En Luvianos viven intensamente sus tradiciones
*Es uno de los principales escenarios para recordar el valor y orgullo de quienes lucharon por la libertad de México.
Cientos de luvianenses desbordaron su fervor patrio con singular alegría y en sana convivencia, disfrutando de los tradicionales festejos por el aniversario del inicio de la lucha de independencia, gesta inspiradora de esta costumbre fortalecida por los pobladores, quienes cada año ponen mayor interés para darle mas colorido.
Este año no fue la excepción, cientos de “apaches” de todos tamaños, tomaron las calles y se volcaron en algarabía y entusiasmo para recordar aquellas cruentas batallas libertarias dirigidas por los héroes de sobra conocidos, donde por supuesto el sacerdote Miguel Hidalgo y Costilla fue figura principal.
Este fin de semana en Luvianos la tradición volvió a sentirse y vivirse en todo su esplendor, como cada año, como hace mucho, desde fecha imprecisa, perdida en la lejanía de principios del siglo pasado, cientos de “apaches” se volcaron en las calles dándole mayor brío al festejo cívico para conmemoran el inicio de la independencia de México.
Las vísperas son un suceso familiar, nos comenta Indalecio Benítez, uno de los muchos impulsores de esta tradición, cuyos preparativos son minuciosos para elaborar el clásico vestuario de franela roja, adornado con “chapetas” (corcholatas para hacer mucho ruido) y los penachos luciendo los colores patrios. Conforme pasan los años los luvianenses modifican y agregan elementos diversos, pero mantienen la esencia y el propósito de honrar mientras se divierten.
Eva Arroyo también nos cuenta sobre esta costumbre, nos dice que muchos como antaño, recogen de los fogones el tizne para cubrir sus rostros y cuerpos, otros remuelen carbón para hacerlo polvo fino luego agregan manteca o aceite y con ello cambian el tono de su piel, igual hacen los “gachupines” quienes en menor numero representan aquellos opresores de antaño que fueron combatidos con la fiereza mexicana representada en los trajes donde amalgaman símbolos libertarios diversos.
Es tanta la mezcolanza y evolución de esta costumbre, que cada año adopta utensilios y elementos nuevos, pero jamás pierde el espíritu rebelde y los deseos intrínsecos de emancipación, por eso son cientos de apaches, la mayoría hombres, y cada vez mas mujeres se integran (hace pocos años la mujer exigió y ocupo su lugar en esta tradición) este año rebasaron el millar de luvianenses quienes gritaban y saltaban para hacer sonar esas chapetas al ritmo de la banda de viento, formándose extenso y colorido cuadro de penachos adornados según posibilidad y creatividad de sus orgullosos portadores.
El palo encebado es uno de los retos mayores en la noche del 15, durante la noche del grito, coronan a la reina, disfrutan de la verbena popular y la fiesta se extiende en baile y convivencia, para proseguir al día siguiente con el desfile cívico, antes los jefes apaches y nutrida comitiva acuden por “su reina” y princesas, para escoltarlas en el recorrido por las principales calles del poblado, y entre grupos escolares y de espontáneos, los gachupines también desfilan con sus escandalosas armas, sus ensordecedores rifles cargados de pólvora; pero lo mejor esta por venir.
El momento cumbre sucede en el campo de la deportiva, convertido este día en campo de batalla, donde “apaches” y “gachupines” se enfrentan, la primer “regazón” de “muertos” se da con la enorme tropa de niños que valerosos enfrentan a los ensombrerados “gachupas”, se repliegan y ahora los mayores arremeten con mayor coraje, saltan sobre los cuerpos tendidos en el campo hasta alcanzar al enemigo y vencerlo a manotazos de pintura negra.
La “victoria” merece festejarse y los apaches son consentidos con gran comilona, bebidas y música, la algarabía se extiende, la calma en el poblado va recobrándose poco a poco, las calles lucen los estragos de la “batalla” de tizne, playeras desgarradas, plumas y hasta penachos completos destrozados, los trajes aguardaran al otro año, para ser reconstruidos, modificados, renovados, adornados con todo lo necesario para darle mayor sentido a esta tradición de arraigo y pertenencia que los luvianenses conservan y promueven como uno de sus mayores orgullos.