Los miedos del faraón
Por: Gabriel Páramo
Rosario Robles, titular de la Sedesol y personaje de una triste, muy triste, carrera política, aseguró que el programa Oportunidades dejaría de beneficiar a las mujeres indígenas con más de tres hijos, porque solo se embarazan para que se les dé dinero.
Muchos mexicanos, tristemente más de los que pudiera haber supuesto, están de acuerdo. Dicen que los pobres (de inmediato vinculan “pobre” con “indígena”) se embarazan para cobrar más; que ya basta de paternalismos, que mejor se pongan a trabajar; aseguran, claro, que ellas tienen la culpa de estar así.
En México, un país de pobres, los más pobres son los indígenas, y son quienes menores oportunidades tienen. Nos gusta criticar a los estadounidenses con sus reservaciones, ¿pero qué hemos hecho nosotros? Los rarámuri no viven en la sierra Tarahumara porque les fascine estar a 20 grados centígrados bajo cero en invierno, sino porque allá los empujamos; a los yaquis se les mandó a Valle Nacional y a otros virtuales campos de exterminio para poder explotar sus tierras. Tampoco los indígenas de la Sierra de Puebla o de Guerrero están allí porque les encante vivir en comunidades alejadas de todo.
Sistemáticamente los hemos despojado de toda oportunidad de salir adelante “por sus propios medios”. Muchos de ellos, si no se les apoya, simplemente morirán de hambre y un dato para ilustrar esta afirmación: “La probabilidad de morir en los primeros cinco años de vida en los municipios con menor y mayor población indígena fue de 25 y 53 por mil, respectivamente”, según un estudio de Funsalud.
Verdaderamente, las opiniones de la señora Robles son racistas, sucias. Me recordaron al pasaje del Éxodo cuando el faraón elucubra que los hijos de Israel podrían crecer en número y, eventualmente, volverse en contra de los egipcios, y decide matar a los hombres en cuanto nazcan.
La solución para el hambre y la incultura no está en las amenazas ni en coartar la libertad de las personas, sino en la justicia y la educación; mientras sigan faltando, seguiremos con servidores públicos ensoberbecidos como señores feudales que se sienten con derecho a decidir, incluso, cuántos hijos tenemos.