Rafael Loret de Mola – Capital Sagrado
*Capital Sagrado
*Priísmo en Alza
*Trajes a Medida
Por Rafael Loret de Mola
Cuesta trabajo creerlo, si bien menos que en otros tiempos cuando la secrecía de las inversiones solía sumarse a los misterios de la fe para evadir preguntas comprometedoras, pero hasta The New York Times, acaso el cotidiano con mayor prestigio del mundo, cuenta con una buena parte de acciones en manos del Estado Vaticano, lo mismo que diversos bancos, depósitos de oro, empresas gasolineras –la Shell y la Gulf, por ejemplo que ya se distribuye en casi todo el continente, constructoras cuya lista es larga, el Canal Fox –en donde suelen pasarse cintas con altos grados de erotismo-, disqueras como la RCA Victor, armadoras de automóvies la FIAT- y compañías aéreas, Alitalia y la TWA. Las riquezas del pequeño reino son abundantes y se esparcen por el mundo gracias a la “sabia” administración del Opus Dei y los Legionarios de Cristo aunque éstos, por obvias razones, no pudieron alcanzar la santidad para su fundador, Marcial Maciel, el execrable personaje oriundo de Cotija, Michoacán, que se volvió el pendón de los pederastas.
La Iglesia no es pobre aun cuando Francisco, el Papa argentino que recorre hoy los caminos de México –estará hoy en Chiapas con los indígenas si bien no se sabe si se les permitirá llevar a algunos pasamontañas-, dentro de un programa bien elaborado para que su presencia impacte a algunas de las regiones generadoras de mayores turbulencias aunque México, en este renglón, no termina nunca; le faltarían entidades en coma como Guerrero, Nayarit, Tamaulipas, Sinaloa, Coahuila, Quintana Roo, Veracruz y Oaxaca, entre otras varias. Que nadie se sienta excluido porque sería imposible que el Pontífice se diera a la tarea de realizar una suerte de campaña presidencial para tocar, siquiera, a cada una de las capitales estatales y no sólo a la Ciudad de México, Ecatepec, Tuxtla y San Cristóbal, Morelia y Ciudad Juárez. Ya habrá, nos dicen, otras oportunidades… pero tal es una duda severa por los males que le aquejan, su avanzada edad –setenta y nueve años-, y el deterioro causado por el choque permanente con la Curia Romana por cuestiones de fortuna material.
Alegan los voceros de la Iglesia que es necesario contar con tantos bienes e inversiones –para tal fue un genio el Arzobispo Paul Marcinkus, sospechoso de fraguar el presunto crimen contra Juan Pablo I en octubre de 1978, el año de los tres Papas-, para distribuirlos por el mundo y combatir con ello a la pobreza y, de paso, sostener a los misioneros y curas de las parroquias pobres. Pero según alegan los supuestos beneficiarios las ayudas no llegan salvo contadas excepciones.
En el caso de México, la Iglesia Católica tiene, en apariencia, sus límites: reconocida su personalidad jurídica en 1993, por los buenos oficios de carlos salinas y sobre la sangre del Cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, acribillado en mayo del mismo año, fue puesta en igualdad de circunstancias para cumplir sus deberes cívicos a cambio de casi todos los derechos excepto el privilegio de “ser votados”, aunque sí puedan sufragar, por aquello de los liderazgos naturales que generan sus propias investiduras. Las sotanas son más eficientes que las chapuzas políticas en miles de municipios de México.
Pese a lo anterior, el régimen prevaleciente resulta una fortuna para la Santa Sede. Como, de acuerdo a la reforma jurista destinada a poner a producir los llamados “bienes de manos muertas”, los inmuebles religiosos, desde templos y conventos hasta casas de asistencia, son propiedad del Estado si bien concesionados a quienes pertenecían antes, los religiosos claro. Y así permanecen tras la reforma salinista en un trato soterrado muy, pero muy conveniente: cuentan con el usufructo pero se deslindan de la propiedad de miles de iglesias esparcidas por el país evadiendo así, entre otras cosas, los pagos onerosos por el impuesto predial –dada la inmensidad de sus terrenos y espacios-, y cualquier otro tipo de tributo derivado de las acciones de los miembros de la Iglesia aunque se insista que su trabajo es sólo espiritual y, por ende, no hay manera de cotizarlo entre los causantes cautivos.
Tras la aprobación del célebre artículo 130 de la Carta Magna, pregunté al entonces Nuncio Apostólico, Girolamo Prigione, si con la regularización de las relaciones, jurídicas y diplomáticas, los sacerdotes y jerarquías de la Iglesia reconocerían contar con un estatus social que les obligara a cumplir con sus obligaciones fiscales. El representante de la Santa Sede arguyó:
–No, eso no. Debe considerarse que somos una institución cultural y, por ende, recemos estar exentos de cualquier tributo.
No había gran convicción en sus palabras sino argumentos ligeros para salir del paso. Tal evidencia que, para la Iglesia, es mejor negocio usufructuar los templos y conventos –propiedad de un Estado más que complaciente- y no ser dueños de los mismos en tanto le dispensen los impuestos y puedan laborar sin el menor contratiempo mientras las sotanas espantan a los recaudadores y los dejan fuera de cualquier posesión de la Iglesia.
Pero no es México el país en donde las cuestiones clericales tienen mayor peso en la vida gubernamental. En España, como muestra, la preeminencia de la Iglesia es abrumadora aun cuando la feligresía se haya reducido considerablemente en una nación partida por mitad y con escasa inclinación por las actividades de culto. Sin embargo prevalece lo que se conoce como la apropiación de bienes “por proclamación: esto es, basta que un alto prelado llegue a cualquier población y encuentre edificios públicos de alta rentabilidad para que asuma la propiedad de los mismos aunque se encuentren habitados o estén destinados a otros fines; por ese sólo hecho, el asegurar que son bienes de la Iglesia, pasan a poder y dominio de ésta. ¡Y ay de aquel que los reclame!
Son, pues, enormes los privilegios y las ganancias de las jerarquías eclesiásticas quienes, además, gozan de pisos de lujo en Roma –en conjunto con valor de cuatro mil millones de euros- para que nadie se sienta incómodo en la hermosa e histórica ciudad eterna. Y eso demuestra, per se, que sobran recursos para financiar las giras de su mayor Pastor considerando los aspectos relacionados únicamente con la proclamación de la fe. No se trata de asuntos de Estado sino de devoción y, entonces, es cuando las disposiciones inmensas del Estado Vaticano deben ofrecerse para aliviar, entre otras cosas, las tremendas desigualdades sociales. Ya no basta con las palabras de consuelo ni las oraciones a posteriori; existe entre el Papa, la Curia y los Episcopados suficientes capitales para no desangrar más los erarios de las naciones a visitar por el Papa Francisco quien insistió en devolver a su Iglesia su condición de grey para los pobres y no sólo para unos cuantos capaces de comprar, alevosamente, las indulgencias plenarias para así asegurar un sitio en el Paraíso. Cualquier inteligencia mediana no puede aceptar semejante embuste.
En resumidas cuentas, al gobierno de México le vendría bien, cumplidas las razones de la Reforma en el siglo XIX, que la Iglesia recuperara la propiedad de sus iglesias y, con ello, el imperativo de mantenerlas, cuidarlas y pagar los prediales respectivos porque, de otra manera, el Estado no se puede cobrar a sí mismo y los clérigos están felices. Además, tal circunstancia obligaría a que los actos masivos de doctrina y fe, como los que encabeza el Obispo de Roma, deberían ser sufragados por el clero, los religiosos y la feligresía en su conjunto –muchos de quienes la integran son millonarios de raigambre a quienes los sacerdotes hacen caravanas como en las antiguas cortes imperialistas-, sin que se cargara el peso al go9bierno, y por ende a los contribuyentes cautivos tantas veces ultrajados por la administración alevosa del erario.
Léase la Constitución, concretamente el ya mencionado artículo 130, y entonces se entenderá a cabalidad cuanto del texto no es cumplido por las jerarquías de una Iglesia, en México, muy convenenciera. Y ni modo que aleguemos que el Papa no sabe nada; es un hombre de preclara inteligencia no un caballo con los ojos vendados.
Debate
En Ecatepec, Estado de México, núcleo fuerte del peñismo e igualmente bastión del gobernador Eruviel Ávila Villegas, quien se considera presidenciable por efecto de su cercanía con el mandatario federal a quien sucedió en el Ejecutivo mexiquense, se tomaron el pulso los políticos y los religiosos con influencia ante ellos como en el caso del Obispo en retiro, Onésimo Cepeda Silva, de zigzagueante andar entre el glamour social y acusado por fraudes procesales graves –obviamente jamás condenado porque es, entre otra cosas, el confesor de cabecera de Carlos Slim Helú-, a quien se atribuye haber dotado a la Diócesis de la “Catedral” en donde ofició el Papa Francisco. Los priístas estaban muy contentos.
Por cierto, no pocos creen que con la bendición papal ya aseguraron, cuando menos, victorias electorales en siete entidades en el venidero cinco de julio: Aguascalientes –en donde el PAN es PRI-, Durango, Hidalgo, Tlaxcala, Tamaulipas en donde nadie sufraga-, y Quintana Roo amén de la E
“recuperación” de Sinaloa en donde Mario López Valdés optó por ser aliancista cuando el PRI lanzó a Jesús Vizcarra Calderón, entonces y ahora señalado por sus vínculos non santos… al igual que MALOVA.
Si ta es así no deja de ser curioso que algunas de las entidades citadas, la mayor parte de ellas mejor dicho, son dominadas por los cárteles de mayor fuerza, entre “Los Zetas” y la Federación de Sinaloa –encabezada por Ismael “El Mayo” Zambada García-, quienes presumen, sobre todo en Tamaulipas, Sinaloa, Quintana Roo y Durango, de ser los dueños del balón e imponer y remover alcaldes a placer y asegurar que los gobernadores ni siquiera hablen y los dejen hacer a sus anchas. De allí la morbosa impunidad en estas regiones asfixiadas… ¡y no nos olvidemos de Aguascalientes!
El caso es que, por el momento, el Papa Francisco, quien no ha analizado esta cuestión, bendijo en Ecatepec a una clase política putrefacta.
La Anécdota
Dicen los pocos viejos lobos de la política que aún quedan sobre el PRI:
“Es un traje hecho a la medida de los mexicanos; por eso más vale un remiendo que cambiar de sastre”.
Una ofensa, sí, a la inteligencia colectiva. Ahora complementan la sentencia:
–Las visitas del Papa aplacan, tranquilizan, hacen ver que los últimos serán los primeros. Pero, mientras llega la hora del Juicio Final, los PRImeros son los PRIístas.
Dios nos coja confesados.