Rafael Loret de Mola – La Libertad (de peña)
- La Libertad (de peña)
- Todos Quieren a Cuba
- Los Gestos Fantasmas
Por Rafael Loret de Mola
Una vez más, como cada mandatario mexicano, el señor enrique peña nieto habló de su respeto a la libertad de expresión. Es, claro, un lugar común del que no se permiten salir los emisores de las sentencias superiores, antes intocables y ahora fuentes de críticas como demostración fehaciente de que si la clase política NO evoluciona, la sociedad sí y con entereza tal que, con justo conocimiento de la leyes, exige la salida del personaje mexiquense quien ha decepcionado hasta algunos de sus más acendrados seguidores. ¿Pagarle a su esposa cincuenta mil pesos diarios por desempeñar el “riesgoso” papel de “primera dama”? ¿No será que el presidente requiere a una doble para no exponerla?
De nueva cuenta se “garantiza” la libre expresión sobre los cadáveres de decenas de informadores y un tanto mayor en condición de “desaparecidos” –una sentencia en ocasiones bastante peor porque implica la muerte en vida, destino compartido con casi diez mil personas más con inclusión de los normalistas de Ayotzinapa-, y sin la menor voluntad política de esclarecer los “crímenes del pasado” que marcaron a la clase política, desde la infausta década de los ochenta y bajo la férula de miguel de la madrid –ya en el inframundo- y manuel bartlett –a quienes algunos confunden con Saulo de Tarso, San Pablo, para justificar su “conversión” mesiánica al izquierdismo y con ello esconder sus crímenes hasta que la ancianidad lo excluya de las cárceles como sucedió con el genocida luis echeverría-.
La fórmula aplicada en la praxis suele ser muy sencilla. Me la dio, hace años ya, el hoy extinto Guillermo González Calderoni, asesinado en MacAllen y quien fue el encargado de algunas de las tareas sucias al servicio del señor carlos salinas como los crímenes contra los neocardenistas Román Gil Heraldez y Francisco Xavier Ovando en las vísperas de los fraudulentos comicios de 1988. Es curioso: este columnista menciona en un mayor número de ocasiones estos terribles hechos cuando, al parecer, se han borrado de la memoria de los dirigentes izquierdistas, desde Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano hasta Andrés Manuel López Obrador.
Considero uno de mis deberes primigenios tratar de evitar que la amnesia nos envuelva al grado de caer en la falacia de dotar de segundas oportunidades a los predadores del poder. Por allí alguna aspirante a diputada solicita que, ahora sí, se le crea porque su actuación anterior dejó mucho que desear y así por el estilo. No debemos caer en tales falacias, típicas de los fariseos apropiados del templo: tales sujetos no cambian nunca; en realidad no se han salido de su misma línea: servirse del poder manipulando, mintiendo y buscando fastuosas redenciones con el aval de los ingenuos y los imbéciles.
Lo extraño es que algunos de ellos han pretendido adueñarse de la iniciativa en pro del referéndum sobre la (i) legitimidad del mandato presidencial, misma que se extendió a través de las redes sociales –en este momento las más confiables en materia de comunicación-, aduciendo que “es de sabios cambiar de opinión”. Pues entonces convirtamos en sabios a los asesinos y ladrones tras las rejas para brindarles la oportunidad de contar con una curul o un escaño sin necesidad de colectar candidaturas buscando a quienes pueden costear sus campañas con dinero sucio y alguna vez limpio. ¿No se percatan de aquellos que gastan en proselitismo bastante más de cuanto ganarán, de acuerdo a sus salarios oficiales, durante sus respectivas funciones? Tal debería ser una clave para desnudarlos, amén del nepotismo ramplón.
La libertad de la que nos habla el señor peña se reduce, claro, a los cantos de sirenas sobre “lo mucho bueno” de su gobierno como el anuncio de la incorporación de una nueva empresa, Vidania, de socios mexicanos prestanombres, en el sector turístico con una tarjeta de presentación de 18 mil millones de pesos. ¡Felicidades! Con eso podrá salvarse la inútil heredera, Claudia Ruiz Massieu, de infortunado paso por SECTUR.
Libertad es, para peña, exaltarlo mediáticamente y no caer en la vulgaridad de cuestionar los gastos excesivos de su familia y de la postiza, las hijas de José Alberto “El Güero” Castro quienes se encontraron la mina de oro de Los Pinos, aduciendo que su mujer, la otrora popular “Gaviota” –es el único papel por el cual se le recuerda de sus tantas telenovelas-, ya era multimillonaria, gracias a Televisa –que no suele liquidar con excelencia a sus artistas exclusivos sino sólo mantenerlos bajo el fórceps de la exclusividad-, y por ende no requiere de dar explicaciones. Ella es quien goza de libertad, no los medios incómodos en búsqueda de la información detrás del poder para extenderla al gran mandante: el pueblo en su conjunto.
Esto es: la libertad de expresión termina en donde comienzan, según peña, los intereses del Estado, confundido el término con su propia persona en una de las mayores deformaciones conocidas. Patria, nación, estado, presidente, son nominativos con diferentes acepciones no coincidentes; pero esto lo podrían entender cuantos leen y no exaltan su incultura aduciendo que es casi un estorbo para ejercer el poder omnímodo. Por ejemplo, Marcos o Galeano, es adicto a la lectura; peña, no. Bajo esta comparación, los guerrilleros serán siempre desdeñados y brillarán las luces de la ignorancia. Pobre país si lo permitimos.
La libertad de peña se acota en cuanto se señalan los onerosos gastos de sus doscientos invitados a Gran Bretaña bajo el aliciente de ver convertida a la damita Angélica Rivera en la Cenicienta, con carroza y todo, paseando al lado de la realeza británica; una aspiración que sólo podría haberse dado como fin de un “culebrón” –como llaman en España a las telenovelas producidas por Televisa y Azteca-, con la niña pobre exaltada al paraíso de los ricos en donde las bardas separan a la plebe de los aristócratas y todos son felices comiendo pasteles, como sugirió la austriaca María Antonieta. (No olvidemos, por cierto, que ésta terminó decapitada en la actual Plaza de la Concordia en París).
No es válida la libertad, en la versión de peña, si ésta cae en la intolerancia sobre los casos no resueltos de Tlatlaya e Iguala y Cocula, ni en el viaje a China y Australia en momentos de emergencia nacional. De este absurdo periplo, por cierto, peña sólo se trajo deudas –por desbaratar la concesión para construir el ferrocarril entre México y Querétaro –no escuchamos la menor protesta del gobernador, José Calzada Rovirosa, tan comedido y distante de los intereses populares, ni de los queretanos afectados por la burla-, mientras el dolor por las fosas clandestinas encontradas –si los residuos humanos no eran los de los normalistas, ¿acaso no tienen importancia los hallados?-. Basta esta actitud para restar cualquier autoridad moral al mandatario federal en funciones… con la salvedad de que estamos “abusando” de la generosa tolerancia oficial y podemos ser objeto de una andanada grosera mediando hackers y otros tipos de plebeyos con ganas de formar parte de la corte de aduladores a sueldo.
La libertad de peña sirve para que él exprese las mayores discordancias sin ser cuestionado por su notoria ausencia de oxigenación cerebral. ¡Maldito aquel que pretenda conocer su expediente médico! Esto no es libertad sino conjura contra la inmarcesible institución presidencial, que nos quede muy claro. Él puede hablar sin que a los críticos se nos suspenda la trágica sentencia, dictada desde los tiempos del alevoso fox y las “muchas faldas” que le acompañaban, de pertenecer al “círculo rojo” y ser descalificados por ello aunque, tiempo después, se acepten nuestras razones atribuyéndoselas a los voceros de una oposición “triunfante”. En lo personal me ha sucedido varias veces, pero en dos de manera descarada: tras las alternancias que sólo cambiaron los colores de la recámara principal de la casona presidencial.
Debate
Burda libertad la nuestra; pero, pese a todo, nos arriesgamos, aunque nos quede lejos el premio de la comunicación que ahora fue dado a la empresa “New Arch” que jamás ha emitido opinión alguna sobre la ausencia de credibilidad general en el mal gobierno mexicano; lo suyo es otra cosa: la complicidad para tapar el sol con un dedo. Debiera la ciudadanía, entonces, intentar ocultar, con muchas manos, los luceros de la mañana.
La libertad, en fin, está en nuestras manos no en la gracia de los poderosos que tienen la generosidad de dejarnos escribir y hablar sin tomar en cuenta los señalamientos. Mientras, el señor peña seguirá concurriendo a los actos preparados en los cuales puede blindarse en exceso hasta de sus anfitriones. No asoma las narices por donde no haya filtros excesivos ni esté demasiado cerca el pueblo demandante. Se acabaron, dicen, los incidentes… y con ellos, claro, la libertad.
Por supuesto, esto trae consecuencias de toda índole. Por ejemplo se anuncia que cuarenta y tres grandes empresas hispanas están prestas a invertir en Cuba en donde, al parecer, tienen mejores condiciones para el desarrollo de sus filiales y mayor seguridad gracias al respaldo de los Estados Unidos que comienza a ser distante respecto a un México. Para nosotros la receta es otra: plantearse que somos un “estado fallido” en donde los gobernantes se lucen en los salones espléndidos de Europa mientras los gavilleros se benefician por el tráfico de armas, el gran negocio de Jaime Camil Garza quien lo extiende a sus socios, los presidentes que van pasando desde el periodo de miguel de la madrid a la fecha. Ni uno solo se le ha escapado.
Veintidós millones de armas cruzan por nuestro territorio nacional cada año. Ya no hacen escala en La Habana sino en nuestras capitales para ser repartidos en Asia, sobre todo en Medio Oriente, y África. El gobierno mexicano lo tolera porque para eso goza de cabal libertad mientras quienes los señalamos caemos en los niveles de la irresponsable subversión. Esta es la penosa historia.
La Anécdota
Durante la reciente “cumbre” en Panamá con los jefes de Estado de Latinoamérica y el presidente estadounidense, fue nota destacada el cruzamiento sutil de bienaventuranzas entre Cuba y el gobierno de Washington. Pero muy poco se dijo sobre el reclamo –con tono agrio y alto-, del venezolano Nicolás Maduro Moro a Barack Hussein Obama –tales son sus apellidos-, sobre la grotesca intervención de la Casa Blanca en asuntos propios de los sudamericanos.
No defiendo a Maduro, quien no merece aplauso alguno en tanto reprima y encarcele a sus opositores escupiendo contra la democracia, pero sí el derecho de Venezuela de rechazar las amenazas del gran gigante continental que tantas veces se han cumplido, por ejemplo, en Panamá mismo cuando el país fue invadido en 1989 para aprehender, con un reguero de sangre, a su otrora aliado, Manuel Antonio Noriega, “El Cara de Piña”, quien “paseó” por prisiones de Estados Unidos y Francia hasta ser extraditado a su país en diciembre de 2011.
La historia sin fin.