Rafael Loret de Mola – Colocando Sellos
*Colocando Sellos
*Reforma Archivada
*Cuestión de Damas
Por Rafael Loret de Mola
Hay quienes juegan a ser sabios, en política cuando menos y también en materias belicosas, proponiéndose siempre como quienes tienen la razón y sin admitir réplica posible ante sus particulares dechados de supuestas verdades inescrutables; su sola posición los pinta aunque, mientras más lejos lleguen serán, en la misma proporción, repudiados y marginados del debate social. Pretender estar por encima de los demás para juzgarlos, sin más argumentos que los superficiales mitos de sus iconos, es la senda que conduce con mayor rapidez hacia el autoritarismo. Hoy y siempre.
El juego, por ende, ya comenzó. Basta cuestionar las tendenciosas encuestas que colocan a ¡miguel ángel osorio chong! y a Margarita Zavala a la par con Andrés Manuel, para cargar con el miserable azote de quienes, al carecer de razones, descalifican a cuantos señalan el hecho como el primer brote real de intolerancia y manipulación de la carrera por la sucesión presidencial. Esto es: si no se está con el “chino” o con la “ex primera dama” es porque ya está dentro de los cauces de López Obrador aunque a éste se le cuestione, igualmente, por tantas malas compañías, entre ellas la intolerancia y la soberbia que lo aísla irremisiblemente, que lo llevan a dividir y no a sumar.
Hace unos días, ante mis puntos de vista sobre las candidaturas independientes y el anuncio de que podría incluirme con el favor de lectores, amigos y simpatizantes que lo han solicitado así, llovieron intemperancias –muchas menos que las adherencias-, porque eso sólo serviría como una suerte de esquiroleo “para restarle votos a AMLO” –textualmente- y hacerle con ello fácil la carrera al PRI y al PAN. Se olvidó mencionar que en la derecha los enfrentamientos entre el ex mandatario, felipe calderón, y la dirigencia del partido, encabezada por el joven pero no marioneta, Ricardo Anaya Cortés, pulverizan a la militancia e incluso la ahuyentan para regocijo de quienes calculan que la continuidad podrá darse, a favor del PRI, con apenas el 25 por ciento de los sufragios, una especie de trampa a la democracia que nunca ha sido ni, al parecer, será.
Pero, además, los quejosos, generalmente partidarios del inquieto tabasqueño y de su MORENA, parecían olvidar un hecho de cuya veracidad y contundencia no pueden dudarse: fue Andrés Manuel, y nadie más, quien causó un tremendo revoltijo en la izquierda, fue cortándoles las cabezas a quienes lo defendieron de versad con uñas y dientes mientras se rodeaba de la escoria ex priísta, incluso del mayor represor de la historia contemporánea, manuel bartlett, bajo el sofisticado pretexto de una “segunda oportunidad” al pie de los ochenta años y cuando el daño ya está hecho y no puede, ni debe, simularse ni ignorarse.
Sí, Andrés Manuel hizo que fuese imposible la unión de las izquierdas –en plural como suele decir el ingeniero Cuautémoc Cárdenas Solórzano quien coqueteó con MORENA-, por el tumulto de afrentas emanadas de él contra quienes, como seres humanos, pudieron o no equivocarse al externan desacuerdos, incluso muy serios, con las consignas del jefe mayor quien, a cambio, se escindió del PRD, juzgó a quienes se quedaron por haberse metido en el berenjenal del “Pacto con México”, un proyecto abortado sobre la mesa de negociaciones, y determinó que tal era suficiente para fundar otro partido, uno más, sobre la base de sus incondicionales de cepa… partidos por mitad.
Así, existen dos lecturas sobre la rebatiña por el Distrito Federal, en junio pasado. Para los morenistas fue un éxito incursionar por “primera vez” y ganar cinco de dieciséis Delegaciones, incluso algunas de las de mayor población, sin percatarse que, en realidad, antes ganaba catorce y que el PRD había alcanzado, ya sin él, seis de las mismas. No es algo para festejar, naturalmente; pero algunos creyeron que sí y, además, han utilizado la Asamblea Legislativa como punta de lanza para desbaratar las posibilidades, si es que le quedan algunas, de Miguel Ángel Mancera Espinosa con infortunadas decisiones en el seno de su administración como el célebre “corredor Chapultepec”, un verdadero fiasco paralizado por los vecinos.
Digo lo anterior porque, desde los precedentes, resulta bastante infantil suponer que las eventuales candidaturas independientes, si se dan y más aún si convencen, resten sufragios a la causa de MORENA; de crecer debilitarán a todos los partidos, sin excepciones, y no sólo al de López Obrador cuyos consejeros, por si fuera poco, se resisten a luchar por las segundas vueltas electorales con el propósito de que quienes queden en cabeza puedan aspirar al aval de una mayoría de votantes –si bien no de quienes integran el Padrón-, para con ello legitimar el mandato de una sociedad profundamente dividida y molesta por los tantos ensayos “democratizadores” de un sistema repleto de simuladores y farsantes.
Y, en la misma línea, las oposiciones deberían combatir las tantas posiciones plurinominales en sendas Cámaras, para aligerar los gastos excesivos y concentrarse en obtener diputaciones y senadurías de mayorías sin otros lastres. Esto sería magnífico para la evolución razonable de nuestra política atorada en criterios caducos que no pueden sostenerse más como aquella sentencia de Martí Batres, ahora presidente de MORENA en el Distrito Federal y falderito de López Obrador desde hace más años que los filmes de Cantinflas, sobre este esquema:
–Mira –me dijo- ya lo hemos medido y si lo hacemos… la derecha suma y nos gana.
¿Y por qué no pensar en la izquierda? ¿Acaso no suma nunca? Además, ningún demócrata comienza tratando de anular a sus adversarios sino, más bien, intentando superarlos con proyectos y planteamientos verosímiles. Pero para eso, claro, se requiere espíritu democrático y no autocrático para imponer criterios y caminos al resto de los competidores. Tal parece no está al alcance de los incondicionales de López Obrador ni de él mismo. Y ésta es la razón por la cual miles, millones de sus antiguos sostenedores se han retirado a cambio de dejar entrar a la escoria política ex priísta. ¡Cómo hubiese deseado que no se contaminara esta ruta para mantenerla selectiva! Y lo sabe bien Andrés Manuel a quien le preguntaría si la “autoridad moral” de bartlett está por encima de los “Chuchos”, a quienes llama traidores, de Carlos Navarrete, del cual se burla, o de los gobernadores por él engendrados a quienes, como en el caso del deleznable Graco Ramírez de Morelos o Arturo Núñez de Tabasco, pretendió manejar a sus anchas.
No por decir lo anterior estamos contra la propuesta de López Obrador, a quien sigo catalogando como el último líder natural surgido en México –aun cuando haya sido priísta en principio en la época en la que no había opciones para defender los “postulados” revolucionarios en la dicotomía fatal entre liberales y “reaccionarios”-, debemos aceptar las descalificaciones soeces de sus entenados y de cuantos, como si se tratara de iluminados tuertos, no aceptan sino la voz y los derroteros del ídolo. Esto no es democracia y, al contrario, ha posibilitado que en su circo le crezcan los enanos… incluyendo los mencionados falsamente como si compartieran el mismo nivel de apoyo público. No es así y lo saben los encuestadores de pacotilla: Mitowsky a favor de Margarita y Reforma en pro del PRI contra el viento y marea de su supuesta independencia… a la que elogió, no hace mucho, el propio Andrés Manuel creyendo evitar así la propaganda tendenciosa y a información sesgada.
No hay manera de dilucidar, entonces, cuáles encuestas son, de verdad, certeras por independientes. Siquiera alguna que refleje, en serio, cuanto percibimos en la calle: el odio hacia el peñismo y el PRI; la profunda decepción sobre los gobiernos panistas –un tanto rescatados por las torpezas actuales de la administración federal-; y la resistencia a creer en una corriente, la de izquierda, con cauces tan distintos desde cierta cercanía con la derecha y la radicalización total.
Ellos solos se quitan los votos en la medida en la que los electores se desprenden de las ventas; no son los independientes los esquiroles sino los dirigentes de cada partido con registro.
Debate
Es necesario insistir en los caminos que proyecta la archivada reforma política de tiempos de calderón –algo bueno dejó aunque él sabía que era irrealizable por los afanes en contra de los cobardes y timoratos-, en donde se insiste en las segundas vueltas electorales –necesarias, indispensables para volver a la legitimidad presidencial mayoritaria-, y en la disminución de las posiciones legislativas plurinominales y de representación proporcional, el reparto del miedo para simular pluralidad. Basta.
Los diputados y senadores, tan cómodos en sus respectivas sillas –gestatorias, cabría decir por el descaro de sus largas siestas-, no se atreven a dar los avances necesarios para lograr reformas definitorias y certeras. Prefieren las rebatiñas de comadres y las alianzas en “lo oscurito” para poder mantener influencias personales y ninguna representatividad popular que poco les interesa salvo cuando llegan las elecciones.
Quizá por ello, el alcohólico de Aguascalientes, Carlos Lozano de la Torre, ideó la manera de apoyar soterradamente al Partido del Trabajo y permitirle alcanzar trece mil votos, de los tres mil y algo necesarios para asegurar su registro alcanzado el tres por ciento de los sufragios generales, para tener colchones para invernar como los osos intocables en las reservas norteamericanas en donde con tanta facilidad se modifican los perfiles.
Lozano, con la boca chueca y olor a perfume barato que destila por todo su ser haciéndose repugnante, se creyó un sabio de la política sirviéndose, primero, de un fasrante panista, Luis Armando Reynoso Femat, para transar con él su llegada al gobierno hidrocálido, y después haciéndole la faena al PT para cubrirse las espaldas “asustando” a los advenedizos. Lo que debiera encontrar no es impunidad sino cárcel para todas sus desviaciones.
La Anécdota
No faltan quienes, enseguida, cuelgan también otro calificativo a cuantos, en ejercicio de la crítica, señalamos a algunas mujeres indeseables: ¡misóginos!, gritan alevosamente sin percatarse que, a su vez, caen en el grupo contrario, el de las misándricas, quienes odian a los varones por el solo hecho de serlo y son condescendientes con los indefinidos que las arropan.
En política no caben lloriqueos ni paridades de género. Las candidaturas debieran ganarse y disputarse de acuerdo a la capacidad y no a la genética. Deshagamos mitos y desviaciones. Y no perdamos jamás, eso sí, la caballerosidad hacia las damas que no utilizan la política para tratar de imponerse a sus odiados varones. Misándricas.