces. Existía como contrapeso la Contaduría Mayor de Hacienda, dependiente del Legislativo, encargada de regular no sólo para “cuadrar” los estados administrativos sino especialmente para evitar desviaciones, desórdenes y excesos en el uso de los fondos públicos –aun cuando bien se sabe que todo era figurativo como los espejismos en los desiertos-; cuando menos, existía esta instancia y de haberse aplicado a fondo se hubiera evitado el endeudamiento brutal a lo largo de los gobiernos populistas de luis echeverría Álvarez y josé lópez portillo y pacheco.
La deuda pública al alcanzar niveles incontrolables exhibió a la Contaduría y justificó la creación de una contraloría interna, por iniciativa del “señor” de la madrid quien ahora ocupa su sitio en el inframundo, para que marcara pautas “ejemplares” y sirviera para combatir la corrupción. Pese a ello, las concesiones y el acceso de las franquicias trasnacionales hacia el país alimentaron la avidez y ambición de cada uno de los colaboradores de aquel mandatario. La corrupción, que no la “renovación moral”, marcó todos los rincones de la vida pública hasta convertirse en institucional en proporciones agigantadas.
Cedió el Legislativo una de sus funciones básicas –más bien la casa presidencial se encargó de dar ese tremendo golpe a los representantes de la soberanía popular quienes rara vez recuerdan porqué descansan en escaños y curules-, a un Ejecutivo acaparador de facultades y además engendrador de vicios como si se reunieran en México todos los defectos de los gobiernos esparcidos por el globo terráqueo. Además, la ausencia de autocrítica y la lacayuna actitud de sus cercanos propiciaron el inicio de la debacle del priísmo hegemnónico aun cuando, asesinatos de por medio, el modelo pudo sostenerse dos sexenios más, el primero por la vía de la usurpación y el segundo gracias a los votos del miedo -1988 y 1994-, hasta dar cauce a un remedio peor: el encumbramiento de una derecha no preparada para ejercer el poder y continuista en esencia; por eso quebró su prestigio al final de la primera malhadada experiencia, la de los fox, y acabó por romperse con el mandato espurio de calderón.
Fíjense: lo que fue motivo de innumerables debates y pretexto para componendas soterradas –la legitimidad del mandato de calderón-, ahora se acepta como verdad histórica lo mismo que el fraude comicial de 1988 y el ominoso genocidio de 1968 que exhibió no la “mano dura” sino la incapacidad del establishment por acceder al diálogo y renunciar a la intolerancia. Los caprichos de la cúpula en el poder, sin el menor consenso, acabaron en el cauce de la barbarie infernal que todavía se proyectan sobre el territorio nacional.
El preámbulo sirve para medir y analizar las intenciones soterradas de enrique peña nieto al rescatar a la secretaría de la Función Pública –derivación de la antigua de la Contraloría que cercenó a la Contaduría Mayor-, designando a Virgilio Andrade Martínez, quien no se cansó de lanzar miradas de complicidad al señor peña nieto quejoso por no haber escuchado aplausos, como el titular de la misma y con una encomienda especial: “investigar” si existió conflicto de intereses en las adquisiciones de algunas casas del presidente, de su esposa y de su secretario de Hacienda, el “delfín” peñista, luis videgaray caso.
Esto es: los mexicanos pagaremos un sueldo generoso para que el señor peña salga absuelto de cuanto se le acusa gracias a los servicios de un funcionario afín a él y con corte de condescendiente en todo los renglones. Cada uno de nosotros debería preguntarse si tiene algún sentido tal moción o si el Congreso tendría el deber de recuperar funciones que le fueron arrebatadas cual si se tratase de un golpe de Estado técnico con el recurso de anular al Legislativo sin necesidad de desaparecerlo a la manera del sátrapa victoriano huerta márquez, el asesino de Madero y Pino Suárez y uno de los mayores traidores y antihéroes de nuestra historia.
Aparte de esta “aportación”, el “señor” de la madrid liquidó el aval legislativo para la contratación de empréstitos en el exterior –indispensable hasta la administración de lópez portillo quien elevó la deuda pública a 80 mil millones de dólares; ahora es de casi cuatrocientos mil millones y de un billón, un millón de millones, si consideramos la privada-, y mediante un “decreto” corrigió a la Constitución –marginada su categoría de “carta magna”-, y definió que el presidente no debía someter a los legisladores sus negociaciones financieras sino sólo informar sobre ellas basándose en que los votos emitidos a su favor –todavía una silente mayoría absoluta-, le facultaban para gobernar sin candados ni ataduras. Como el “rey sol” y su corte, en este caso la célebre “cofradía de la mano caída”.
El caso fue que la ciudadanía ni siquiera fue consultada; nos enteramos, todos, cuando los hechos se habían consumado sin el menor aval cívico ni el menor sometimiento a la caduca “soberanía popular”. Y, sexenio a sexenio, los “financiamientos” del exterior se convirtieron en eje de la acción gubernamental hasta llegar al absurdo de la autorregulación económica del Ejecutivo con quinientos diputados y ciento veintiocho senadores muy bien formaditos para recibir sus “dietas” y muy mal portados cuando se trata de gritar sin más destino que el ruido causado, lacerante y expansivo, sin resultados reales en la praxis; las reformas peñistas son buen ejemplo de ello.
Andrade Martínez, el flamante funcionario nombrado la semana anterior –sin aplausos, sigo subrayando-, es todo un caso. Tiene en sus alforjas un récord formidable: es el egresado del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) que ha realizado la tesis más voluminosa desde la fundación de esta institución privada con fama de atraer a maestros que han cursado ministerios en los gabinetes presidenciales. El personaje encargado de agradar a peña diciéndole que no cometió falta alguna y es un hombre impoluto, se llevó, nada menos, mil cuartillas al comparar los diversos sistemas electorales en el mundo lo que le privó de algunas dioptrías en sus lentes, muy visibles a la hora de observar, complaciente, a su jefe, quien quiere ser investigado pero jamás exhibido. Hay que entender esta pequeña línea, delgadísima, por la que caminará Virgilio para conservar chamba y futuro. Así se nos gobierna.
Por cierto, las redes sociales, en horas, se encargaron de contrarrestar –a cambio de contrapesos legislativos-, la decisión unilateral de peña nieto. Ya no se trató únicamente de “memes” –como les llaman-, sino de burlas abiertas a sus comentarios finales y a sus gestos falsamente solemnes. Ha perdido respeto y credibilidad, además de la salud lo que evidencia su rostro demacrado pese al maquillaje. No sabe ni puede gobernar. Y, para colmo, ya no escucha siempre los aplausos estruendosos; será a la próxima.
Debate
Anuncio del fin de la temporada invernal: de acuerdo a parámetros extraoficiales, aunque muy bien nutridos económicamente, la violencia relacionada con el narcotráfico en México se redujo veintiocho por ciento en un año. Loor a los salvadores de México. La fuente es la revista Nexos y fue el diario “El País”, de Madrid, el que lo divulgó con aires triunfales, bombos y platillos el pasado miércoles 4 de febrero. Entonces, todo eso de las fosas clandestinas, de los cadáveres que nadie sabe cómo identificar -–salvo el de un misionero africano víctima de alguna turba enloquecida, como sucede en el Estado Islámico (EI) que ahora quema vivas a sus víctimas–, los muertos y desaparecidos no tienen ya tanta importancia. Vamos bajando la cuesta.
Qué fácil fluye la demagogia ante auditorios cautivos. Si de algo estamos seguros los mexicanos es que nos sentimos, tras los acontecimientos recientes, más inseguros que antes. Al fin y al cabo, las estadísticas pueden moverse al gusto de los contratantes o bien pueden ser tergiversadas por otros factores, por ejemplo la baja de denuncias acerca de desaparecidos, secuestrados o muertos quienes ni siquiera tienen el privilegio de ser honrados con “altares” en noviembre. Si en algo ayuda esto pues encantados: revaloremos nuestro territorio ante las ambiciones foráneas; no olvidemos que las intenciones de fondo es abaratarnos, como pueblo y suelo, para elevar los réditos y plusvalías más allá de lo moralmente tolerable.
México es fábrica de pobres y ricos como ninguna otra nación. Los primeros son más y los segundos son intocables, máxime después del evidente fracaso de las reformas peñistas cuya puesta en marcha ni siquiera posibilitó una mayor competencia para reducir los cuasi-monopolios que absorben cuanto tenemos. ¿No se han dado cuenta? Basta con que metan las manos en los bolsillos y recuerden “tiempos mejores”.
La Anécdota
Hace unos días, con un amplificador de voz en la mano, Marcelo Ebrard Casaubón irrumpió en donde se celebraba la mesa de análisis legislativo sobre las irregularidades presentadas en la línea 12 del Metro, la “Dorada” que se convirtió en cobre al “descubrirse” que los vagones adquiridos no eran compatibles con las rieles del sistema; un fraude mayúsculo desde el origen y que tuvo como destino el patrocinio soterrado de la campaña presidencial de Andrés Manuel López Obrador quien ahora se desata en defensa de su “carnal” quien ni siquiera es miembro de su MORENA.
Hace unos años, conversé con Ebrard en la oficina del jefe de gobierno del Distrito Federal; en la antesala, uno de sus más cercanos colaboradores se me acercó, confiándome:
–Verás cómo ha cambiado; ya no se le nota ese gesto de prepotencia de antes ni arrebata la palabra. Es otro, más considerado y amable, deseoso de agradar a quienes conversan con él.
Pensé que de ser cierto sería por su propósito de alcanzar la candidatura presidencial que él rehúso en una estrategia común con López Obrador. Ahora, al intentar protegerse de lo indefendible, como si fuera un vulgar anarquista de plaza, volvió a su vieja condición o más bien dejó de simular lo que nunca fue: un demócrata.