Batallas Olvidadas y Justicia Adinerada
- Batallas Olvidadas.
- Justicia Adinerada.
Por Rafael Loret de Mola
En la efeméride del pasado 5 de mayo, “las armas nacionales se cubrieron de gloria”, al derrotar al mayor y mejor pertrechado ejército del mundo, ensoberbecido por sus capacidades de conquista. Fue un amortiguador contra la soberbia de los franceses atraídos por el botín mexicano, como lo están ahora, quienes al final de cuentas se impusieron y permanecieron en México varios años mientras el general Ignacio Zaragoza, héroe de la epopeya, moría en Puebla, de tifo y a los treinta y tres años de edad, cuatro meses después de la defensa de los fuertes de Loreto y Guadalupe.
México sigue, desde entonces, viviendo por las luces de quienes vencieron todo tipo de adversidades para legarnos una República y una causa, la de nuestra soberanía, por desgracia traicionadas a manos de una clase política putrefacta. ¿Y ahora? El brío se convirtió en frío, en hielo absoluto, bajo la mansedumbre de una sociedad ahíta que acaso tiene fuerza para protestar unas horas y volver a la rutina de las imposiciones de los descastados.
No por otra razón quienes ocupan del poder y se aúpan hacia los niveles más altos de una sociedad regida por los bienes materiales y no por la inteligencia ni la dignidad, hacen lo suyo a sabiendas de que sólo serán perseguidos si se pasan de la raya, digamos como en Veracruz, hoy Yuneslandia, o pierden el cobijo de las complicidades mayores al creerse que ya no las necesitan, digamos a imagen de cuanto sucedió con Tomás Yarrington, de Tamaulipas, no peor a su predecesor Manuel Cavazos Lerma ni a sus sucesores Eugenio Hernández Flores ni, mucho menos, al descastado y turbio Egidio Torre Cantú, rey del silencio dentro del ostracismo.
La historia es similar en las entidades cuyos mandatarios fueron electos hace dos años –luego hablaremos de quienes llevan un año-. Lo mismo entre los priístas infectos como el efebo de Oaxaca, gran favorito presidencial, que en Zacatecas, Tlaxcala y, por supuesto, Sinaloa, donde mandan los capos y sus sirvientes representan el pálido papel de gobernadores.
No muy atrás van los panistas: en Tamaulipas ha sido rebasado Francisco García Cabeza de Vaca, de pasado turbio y presente desalentador; en Chihuahua, quien fuera niño prodigio, Javier Corral Jurado, ya se disgustó hasta con su bancada; en Puebla, Toni Gali sólo parece tener prisa para aumentar sus giros negros; en Veracruz, el caos es más evidente con la desastrosa actitud de los Yunes.
Y los aliancistas, Carlos Joaquín, de Quintana Roo, y José Rosas Aispuro, de Durango, no han servido para maldita la cosa, salvo ampliar las rutas de la impudicia política. Devastador. Mejor nos acordamos de Zaragoza y la Puebla de 1862, no la actual, tan infectada por el temor… y acaso la cobardía.
La Anécdota
Los Ministros de la Corte cobran seiscientos mil pesos al mes, más bonos y prerrogativas de salud y transporte, sin que, en los hechos, justifiquen su quehacer ni sus decisiones sean civilizadamente cuerdas. Más bien parecen buscadores incesantes de las negras lagunas de la ley para servir así las consignas de la superioridad política. De allí que, por supuesto, poco se estimen los genocidios cometidos bajo la tutela del régimen actual en plena depravación de valores.
Lo decimos al calor de lo sucedido en otras naciones, digamos Brasil, en donde, justa o injustamente, se arremetió contra la Presidencia bajo el fragor de los parlamentarios y la legalidad signada por los poderes judiciales; más allá de querellas altisonantes, con lo sucedido allí –ahora que esta tan fresco el encarcelamiento de Lula da Silva; pobres de aquellos que lo condenaron porque estigmatizaron a sus respectivas estirpes-, cuando menos se tiene la garantía de que se actúa con autonomía entre los distintas instituciones que, juntas, gobiernan. ¡Ay, qué lejos estamos de la justicia!