Rafael Loret de Mola – Microscopio Foráneo
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Por Rafael Loret de Mola
Desde el exterior no entienden. Un comentarista de Chicago, acucioso y preciso, me dijo sin rodeos:
–Si aquí en los Estados Unidos se descubre la compraventa inexplicable de una casona como las de Las Lomas, supuestamente de Angélica Rivero, a favor de Michelle o del propio Obama, ya estarían fuera de la Casa Blanca y sometidos a juicio.
Hubiese sido, agregó, como una especie de nuevo Watergate incluso con datos más precisos como los que corrieron en México y sin dejar duda alguna sobre la complicidad oficial con el Grupo Higa, de Armando Hinojosa Cantú, único empresario de la construcción, en el mundo, que financia a sus clientes, les presta cuanto necesitan para adquirir sus pomposos inmuebles y todavía les alarga los plazos de pagos hasta que el usufructuario de tanta generosidad lo desea. Y sigue en la misma ruta erigiendo mansiones a los favoritos de los peña, como Alejandrito Murat, hijo del Pepe el del autoatentado en Oaxaca y responsable de haber llevado a Luis Donaldo Colosio a una ratonera para que fuera ejecutado, y luis videgaray caso, uno de los tres personajes que mueven los hilos detrás de bambalinas al lado del asesor Aurelio Nuño Mayer –un joven cortado a la medida actual- y el general Salvador Cienfuegos Zepeda. El discreto triunvirato que presagia tormentas.
Tiempo atrás, un escritor colega, amigo mío, se dijo asombrado por la ausencia de reacción de los mexicanos hacia un suceso gravísimo:
–En mi país si el presidente se larga a China y Australia en plena crisis por la matanza de Ayotzinapa, habría sido destituido de inmediato. No puede tolerarse este nivel de insensibilidad social en un pueblo tan castigado como el mexicano. ¡Y también me asombra la débil respuesta de la comunidad ante un agravio como éste! Sin que me lo tomes a mal veo a los mexicanos dormidos, ajenos. Como tú dices es necesario aplicar #cerocobardía.
Tiempo atrás, otro chileno, cuando era editor, gesticulaba al narrar que sus primeros meses en México fueron terribles. Aquel 23 de marzo de 1994, cuando cayó Colosio, aún estaba en el hotel María Isabel, sito en la avenida Reforma de la capital del país, se le vino a la mente el “pinochetazo” que había vivido en su infancia, compró comida y se encerró con los suyos. Al día siguiente le llamaron de la editorial, extrañados por su ausencia porque había convocado a varias reuniones:
–¿Está usted bien? Aquí todos estamos trabajando.
Me diría tiempo después que sufrió un sacudimiento interior al percatarse que después de un magnicidio de esta magnitud “no estaban los tanques custodiando los sitios emblemáticos del poder”:
–No lo podía creer; fue un impacto muy grande. Todo transcurría con normalidad a pesar de que había sido asesinado quien estaba señalado como el futuro presidente… como si tal un hubiera existido.
Fíjense: en cada uno de los episodios narrados –tengo cien más-, se observa una especie de fusión entre la represión de Estado y su negligencia y el inmovilismo de una ciudadanía acostumbrada a todo tipo de villanías de las que se queja, a media voz –más cuando se sale al exterior-, sin atreverse a levantar la mano y unirse no a una protesta simplona sino a la tesis de que no es posible mantener el actual estado de cosas y es menester transformar al sistema político mexicano. Esta es la cuestión de fondo.
No se trata sólo de la clase política, ni de las mafias que han infiltrado al poder -¿en Tamaulipas, carro completo para el PRI? Entonces el PRI tiene nexos con el narcotráfico y punto-, sino de la formación política del colectivo por la cual es dable, y hasta responsable, supeditarse a una sola voluntad política. Es más cómodo así, solían aseverar los franquistas en su época para aplacar los conatos de los “revoltosos” provenientes de las últimas células “rojas” y quienes fueron acribillados a pie de las carreteras a las salidas de cientos de pueblos hispanos.
Los hechos en México rebasan, con mucho, aquellos escenarios. Las matanzas perpetradas por militares en Tlatlaya, Apatzingán y Tanhuato, horrorizan porque se saben; ¿cuántas más deberemos descubrir antes de que se tomen acciones definitivas sobre los mandos castrenses desbordados, en aprovechamiento de la ausencia de controles por parte de un comandante supremo enfermo y, peor aún, temerosos de cuanto pueda sucederle. Corriendo llegó a la casilla en donde votó, dejando atrás a su esposa y a la hija de ésta, sin la menor caballerosidad, recitó un discurso que, cuando menos, fue institucional y bien aprendido –no dijo que Los Pinos eran la capital del Distrito Federal lo que ya fue ganancia-, y volvió a apresurar el paso a señales bien marcadas por los elementos del Estado Mayor Presidencial. Y así se ha comportado en los actos públicos recientes a los que su agenda le obliga; cada vez menos, por cierto.
Hace tiempo que los observadores del exterior tienen conciencia de que el señor peña no gobierna. Así lo expresó el comunicador y colega, Rubén Luengas, de Los Ángeles, California, cuando me entrevistó el miércoles 10 pasado:
–Muchos tienen la percepción de que no es él quien dirige al gobierno mexicano –resumió-.
Por supuesto, hablamos entonces de su enfermedad y de quienes cubren, incluso peligrosamente, los vacíos. Por ejemplo, el señor videgaray, a quien lo une una muy cercana, pero muy cercana amistad con Aurelio Nuño –incluso vivieron un tiempo en la misma casa-, parece preparar el terreno para una posible salida de peña de la Presidencia, abogando por Nuño como reemplazo con la intención de que posibilite la candidatura de videgaray hacia el 2018; esto es, como si los mexicanos fuéramos de oropel o de pacotilla, testigos silentes de las peores atrocidades imaginables, incluyendo las traiciones.
Para lo anterior, peña estaría negociando condiciones, o mejor dicho concesiones, para “vender” el cargo a un precio altísimo y poder asegurar su patrimonio futuro –no su matrimonio por contrato-, tratando de superar el mal que lo aqueja, el cáncer carroñoso cuya evolución ignoramos porque su expediente médico está bajo los siete candados de la “transparencia” mentirosa, falaz.
Insisto en que el riesgo mayor estriba en el evidente disgusto entre el ejército y el secretario respectivo, Cienfuegos, y el almirante Vidal Soberón Sanz, quien admite en la marina a los marines estadounidenses y se siente superior por ello. Cienfuegos no tolera eso porque quiere la gloria para él. ¿Y ésta será acaso la que señale el retorno de los generales? La cuestión sería descubrir si se pretende que tal sea por la vía institucional, gracias a la experiencia del INE nefasto y rebasado, o por la militar lo que constituiría una dictadura castrense en las narices del Tío Sam que aprovecharía el caos para avanzar sobre México, luego de ser declarado “estado fallido”. ¿Es esto a lo que aspiramos?
Por eso pido paciencia y una escalonada ruta repleta de escalones que debemos subir uno a uno hasta lograr el objetivo no muy tarde, este mismo año. El señor peña debe irse –como le dije a Luengas en su transmisión para Los Ángeles- o se incendia el país. No es pesimismo desbordado sino una toma de pulso a la creciente repulsión de los mexicanos por su gobierno y la consiguiente crispación general. Llegamos a un punto que no admite más esperas.
Creemos los mexicanos, todavía, que no pasará nada cuando ya han ocurrido muchas cosas: aunque no se ha derrotado al sistema, en este momento el PRI y el PAN han sido superados por la aparición sorprendente de nuevos líderes naturales, apoyados por la ciudadanía, aun considerando el secuestro del INE por parte de la oficialidad entrometida. Por ello, claro, en busca de una salida de emergencia, se optó por volver a contar el 60 por ciento de las 148 mil casillas instalados en todo el país. Por supuesto, tal retrasará el escrutinio final y la consiguiente composición definitiva de la Cámara de Diputados federal. De la mano del escándalo se dan pasos marginales, pequeñitos si se quiere, pero muy significativos.
Debate
Los traspiés del gobierno peñista parecen obra de sus propios asesores insensibles. O del demonio que se ha reacomodado en la casona presidencial. Allí asustan por las noches, me dicen, con el vagar incierto de sus huéspedes-rehenes quienes así disfrutan del poder terrenal y del exquisito glamour de la nueva aristocracia mexicana aunque los barbones hayan disminuido, plagada de acuerdos soterrados sin el mínimo de moral y decencia.
Por ejemplo, antes de las elecciones para intentar evitar protestas mayores de los maestros sublevados, se anunció que se paralizaría el programa de evaluaciones; los miembros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), sencillamente no lo creyeron. ¿Quién podría hacerlo a la vista del diminuto Emilio Chuayyfet Chemor, “la daga” o “la cimitarra”, sumergido como avestruz en la tierra caliente de las mafias? Pese a ello, hubo desmanes en Oaxaca y Guerrero promovidos por los mentores quienes, de plano, tomaron y quemaron algunas mesas electorales convirtiéndose, se dijo, en el numen negativo de la contienda.
Realmente, las protestas se extendieron, cuando menos, sobre la mitad del territorio patrio mientras la otra parte optó por dormirse en sus laureles bajo el sopor del hastío. El hecho es que, a unas horas de cerrarse las casillas, el veleroso Chuayyfet salió a decir que NO se interrumpía el plan de evaluaciones lo que provocó la vuelta a las manifestaciones y plantones; pero, ahora, la oficialidad pareció encaminarse hacia otra ruta: la de la represión al negarse a cualquier diálogo supeditado, de antemano, a las peticiones de los rijosos.
Personalmente, estaría orgulloso de que los maestros de mi país certificaran, con sus conocimientos, el inapreciable honor de enseñar a nuestros hijos. No entiendo el mundo al revés aunque comprendo la angustia de muchos mentores fabricados al vapor y enviados a educar en aulas deplorables.
La Anécdota
El apellido Córdova debería estar proscrito para las funciones públicas. Veamos:
1.- Joseph-Marie Córdova Montoya, la eminencia gris del salinato, terminó siendo uno de los presuntos responsables de los magnicidios de septiembre de 1994. O el más señalado si se quiere.
2.- Lorenzo Córdova Vianello, el racista, quien se quiere curar en salud recontando votos con un ábaco que atesora desde niño.
3.- José Ángel Córdova Villalobos, el guanajuatense que pretendió ser presidente, disparado por las candilejas momentáneas de la gripe porcina y fracasado hasta en su intento, priísta cuando fue panista con calderón, de llegar a la alcaldía del mancillado León.
Tres Córdova para el basurero.