Rafael Loret de Mola – Liderazgos Mesiánicos
- Liderazgos Mesiánicos
- Discusión de Géneros
- Presagio de Resbalón
Por Rafael Loret de Mola
Los liderazgos, sobre todo los naturales –aquellos que surgen desde la entraña de la ciudadanía por la capacidad de liderazgo de uno de sus integrantes-, no se construyen de la noche a la mañana ni debieran ser resultado de los dramas personales. En este caso, tendríamos que considerar que la celebridad hace a los líderes o colocar en el mismo nivel a Gloria Trevi, “El Chapo” o Isabel Miranda de Wallace quien al hacerse panista regó todo su capital social. Pero, por fortuna, no siempre es así. Caso curioso es el de la fama mediática obtenida en los llamados “reality shows” como el muy celebrado Big Brother –en España ya van en la edición número 12 más uno, para no llamarla trece por puro prejuicio torpe-, de donde salieron algunas de las “damas de Polanco” con pretendida importancia que, desde luego, no tienen. Pero como éstas, adoradoras de las candilejas gracias a su propensión a hacer cualquier cosa para ganarse un haz de luz en las pantallas caseras y los titulares rosas, hay miles dispuestas a sacar la cara y cuanto puedan.
Estoy convencido de que una de las más lamentables tendencias de los partidos políticos, no sólo los de México sino en todo el mundo democrático –recuérdense los estragos de la llamada “Chicholina” de Italia o los de aquella belga quien dijo estar dispuesto a tener sexo oral con cuantos votaran por ella-, es la de posibilitar y buscar a algunos iconos populares para proyectarlos hacia los espacios políticos sin contenedores de ninguna especie y siempre bajo la condición de permitirles hacer y actuar como quieran. De otra manera, pueden “saltar” sin ningún recato hacia otros escenarios dejándose llevar por los encantos de la popularidad perentoria. La fama, sobre todo aquella que es superficial y barata, se esfuma pronto en detrimento de la vanidad y la supuesta omnipotencia que tales personalidades, bajo la confusión mental derivada de la supuesta devoción pública, creen merecer.
Ya he dicho que cuando conocí a Isabel Miranda de Wallace no pude sino subrayarle mi solidario afecto y admiración por su lucha para lograr cimbrar la justicia mexicana buscando con ello honrar a su hijo secuestrado y muerto. Y no cesó en sus empeños de encontrar al cadáver desafiando, a loo ojos, a los criminales. Pese a ello, fuera de toda regla procesal, la dama en cuestión fue favorecida, por la fuerza de su fama pública, a actuar como fiscal de facto para preguntar y hasta ordenar diligencias que no consideraban los jueces. Fue ella quien demandó que uno de los inculpados del crimen de su hijo mostrara el torso desnudo para demostrar que, hasta ese momento, no había sido torturado y evitar que la defensa usara este tópico. Y todos procedieron como borreguitos por el temor explosivo de la fuerza mediática que emanaba de la señora. Un caso de antología. Por desgracia, la dama luego tomó otros derroteros hasta convertirse en una suerte de censora sobre cualquier asunto relacionado con las bandas de raptores –o roedores-, con sesgada tendencia partidista.
El caso es que la señora en cuestión, Isabel Miranda de Wallace –está casada, nada menos, con un descendiente del héroe independista de Escocia, quien la acompaña pero prefiere estar lejos de los reflectores acaso para evitarse confrontaciones maritales inútiles-, se convirtió, en 2012, candidata a jefa de gobierno del Distrito Federal… ¡por el partido entonces en posición del poder presidencial! Antes se hablaría del “partido oficial” pero me dicen que debemos hacer caducar el término porque ya son “otros” tiempos aunque mi vista, cuando escudriña, observa exactamente las mismas desviaciones y parodias políticas de antaño en el nuevo PRI y el viejo PAN si bien en éste, en ocasiones, mejor armadas. El hecho es que la negligencia oficial que la dama percibió derivó, en mucho, de los funcionarios de Acción Nacional, como el secretario d Seguridad, genaro garcía luna, una de las piezas claves del gabinete calderonista.
Todo lo anterior llevó al camino de la omnipotencia a la señora Wallace cuyos conocimientos del derecho son tan apretados como los casos en los que se ha interesado. No es una profesional sino una autodidacta, que tal tiene un mérito enorme, pero desconocedora, en mucho, de los principios esenciales de la justicia no en México sino igualmente en la órbita mundial. Pero, además, ella puede seguir hablando por sí misma –en apariencia- y abanderando sus propias causas, como el caso escandaloso de la francesa Florence Cassez, sobre la que ella ya dictó una irreversible sentencia de culpabilidad sin consideraciones sobre las serias desviaciones procesales, la parodia del montaje televisivo y la existencia de la banda de los “Zodiacos” de la que sólo ella y su novio, Israel Vallarta, son miembros aunque el segundo plenamente identificado como secuestrador, no así la ciudadana de Francia. Curioso: calderón mantuvo en prisión a la gala ominosa y el priísta peña negoció con ella para favorecer las inversiones francesas mediando jugosas comisiones.
El diferendo causó, es cierto, fisuras severas en las interrelaciones bilaterales con Francia –una de las naciones líderes de la Unión Europea en la que México, por la puerta española, tiene tantos intereses-, y hasta el boicot al año mexicano en el país galo tramado por los mandatarios de sendas naciones sobre el compromiso de liberar a la señora Cassez en beneficio de la imagen pública de Nicolás Sarkozy, siempre sinuoso y oscuro en sus pretensiones. Tal es el otro punto, igualmente oscuro, de la moneda. Y por ello, claro, felipe calderón, y sobre todo el encargado de las tareas sucias, garcía luna, parecen estar tan inquietos tras el desenlace. De una manera u otra, estaban encaminados a perder… cuando más importaba sumar puntos a favor de la causa del continuismo bajo la parafernalia presidencial.
No es, desde luego, un enfrentamiento entre géneros sino más bien se trata de reconocer o no el espíritu de la ley en una nación en donde su gobierno, el de México, suele interpretar a su gusto las normas fundamentales para irlas adaptándolas a las circunstancias, una y otra vez, hasta convertirlas en rehenes de los grupos dominantes en la política interior. Así fue con el PRI, así fue con el PAN, como si la banda presidencial conllevara el privilegio de la simulación por efecto de la tolerancia e ignorancia de la plebe. Tal ha sido, para infortunio de todos, la amarga historia de la transición y la alternancia cuyos frutos nadie es capaz de describir con propiedad.
Debate
En el arrebato de las campañas por comenzar, cuando ya se publican encuestas diarias con el libre albedrío de las empresas comunicadoras –por encima de la libertad de expresión está el derecho colectivo al raciocinio que evite la manipulación y lo digo en aprecio de cuanto he defendido a la primera-, los signos no pueden ser más desalentadores: ni siquiera las rebatiñas de las precampañas, todas ellas superficiales o poco profundas para decirlo con mayor suavidad semántica, sirvieron para interesar al conglomerado con lo que se perfila un serio ganador: el abstencionismo. En la medida en que cunda la decepción y la ansiedad, en la misma línea se llenarán las urnas “transparentes” de aire y no de sufragios.
Veo hacia atrás, al 2010, cuando en Tamaulipas, tras el crimen no esclarecido del médico Rodolfo Torre Cantú, sólo un veinte por ciento de los empadronados se atrevió a asomarse a las mesas electorales. Y no sólo por el temor explicable hacia una perspectiva descontrolada por las grandes mafias sino, sobre todo, por la orfandad política que se percibía por la ausencia de candidatos preparados para sobrellevar el timón. Era imposible, y lo fue, reconstruir lo perdido en siete días. Ni el enano célebre de Uxmal se hubiese atrevido a tanto.
Observo hacia delante y me encuentro con un horizonte plagado de desafíos insuperables, desde la nueva guerra fría hasta la interconexión indiscutible de las grandes mafias con los representantes perentorios del poder público a los que hace millonarios. No falta uno solo en este renglón, mucho menos la familia presidencial cuyos negocios les blindan para mucho más allá de 2018. Para algo sirvieron en el régimen anterior los cuñados “incómodos”, de calderón se entiende, sobre todo Hidelbrando y Juan Ignacio Zavala Gómez del Campo quienes abrieron las puertas a decenas de empresas hispanas y estadounidenses a cambio de una rebanada del pastel. ¿Nunca serán investigados como no lo han sido los Fox? Sucede, por supuesto, que en este renglón peña nieto supera a sus predecesores y mantiene una escandalosa danza de los millones: 169 mil millones de pesos –o mucho más de acuerdo a como vaya el mercado- será el costo del flamante aeropuerto metropolitano… la inversión pública mayor de la historia para servir a sólo el 8 por ciento de los mexicanos, aquellos que usan los servicios aéreos. Abundaremos, claro.
Siquiera que estos los próximos, y acaso últimos meses, de administración federal, le sirvan a peña para hacer un acto de contrición y rectificar en lo posible cuanto pueda aunque ya sea muy poco lo que le quede de oxígeno.
La Anécdota
Los ferrocarriles de “alta velocidad” sólo han servido, hasta el momento, para el pago de altas comisiones, específicamente a las hermanitas, Verónica y Ana Cecilia, mientras el otro cófrade, Arturo, administra con avidez los “negocios de la familia”. Así lo ha declarado con absoluto descaro sin desligar al poder público de las complicidades particulares. Quizá el ir y venir del mandatario en curso sobre el tema de la vía hacia Querétaro, que ya ha costado en indemnizaciones la tercera parte del costo de la construcción paralizada, es cuanto le ha blindado financieramente para el futuro.
Y, mientras tanto, vuelan los millones a lo que fue la Laguna de Texcoco, o lo que quedó después de la fundación de Tenochtitlan, para el aeropuerto con seis pistas planeado para terminarse, en su primera etapa apenas, en 2020. ¿Y si en 2018 se da un vuelco a la historia para sorpresa de los apostadores en pro de la inmovilidad? Se irían los millones y nadie sería enjuiciado ni siquiera investigado. Lo de siempre, por supuesto.