Mensajes Inútiles y Mayoría sin Oferta
- Mensajes Inútiles.
- Mayoría sin Oferta.
Por Rafael Loret de Mola
La catarata de propaganda política es tan inútil como superflua. Nadie cree en ella y los más se carcajean por los desesperados intentos de lograr la atención de los protagonistas que se presentan, siempre, como un dechado de virtudes, si defectos de ninguna clase, dispuestos a sacrificar su amplia generosidad por el bien de la nación; sin cada uno de ellos, México iría al desastre y más si se apuesta por alguno de sus contrarios. La dicotomía, entre el bien y el mal absolutos, resulta fatal para la ciudadanía.
Molesta, además, el derroche que significa anunciarse por televisión, radio y, en menor escala, los periódicos algunos de cuyos directores, en el nivel metropolitano, suelen manejarse mejor con las diatribas de editorialistas francamente inclinados por alguna causa o mediante inserciones pagadas que presentan como informaciones frescas que, por lo general, siguen la línea de los socios de tales empresas. Los reporteros, además, están amarrados, en no pocos casos, a las líneas editoriales correspondientes. Hay que decirlo y debe aceptarse como una realidad que mengua notoriamente la credibilidad. Ya se sabe, de antemano, hacia dónde apuntarán diarios como Reforma, El Universal y La Jornada, casados con una tendencia específica y con lectores afines, incondicionales de alguna de las figuras políticas, que no varían una milésima porque no confrontan las ideas y las posturas de los demás.
Esto es: salvo alguna catástrofe indeseable –recordemos 1994-, la votación ya está resuelta y, pese a ello, se dilapidan recursos que, además, ya habían sido ofrecidos para solventar las urgencias de los miles y miles de damnificados de la Ciudad de México, en donde los pleitos de comadres se multiplican desde las izquierdas que se boicotean, Morelos, Chiapas, Guerrero, Oaxaca y Tabasco. Dijeron que donarían el cien por ciento de sus percepciones de campaña y en el arranque apenas ya llevan comprometidos buena parte de esos recursos, distribuidos entre los medios con mayores coberturas o con pasquines listos para la difamación fácil o la búsqueda de los peores ángulos; aunque, por supuesto, no pocas veces aciertan.
El hecho es que poner hasta la coronilla a los futuros electores no es tan redituable como se piensa si, además, los comerciales de marras están asentados sobre una enorme mentira: la falsa disposición de los recursos para paliar la tragedia de septiembre pasado. Mientras este punto no se aclare, el histrionismo de cada uno de los participantes –sobre todo los del PRI, la fusión absurda de PAN-PRD y MC, Morena y los independientes con enormes recursos personales-, será contraproducente a todas luces y, desde luego, lamentable para un país con tantas carencias.
Bastaría con hacer más frecuentes los debates entre candidatos para cubrir los espacios sin disparar el número de “spots” en donde suelen sentirse imbatibles por soberbia y un autoelogio desmedido. Y, por cierto, ¿hay necesidad de recorrer hasta el último rincón del país, con los costos altísimos que ello genera, en vez de concentrarse en los conflictos de cada entidad para superarlos con inversiones directas y útiles; no sólo la presencia física para repetir lo mismo y lo mismo… hasta el agotamiento mental.
¡Y lo que falta!
La Anécdota
Sigo preguntando por donde paso. Lo mismo a transeúntes sin prisa que a taxistas y personas de todos los niveles –algunas guapas señoritas sólo sonríen y prefieren caminar más rápido acaso para alejarse de las tentaciones que, seguramente, represento-, y me encuentra con una tendencia distinta a la captada a través de las redes sociales en donde nadie le disputa un milímetro a Andrés.
En la calle, la mayoría define que “todos son iguales” y que “no saben por quién votar porque nadie convence”. Hablan mal de los partidos y, por supuesto, de los candidatos, con desprecio tal que sólo es comprensible por el hartazgo. Me sumo a ellos pero no quiero dejar los espacios libres a la manipulación. Qué cada quien decida como quiera para intentar salvar la paz… lo que ya sería una proeza.