Los Mismos Gritos y Peligro: el Fraude
- Los Mismos Gritos.
- Peligro: el Fraude.
Por Rafael Loret de Mola
¿A través de los meses precedentes, esto es desde las definiciones de las precandidaturas –episodio en el que ninguno de los postulados recurrió a la militancia de los partidos que abanderan-, han crecido ustedes, nosotros, quienes conformamos la masa popular, en cuanto a su visión de futuro o, al contrario, sentimos que estamos, de nuevo, empantanados? No me contesten a mí; analícenlo bajo sus propias conciencias, tan atenaceadas por los discursos baladíes, los desplantes torpes y las sinrazones de pleitos que dividen y no buscan la defensa de los valores nacionales en riesgo.
Perdónenme los incondicionales de tal o cual candidato pero así lo observo ante un Instituto Nacional Electoral, encabezado por un racista, Leonardo Córdova Vianello, quien es de aquellos atrapados por la deformación de que sólo los de “buenas familias” –adineradas mediante toda clase de juegos sucios-, nos pueden y deben gobernar, olvidándose de que la sangre indígena nos dotó del mayor de los mexicanos: el Benemérito Benito Juárez. En este punto coincido con el candidato de Morena, el PT y PES –éste último resbaladizo por el sector de la ultraderecha más recalcitrante-, aun cuando se propone ser mejor presidente que el del patriota de Guelatao.
Ya antes, el insolente fox dijo que había sido mejor que Juárez, hechizado con los susurros adormecedores de Martha la que se quedó, disciplinada, fuera de la contienda presidencial de 2006 -¡nos salvamos entonces de una locura extrema!-, y debió conformarse por ser la consorte “sacrificada” de un ex, castigado sexualmente por la vida, con inmensas heredades, un templo faraónico al que acudían, ya no, algunos personajes extranjeros mal orientados y hasta el señor Meade en los días previos de la definición priista, y todo tipo de privilegios –no sólo las pensiones sino igualmente la servidumbre y las escoltas que multiplican los estipendios-. ¡A cuántos cretinos y ladrones hemos soportado!
Cuando todos hablan de la corrupción, como lo han hecho los candidatos desde que se instaló la supuesta democracia en México –digamos en 1911 con la victoria electoral de Madero, el primer traicionado de su propia revolución-, ya no distinguimos siquiera los matices en medio de acusaciones entrecruzadas –por desgracia cierta en un gran porcentaje-, sobre millonarios desfalcos si bien nunca superiores a las triangulaciones del modelo Rosario que alcanzan ya los ¡seis mil millones de pesos!, incluso superiores a los sobornos de Odebrecht que pasaron por cierta casona de Chapultepec, y a los de HIGA, la única constructora del mundo que financia a sus mejores clientes y hasta les obsequian parte de los fondos.
Ni qué decir del aeropuerto, encargado a Norman Foster y Fernando Romero, yerno de Slim si bien con reconocimientos internacionales aunque éstos parecen derivados de lo primero acaso injustamente, del que se ha pagado el 87 por ciento ya pese a su lento avance. De suspenderse las obras, miles de millones se irían al caño mientras se invierte un tanto más en las pistas subliminales de Santa Lucía.
La locura de la clase política ya no manipula ni a los parientes de los suspirantes.
La Anécdota
La única manera de ahuyentar a los espectros que preparan ya un fraude electoral monumental, es exhibiendo cada uno de sus pasos hasta hollar en las verdaderas, temibles intenciones. Los hackers –los demonios del presente-, andan sueltos y si pudieron trucar los comicios en los Estados Unidos, tiñéndolos de anaranjado, y ampliar la afluencia en Rusia, pasando de menos de la mitad al 67 por cierto en menos de doce horas, ¡qué no serán capaces de lograr ante los rapaces órganos electorales de México!
La democracia, de verdad, no existe. Que lo digan los catalanes quienes creyeron en ella para alcanzar su sueño de independencia. Su presidente legítimo está preso, la furia está en la calle y la autoridad moral de la España bipolar –entre un parlamento supuestamente democrático y una monarquía caduca-, se ha truncado, una vez más, para el registro histórico. ¡Y todavía se creen conquistadores! ¡Patrañas!