Rafael Loret de Mola – Infamias militares
Por Rafael Loret de Mola
Resulta que un año después alegan que un grupo de militares “encubiertos”, esto es vestidos como civiles, conocieron de la brutal agresión contra los normalistas de Ayotzinapa mientras tal ocurría; peor aún: El comandante del 27 Batallón de Infantería, con sede en Iguala, José Rodríguez Bravo, aseveró que mantuvo comunicación directa con el subdirector de Seguridad Pública del municipio, Felipe Flores Velázquez, hoy prófugo y de quien se dice haber sido quien entregó a los jóvenes a los sicarios del grupo de matadores humanos, “Guerreros Unidos”, sea para explotarlos hasta su muerte o para matarlos de una vez intentando tapar huellas y rastros, lo que hicieron con una eficacia insólita.
Otra versión que marca la tendencia a ocultar los hechos más dolorosos, acaso en cuantos intervino el titular de Gobernación, “el chino” Miguel Ángel Osorio Chong, quien tuvo la feliz ocurrencia de dar una lección a la Normal Isidro Burgos, de Ayotzinapa, entrando a ella en busca de subversivos como para taparle “el ojo al macho”. ¿Qué pretendía? ¿Una matazón para sembrar un arsenal en la casa de estudios y tener un mejor pretexto para cerrar TODAS las normales rurales por su tendencia al alzamiento? De haberse dado este paso el país se habría incendiado por los cuatro puntos cardinales. Pese a ello, la Secretaría de Educación Pública, ahora dirigida por el “favorito” presidencial, Aurelio Nuño Mayer, solo mantiene a dieciséis de estos planteles luego de haber cerrado, “discretamente”, a la mayor parte de cuantos existían con abierto temor hacia la incubada protesta contra la administración peñista. Fascismo puro.
Por cierto, en una ocasión, cuando los comuneros cerraron la célebre Autopista del Sol en 2013, un año antes de la tragedia descrita, Enrique Peña envió a su colaborador Nuño para “negociar” con el entonces gobernador Ángel Aguirre Rivero. Entre los dos, tras algunas horas de intercambio de opiniones, se llegó a la conclusión de que aguirre solo actuaría si no se levantaba el bloqueo.
Nuño, con una sonrisa indescifrable, acudió al lugar del diferendo y advirtió a cuantos protestaban:
–¡Váyanse! Acabo de estar con el gobernador Aguirre y me dijo que está dispuesto a mandar a la Policía a matarlos a todos ustedes. Y allí ya no podemos
intervenir.
Enseguida, sin dar pie a la réplica, abordó su helicóptero y salió, literalmente, volando desde la carretera; los campesinos, entonces, decidieron por su cuenta… retirarse para evitar una “crónica de una muerte anunciada”, como explicaría el gran Gabriel García Márquez, a quien algunos depravados intelectuales situaron como bárbaro por su afición a las corridas de toros. ¿En qué punto vivimos? ¿En el de los circos sin animales, como el elitista Cirque du Soleil, en donde se añora a caballos y elefantes presentándolos en telones o en los escenarios representados por seres humanos que los imitan? Son algunas de las interrogantes que una sociedad moderna, equitativa y justa deberá ponderar contra las prohibiciones al estilo mussoliniano.
Lo mismo sucede con los elementos del Ejército, cooptados desde las colinas más depauperadas –a donde igualmente acuden las mafias en busca de sicarios como relaté en “Ciudad Juárez”, publicado aún por Océano cuando todavía existían editores dignos allí-, dispuestos a seguir órdenes a ciegas para evitarse las mazmorras de la disciplina militar que traspasa incluso los límites constitucionales contra las condiciones infrahumanas. ¿Alguna vez se ha planteado la pomposa Comisión Nacional de Derechos Humanos esta situación que marca la beligerancia extrema de las tropas, deshumanizadas, que disparan a cuanto se mueva cuando los mandos interceden?
En Tlatlaya, el 30 de junio de 2014, se dio inicio a los genocidios por parte de los uniformados. Por lo menos, hasta donde nos es dable conocer. Tres meses después, cuando el caso se había abandonado creyendo que se trataba de la ejecución de una banda de secuestradores, la prensa norteamericana -¡qué vergüenza!-, publicó fotografías de niños y jovencitos masacrados ante una barda de fusilamiento. La versión del general Salvador Cienfuegos, titular de la Defensa Nacional, cayó por los suelos como ha ocurrido con otros expedientes igualmente grotescos. Y solo entonces fue factible encontrar el verdadero móvil de la matanza: Los soldados y los mandos menores buscaban una casa de seguridad, en San Pedro Limón, en donde sabían que encontrarían, como lo hicieron, 800 millones de dólares en efectivo… mismos cuyo destino se ignora hasta el momento si bien existen señalamientos de que fueron a parar a los escritorios de los más altos jefes del Ejército, Cienfuegos y su “comandante supremo”.
(“Empeñados”, Jus y Fundación Loret de Mola, 2015).
Quizá Esta sea una de las razones por las que se ha tratado, por todos los medios, paralizar y censurar la distribución del libro citado en plena ebullición antipeñista: Diecisiete de cada veinte mexicanos repudian al régimen actual y tal no es cualquier cosa. No importa mientras el mensaje se extienda y lleguen al mayor número de compatriotas, los hastiados y cuantos aún defienden, a ciegas, a un gobierno que ya perdió toda legitimidad política y lo más grave ha colocado en manos castrenses, al lado de dos miembros del gabinete Luis Videgara Caso y Aurelio Nuño Mayer, el destino del país sin mediar el menor consenso democrático.
Si peña está enfermo es cuestión de raciocinio concluir si está en condiciones de gobernar; si no lo está debe darse a conocer, cuando menos el expediente médico, aun cuando en este caso sería necesario actuar con incredulidad: Ya sé cómo se las gastan los peritos capaces de modificar las autopsias o realizar alguna apócrifa –como hicieron con el cadáver de mi padre con la anuencia del miserable cobarde Manuel Bartlett-, para desviar las responsabilidades y manipular a la opinión pública. Pese a la advertencia sería un primer paso para resolver lo que muchos consideran un enigma acerca no solo de la salud presidencial sino del derrotero nacional.
Me preguntaron hace días, para un documental destinado a exhibirse en Tijuana y producido por mi amigo Rafael Olivera, que si creía encontrar vínculos entre la masacre de Tlatelolco, hace ya cuarenta y siete años, y los acontecimientos actuales. Aunque no necesariamente existen hilos conductores entre un escenario y otro hay ciertos paralelismos como la soberbia institucional, la exagerada presencia del Ejército en las calles, la presidencia arrinconada y los cientos o miles de víctimas civiles, sin duda, lo más grave del escenario brutal. Esto es: No existe cambio alguno entre aquel día fatídico, el 2 de octubre de 1968, y los días transcurridos entre junio de 2014 y la actualidad cuando el señor Peña fue llamado asesino en las calles de Nueva York y debió discursar en la ONU, con un auditorio semivacío y desinteresado, sin mencionar siquiera las atrocidades vividas en México, pero sí ampliando su condena al “nuevo populismo” que él encabeza sobre todos los demás a quienes pretendía dedicarle la fraseología. Ni siquiera en este punto mide las consecuencias.
Lástima que algunos, como Andrés Manuel López Obrador, optaran por ponerse el traje aunque no fuera para ellos. Debieron exigir cuanto se sintieron recipiendarios que, cuando menos, el mandatario señalara nombres y grupos antes de lanzar generalizaciones, por lo general, rebosantes de imprecisiones y felonías, jamás del menor sentido autocrítico. ¿O no fue “populista” la burda y fallida “cruzada contra el hambre” que obligó a trasladar a Rosario Robles de Sedesol a la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano, como funcionan estas cosas: La mujer seductora de San Antonio de las Alazanas –“Con todo el Corazón”, tituló a su autobiografía incompleta-, se convirtió en todóloga capaz de ejercer hasta de enfermera en la Secretaría de Salud.
Con estas variantes se confirma la escasa capacidad del señor Peña para intentar frenar los excesos militares y, por ende, establecer la secuencia de la evidente intervención del Ejército en todos los sucesos de armas que se han venido tanto, algunos todavía ocultos detrás de las bambalinas, y el avance de los mandos castrenses en la dirección del país. ¡Cuidado! Sé muy bien lo que están leyendo amables amigos. Y por ello es menester extender la cuestión para no ser sorprendidos por cuantos desean una catástrofe pretextando el despertar de la ciudadanía.
Dicho de otra manera: actúa ya la ciudadanía y presiona lo necesario para retirar al actual Gobierno putrefacto, o podremos caer en dos escenarios indeseables: El del estado fallido que es pretexto para una silenciosa intervención estadounidense mucho más efectiva que las invasiones ya sufridas en el siglo XIX y en el XX; o podremos terminar bajo las botas militares, esto es con la vuelta a los gobiernos militares que terminaron en 1946 y pudieron rehacerse en 1968 aunque en esta ocasión el presidente Gustavo Díaz Ordaz supo negociar las lealtades con el entonces general Marcelino García Barragán, cuya efigie puede observarse en el Jardín de los Hombres Ilustres de Jalisco en pleno corazón de Guadalajara.
Así es como se han construido las historias negras, con nuestra tolerancia o a causa de la cobardía y la ignorancia de algunos. Lo dicho, ni un paso atrás: PARO NACIONAL. 14 DE OCTUBRE. Faltan cinco días.