Jimmy Morales, una carta inesperada
Por Carolina Vásquez Araya
Hace un año nadie hubiera vaticinado el triunfo de un total desconocido en las arenas políticas. Quien se alzó con la victoria en las elecciones generales de Guatemala era un personaje de comedia en un programa popular de la televisión, a quien difícilmente se le consideraba una carta ganadora en ese escenario tan disputado como nebuloso de la lucha por el poder. Empresario y productor, su única experiencia en un proceso electoral fue la candidatura a la alcaldía de Mixco hace 4 años.
Sin embargo, Jimmy Morales se fue afianzando a lo largo de los meses con una barra ascendente en las encuestas, mientras se desarrollaban en paralelo los escándalos de corrupción del gobierno de Otto Pérez Molina, con el desenlace de su renuncia y la de su vice presidenta, Roxana Baldetti. Esta fue, probablemente, la plataforma de lanzamiento de un contendiente desconocido, nuevo y con un manejo de cámara muy propio de quien ha tenido una larga trayectoria en el medio televisivo. Su ventaja más obvia: su falta de presencia en la política tradicional.
De pensamiento ultra conservador, evangélico practicante y con formación académica en administración de empresas, Jimmy Morales se lanzó a la aventura con el apoyo del partido FCN, creado en 2008 por un grupo de ex militares de extrema derecha. Sin embargo, aun cuando el ya electo presidente ha afirmado en reiteradas ocasiones su independencia de pensamiento bajo el lema “ni corrupto ni ladrón”, analistas han señalado sus estrechos vínculos con este grupo del ala dura de la institución castrense, muchos de ellos bajo investigación por delitos de lesa humanidad durante el conflicto armado interno.
Morales basó su campaña en mensajes bíblicos y arranques de humor, persuadiendo a los votantes de ser la mejor opción para rescatar al país de la profunda crisis de credibilidad de sus instancias políticas. Negó haber recibido financiamiento de grandes empresarios y prometió combatir la corrupción hasta erradicarla por completo.
En sus discursos de campaña, se declaró “nacionalista cristiano” y en algunos de sus postulados se pronunció en contra del aborto, pero a favor de la pena de muerte. Rechaza la legalización de las drogas y del mismo modo se decanta por la familia tradicional, descartando su aprobación al matrimonio homosexual. Esto, en un país profundamente religioso, fue una carta bien utilizada.
Con su ofrecimiento de transparencia y ante dos candidatos controversiales, una (Sandra Torres) por sus antecedentes políticos; el otro (Manuel Baldizón) por su opacidad financiera y ambos por su arrogancia, este personaje habitual en los televisores de muchos hogares canalizó de manera natural y sin mayor esfuerzo, la decepción y el rechazo de la ciudadanía por quienes no generaban confianza ni simpatía, garantizándose una ventaja progresiva durante los meses que duró la campaña.
Quizá con el fin de matizar su posición política de derecha conservadora, escogió como aliado en la vice presidencia a Jafeth Cabrera, ex rector de la Universidad de San Carlos de Guatemala y conocido por su posición progresista. Sin embargo, hasta el momento de escribir este artículo, a dos días de asumir la Presidencia de la República, Jimmy Morales se ha negado a dar a conocer al gabinete de ministros que lo acompañará durante el inicio de su gestión. Una decisión ampliamente criticada y considerada una muestra de debilidad política de quien llevará el timón del país durante los proximos 4 años.
Blog de la autora: El Quinto Patio