México: el gigante dormido que no despertó
Por Ilka Oliva Corado / @ilkaolivacorado
De pronto pensamos que la desaparición de los estudiantes de Ayotzinapa iba a romper el dique y que el pueblo tomaría las calles para hacer escuchar su voz y que aquel gigante dormido despertaría. Era la hora, era el hasta aquí, era el ya no más.
Porque, ¿qué más puede soportar un pueblo cuando ya le han desaparecido y asesinado a sus hijas (los feminicidios que ya no son en la Juárez lejana y estigmatizada por fronteriza) cuando le han vendido la tierra, cuando le han privatizado hasta el deseo de respirar. ¿Qué más puede soportar un pueblo cuando los gobiernos les han robado hasta los sueños? Cuando la burla y la represión viene por parte de aquellos que se supone son los que deben velar por la seguridad. Cuando es el gobierno el culpable de organizar mafias criminales, cuando los sobornos, el tráfico de influencias y las desapariciones forzadas tienen orden presidencial.
Cuando es un escuadrón del ejército el que viola, asesina y desaparece a nuestras niñas, adolescentes y mujeres. Cuando es un grupo antimotines el que reprime la voz de su hermano y lo golpea hasta causarle la muerte. Cuando es toda una estructura policial la que secuestra a nuestros niños y adolescentes que jamás vuelven a aparecer. Cuando el plan de tortura lo elabora un consejero presidencial, con aval de un arzobispo, con el silencio de los beneficiados y lo indulta en el confesionario un sacerdote pederasta.
Qué más puede soportar un pueblo que lo ha vivido todo: la humillación, el fraude, la sequía y la vigilia perenne. El pavor, la ansiedad, la paranoia, el abatimiento emocional, el luto incesable que no tiene duelo. Cuando son miles los desaparecidos, cuando son miles los asesinados, cuando son docenas de fosas clandestinas las que gritan pidiendo justicia con sus entrañas llenas de sueños truncados.
Porque, qué más puede soportar un pueblo al que le han robado la sonrisa, la alegría y el amor.
No fueron las muertas de Juárez las que lograron indignarlo, la violencia de género sigue siendo tan patriarcal como el matrimonio heterosexual y religioso. No fue la Matanza de Tlalelolco, en la que la historia oficial contada al revés y con toda la saña de la oligarquía y el estado acabó con las voces rebeldes que estaban en aquella plaza.
Y es que en México también está prohibido pensar, pobre de aquel que sueñe con su libre albedrío. Pobre de aquellos que se manifiesten porque no durarán tres días vivos. Así fue y así es y seguirá siendo porque el gigante no se atrevió a despertar.
Pudo más el miedo, la desmemoria, la indiferencia, la ignorancia. Gracias a la ignorancia cambian televisores por votos, por aprobaciones, por silencio. Es negocio rentable el mantener al pueblo desmemoriado porque la amnesia ayuda a que no tenga capacidad de reacción, a que la indiferencia siga siendo el enorme abismo entre la pasividad y la acción.
Con estos 43 estudiantes desparecidos, el pueblo mexicano le dice al gobierno que puede hacer con él lo que se le venga en gana porque no es capaz de reaccionar, porque su dignidad un día fue y porque desconoce la solidaridad humana. Porque todo lo que le suceda al vecino no nos interesa, mientras no toquen a nuestra puerta y entren por nosotros, que corran ríos de sangre que imaginaremos que es agua de lluvia en torrencial.
Con esto le decimos que nos desaparezcan los estudiantes que quieran, que nos transgredan a nuestras niñas, que maten a nuestros hijos porque nosotros les damos toda la autoridad para que lo hagan y ni nos vamos a mosquear. Porque vamos a orar para que el Dios patriarcal nos brinde resignación.
Les decimos a los criminales que sigan asesinando periodistas, que sigan torturando defensores de Derechos Humanos, que sigan lavando dinero, privatizándonos hasta los anhelos y haciendo de nosotros unos auténticos monigotes.
Ayotzinapa es una segunda Tlatelolco, y pasará a la historia y primero serán Acciones Globales cada mes, después irá mermando y será una por año en su aniversario, y se irá olvidando por las masas mundiales, hasta que sean los abuelos los únicos que cuenten que, “una vez en Ayotzinapa.” Porque no aparecerá en los textos de los libros escolares. La historia oficial lo contará al revés y las nuevas generaciones lo memorizarán en la misma forma en que la juventud de hoy ni se mosquea cuando escucha de un tal Pancho Villa y Emiliano Zapata, en la misma forma en que le viene del norte un tal Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Una tal Revolución Mexicana y las Adelitas.
México no despertó, el gigante tal y como lo dijo la gran Chavela Vargas, sigue dormido. Pero lo admirable, lo ejemplar son aquellas voces que no se rinden, son aquellos seres que no se cansan de luchar, son aquellos padres que siguen buscando a sus hijos desparecidos, la niña abusada que se atreve a soñar, es el estudiante universitario en rebelión; que se atreve a pensar, a dudar, y que la acción es parte de su consecuencia de vida. Es el docente que impulsa a sus estudiantes a analizar y a crear. Son los periodistas comprometidos, son todos aquellos que desde su profesión u oficio levantan a México en sus hombros.
Son las manos que se hermanan en una sola lucha, la de reconstruir su país, la de no olvidar, la de redimirlo. Todos ustedes son la candileja que alumbra en la densa oscuridad de la injusticia, la desmemoria, la apatía y la impunidad. Hoy no digo, ¡viva México cabrones! Digo: ¡vivan los cabrones que a pesar de los pesares le ponen el pecho a la adversidad! Por gente como ustedes la utopía sigue siendo poesía e insurrección.