Rafael Loret de Mola – El Deber de Votar
- El Deber de Votar
- La Tercera Guerra
- Humor de Catalanes
Por Rafael Loret de Mola
De acuerdo a la Constitución, tan parchada –nada menos que seiscientos veces- que no es extraño encontrar en ella contradicciones severas –máxime la ignorancia supina de algunos legisladores de la nueva ola que hasta llegan en pants a los plenos sin mostrar el menor recato… y de algunas señoras o señoritas que se sienten en una pasarela y actúan exhibiéndose físicamente alegando su derecho a vestirse como les apetezca sin aportar NINGUNA otra cosa-, a causa de debates inútiles, dentro de la partidocracia extrema, en los que cada fracción toma posiciones, no pocas veces ridículas, con tal de “vencer” a sus adversarios. Las grotescas “victorias” del malhadado “Verde”, en alianza con cualquier bancada, es un buen ejemplo de ello… especialmente cuando se montan en iniciativas ajenas.
Es tan penoso el asunto que si siguiéramos, literalmente, el texto constitucional caeríamos en una crisis severa en cuanto a los derechos de los mexicanos. Por ejemplo, el artículo 82 delinea las condiciones para acceder a la Presidencia y sostiene, en su primer apartado, que para serlo se requiere ser “ciudadano mexicano por nacimiento… e hijo de padre o madre mexicanos”. Esto es, siguiendo letra por letra el ordenamiento, quienes tuvimos la suerte de ser hijos de sendos progenitores mexicanos… ¡no tenemos este derecho! Sólo aquellos, como vicente fox, que descienden de un padre o madre extranjeros y un padre o madre mexicano. Se les olvidó a los “parchadores” camarales especificar el punto y como está la interpretación correcta es la que hago. Barbarismo jurídico, diríamos.
Nadie, por supuesto, se ha preocupado por corregir el texto, manoseado para posibilitar la llegada de fox al poder con la consigna estadounidense de por medio y los servicios rastreros del entonces abogado Santiago Creel Miranda quien forjó su futuro a partir de entonces, considerando que ocuparse de algo tan “nimio” sólo distraería a la opinión pública acosada por temas de superior calado. Esto es: ¿no tiene la menor importancia que de acuerdo a la Carta Magna los mandatarios, hijos de sendos padres mexicanos, no sean legítimos? No lo fue, a partir de la reforma respectiva, calderón, ni lo es peña nieto. ¿Es únicamente una anécdota o una deformación extrema del estado de derecho?
Me preguntan si es o no una obligación de la ciudadanía votar. El artículo 35 de la Constitución señala como primera de las “prerrogativas” del ciudadano –el mexicano mayor de dieciocho años en pleno ejercicio de sus derechos cívicos, esto es no recluido ni sujeto a proceso-, el votar en las elecciones populares. No se habla de obligación que pudiera dar lugar a una coerción, ni siquiera a una sanción administrativa como muchos temen aunque prefieran abstenerse.
Pese a ello, el artículo 38 urge a la pérdida de los derechos y prerrogativas del ciudadano el incumplimiento de cualquiera de “las obligaciones” sostenidas en el artículo 36 en donde igualmente se señala obligatoriamente el sufragio universal La prerrogativa se convierte en obligación con una página de por medio. En la praxis es otra cosa: la línea de abstencionistas rara vez baja del treinta por cierto del Padrón, lo que en la actualidad equivaldría, aproximadamente, a veinticuatro millones de mexicanos. Y que to sepa a ninguno se le ha sancionado, ni colgado una multa o se le ha hecho perder su trabajo como los jilgueros partidistas insisten. Sería catastrófico.
Pese a lo anterior, la contradicción mayor aparece otra página más adelante, en el artículo 39 el cual establece los términos de la soberanía popular que “reside esencial y originariamente en el pueblo” y agrega, rotundo:
–“El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno”
La contundencia de la expresión no está acompañada por alguna ley reglamentaria que indique cómo proceder para lograr tal objetivo. Está la sustancia no la fórmula; y sin ella caben todo tipo de especulaciones y recursos, entre ellos la solicitud de un referéndum con el aval de una parte importante de la sociedad. Las Cámaras, en donde se supone recala la representación popular –específicamente en la de Diputados porque el Senado es la conjunción de la República a través de quienes acceden a ser representantes de sus entidades-, tienen la obligación de dar cauce a los intentos soberanos de la sociedad, los mexicanos en su conjunto o en su mayoría, para modificar o cambiar radicalmente la forma de su gobierno. Tal es el caso actual.
La ineficacia galopante de la clase política, mezclada con la partidocracia, chantajista y oportunista desee la oposición cómoda, se convierte así en un muro entre los mandantes, el pueblo en general, y sus mandatarios, quienes debieran obedecerlo. De un tiempo a la fecha, ni siquiera las pocas obras de infraestructura tienen aval democrático alguno porque no hay consensos generales sino al contrario: en infinidad de ellas –digamos en el Distrito Federal donde se construyen bordos y banquetas que elevan el grave problema del tráfico en sentido opuesto a los ejes viales del regente Carlos Hank González a mitad de los setenta del siglo pasado-, se repelen porque se imponen las tales “mejoras” que difícilmente benefician a los vecinos de donde se estructuran. Y esto también atenta contra las “prerrogativas” de la comunidad nacional.
Sobre el voto, la obligación de ejercerlo se “topa” con el derecho del colectivo –o de la mayoría de éste-, de modificar la forma de nuestro gobierno cuando se estime que ha perdido autoridad moral y es, por ende, ilegítimo. Insisto: la democracia no termina a la hora de emitir –o no- el voto, sino se prolonga a través de las conductas de quienes han sido señalados para cumplir funciones de las que, si se desvían, deben ser separados si no son capaces de mantener el aval de la mayoría, esto es el reducto supremo de su legitimidad.
Por ello, la clase política le teme tanto a la abstención y la deja pasar. En Tamaulipas, en 2010, tras el crimen contra el médico Rogelio Torre Cantú seis días antes de los comicios, la afluencia a las urnas se redujo a sólo el veinte por ciento de los empadronados… ¡y se consideró legítima la misma pese al evidente rechazo de ocho entre cada diez ciudadanos! Una ignominia en toda forma. Y hay muchos otros casos similares en los que se ha disimulado la ausencia de electores con el oprobio del manejo ilegal de las estadísticas. De ello sabe mucho el señor manuel bartlett, ahora bajo los pantalones de Andrés Manuel, el cínico que pretendió desmantelar a la izquierda y ahora pretende abanderarla en un referéndum que, de modo alguno, debe tener tinta partidista alguno.
Y aquí insisto en nuestra propuesta: sólo la ciudadanía debe tener voz para ejercer su soberanía ante el desprestigio, casi total, de las dirigencias de los partidos políticos con registro. No hay fe en ellas porque se han cansado de decepcionarnos con ausencia de respuestas sobre los asuntos torales; y no faltan los incondicionales, tuertos o ciegos, quienes se aprestan a las luchas pírricas contra cualquier señalamiento que pretenden crítico sin dar debido cauce a las interrogantes serias. Si esto es democracia, entonces peña debe ser Napoleón por lo destructivo y sin la espada emblemática que tuvo en sus manos nuestro dictador, Porfirio Díaz. Sólo eso le falta cuando visite la familia feliz, o “muégano”, a la llamada ciudad luz. No necesitamos explicar a cuál nos referimos.
Votar o no es una prerrogativa de cada quien. Falso que si no se acude a las urnas se beneficie ¡al PRI!… como si no hubiera representantes de todos los partidos en las mesas electorales. Mentira igualmente es que se deja la boleta respectiva en manos de los alquimistas… cuando decenas o cientos de éstas sobran, sin ser marcadas, tras la jornada respectiva. Igualmente es una insensatez sostener que quien NO vite será perseguido eternamente por los dantescos zombies de los tiempos modernos cuando JAMÁS se ha producido la menor coerción sobre quienes no han acudido a las urnas.
Lo anterior no quiere decir que los invite a NO votar; sólo intento desmenuzar los pros y contras reales dentro de una legislación en donde las interpretaciones suelen pesar mucho más que la esencia y el espíritu de las leyes.
Debate
Desde luego, nuestro gobierno no está preparado para enfrentar un conflicto global como el que avizoró Günter Grass, recientemente fallecido, en su apocalipsis particular en donde expresó que las naciones se encaminaban, sin remedio, hacia una catástrofe, sin remedio, que podría terminar con el mundo “civilizado”, aún incapaz de resolver los asuntos complejos con libertad y paz sin guerras ni violencia extremas. No hay diferencia, en este punto, con la existencia cavernaria.
La guerra siempre nos revolotea cerca. Y, por ende, la muerte temprana. En México, la intermitencia de la guerra considerada “de baja intensidad” porque no existen trincheras en el Zócalo, se ha llevado las vidad de ciento sesenta mil personas en los últimos seis años, cuatro bajo la gestión, si puede llamarse así, del ahora glorificado calderón quien viaja en “clase turista” y solo en una especie de propaganda silenciosa en pro de su adorada “Cocoíta”, Luisa María, la hermana que busca rescatar el “honor de la familia” ganando la gubernatura al tercer intento –uno de “jelioe” y dos por parte de ella-.
Ese “selfie” aéreo me recordó la cruzada de salinas, quien se dijo dolosamente ofendido por la aprehensión de su hermano rail que le salvaba a él, al realizar una huelga de hambre cuaresmal, de no más de tres días, en San Bernabé, en las cercanías de Monterrey, con su chamarra de piel de oveja y su rostro de falso, y patético, “luchador social” con millones en las alforjas. Luego, negociando para evitarle escándalos a su sucesor, el simulador zedillo, optó por el exilio en Dublín en donde pasó desapercibido porque muchos le confundían con un duende, por sus orejas, caminando por las calles de Dublín.
Si otra conflagración llega se deberá, sin duda, a la ausencia de rectorías universales en materia de justicia que detengan los abusos de las superpotencias. ¿Y la ONU sirve para algo?
La Anécdota
Los catalanes intolerantes son tan absurdos que presentan a su presidente, Artur Mas, como si fuera un mandatario de una nación independiente sin serlo aún. Y el español, Mariano Rajoy Brey –o lo escribimos cambiando la primera sílaba de su segundo apellido por “gu”-, lejos de prevenirlo lo ha dejado hacer hasta la medida de lo ridículo. Mientras, el equipo ese de futbol identificado como “Barsa” ya está buscando acomodo en la ¡liga francesa! Una auténtica tortilla de huevos con papas.
La disputa parece regionalista en extremo: Rajoy es gallego, como lo fue franco el sátrapa, y por allí los “airiños” soplan fuerte. Al cabo de unos años más, acaso hasta las colonias de la capital exhibirán mantas con la leyenda:
–“Vallecas –donde juega e Rayo Vallecano-, no es Madrid”.
De risa loca.