Drama Prolongado y Vi a los Muertos
*Drama Prolongado
*Vi a los Muertos
Por Rafael Loret de Mola
Dentro de un año habrá de cumplirse medio siglo, sí, de la matanza que marcó a mi generación y a otras más que sintieron el quebrar de sus alas en un espectro dominado por la autocracia, la demagogia y la corrupción. Cinco décadas después tales condiciones, en lugar de amainar como las peores tempestades que suelen degradarse como milagros científicamente explicables pero espiritualmente considerados un reflejo de la intervención del Creador, en México se han recrudecido hasta llegar a un extremo asfixiante y brutal. ¡Ya se roban los gobiernos hasta la ayuda a los damnificados por las catástrofes naturales! No puede existir felonía mayor.
Entre los personajes más señalados como negligentes y ladrones tras los terremotos del 7 y el 19 de septiembre pasados, se encuentran el gobernador de Morelos, Graco Ramírez, su esposa, Elena Cepeda, quienes, sin moral alguna, pretendieron crear una aduana para detener los tráileres rebosantes de donaciones de mexicanos desde distintas entidades del país. Mucha de la ayuda enviada –no es posible cuantificarla- nunca llegó a sus destinos. ¿Qué se espera para declarar la desaparición de poderes en Morelos, función del Congreso de la Unión, donde el PRD culminó su obra devastadora?
También señalamos la conducta irregular, extraña, del Cardenal Norberto Rivera Carrera, muy ligado a la directora del Colegio Enrique Rébsamen y al marido de la misma, prestanombres precisamente de Rivera –nadie, en su sano juicio, puede suponer que las propiedades de la Iglesia y sus jerarcas estén a nombre de éstos por cuanto a que todavía los templos pertenecen a la nación desde la reforma juarista-, desesperado por los bienes enterrados y no así por los niños y adultos muertos, veintinueve en total, que fueron sacados desde el infierno injusto de los escombros.
En vez de razonar, se mostró furioso por “la infamia” aun a sabiendas de que, tarde o temprano, será puesto al descubierto como ocurrió con su protegido, el pederasta Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, orden a la que convirtió en un ejército de abusadores con él al frente. Pasaron años hasta que la mascarada terminó y, al fin, muy al fin, Maciel fue retirado a los oratorios sin recibir las sanciones que merecía. Si hay inframundo llameante él está allí. ¿Ni siquiera esto conmueve al Cardenal Rivera o no cree en lo que predica?
El oro damnificado político es el pobre señor peña nieto que rasgó algunas de sus camias de marca para simular cómo ayudaba a llenar un contéiner. Lo chusco del asunto es que fue videofilmado, pese a sus órdenes en contrario, preparando la farsa y ordenando a sus guardias protegerlo, a él y no a las mercancías, junto a su “gaviota”, como si se tratara de ensayar una obra de teatro… negro, semejante a las que dirige mi amigo Isaac Ortega pero nula de calidad histriónica.
En fin, ya sabemos que los mexicanos, en su mayor parte, somos solidarios; también que el gobierno y el clero de altos vuelos se tocan con los dedos al igual que el maravilloso “Juicio Final” de Miguel Ángel.
Ah, y gracias por los 150 mil dólares donados por el Papa, aproximadamente el diez por ciento –un diezmo- de lo que se colecta en los templos de la Ciudad de México, como limosnas, cada domingo. Espero que no me excomulguen, pero si es por esta razón, el Dios de la justicia, el único y amantísimo, habrá de recibirme en su seno.
La Anécdota
En 1968, como estudiante de Preparatoria, alcancé a ver, no muy lejos, a los muertos, jóvenes estudiantes y no pocos adultos –quizá sus padres-, apilados en la Cancillería como un mal signo para el futuro. Me estrujó, lo mismo que la represión del Jueves de Corpus, en 1971, que a punto estuvo de alcanzarme. Mi padre, entonces, era gobernador de Yucatán y jamás me reclamó mi rebeldía. Por eso no he cesado de defender su honrosa memoria.
Cuarenta y nueve años después, el miedo persevera. Observo las tinieblas de los derrumbes, frutos de la negligencia de constructores con complicidades abyectas en el gobierno, y siento que hemos navegado en sentido contrario… cada vez hacia un autoritarismo mayor y un desprecio gigantesco hacia quienes formamos la nación mexicana. Nos honran en el extranjero por nuestra solidaridad; pero, hasta hoy, no hemos sido capaces de frenar la rapiña, la hipocresía y la ruin intolerancia de los intocables… como el Cardenal, protector de pederastas.