Guatemala: una enorme letrina clasista y racista
Por Ilka Oliva Corado / @ilkaolivacorado
Cualquiera dirá al leer este artículo que no es momento de fijarse en pequeñeces, que hay que acuerpar la lucha porque el enemigo es grande, que lo del racismo y el clasismo se irá resolviendo en la marcha como parte del cambio social; lo más seguro y que me sucede siempre cuando escribo del sistema de clases que nos infesta como pueblo, de la doble moral y de la discriminación, es que me digan que soy una resentida, que odio a los que sí han tenido la oportunidad de vivir una infancia feliz y relajada y de haber egresado de una universidad, me dirán que como siempre escribo con el hígado y que debo ser racional y no emocional. Me dirán que aprenda a debatir emitiendo mis juicios basados en fundamentos. Y por supuesto también me dirán misa. O tal vez no digan nada, o tal vez digan: pobre loca de mierda.
Pero este artículo no es para hacer conjeturas de comprensión lectora y mucho menos para hablar de mí. Llevo desde el 20 de mayo día que se realizó la marcha campesina en la ciudad capital, con el deseo de escribirlo pero dejé pasar los días precisamente para calmarme y no escribir con el hígado. Siento cólera, esa furia milenaria con la que hemos vivido los marginados durante siglos de explotación y humillación, pero lo que me ahoga es el desconsuelo de saber que Guatemala nunca dejará de ser una letrina clasista y racista. Nunca.
Empezando porque intentaron descalificarla por ser campesina, unos cuantos pelones del movimiento universitario que ha unido a las privadas con la pública se hicieron presentes, no tuvo la difusión que le dieron los medios a la marcha urbana el sábado 16, el pretexto fue el destape de la red del IGSS y dieron prioridad. Y por supuesto es importantísimo para nada intento disminuir la trascendencia, pero el punto tampoco es ése. Pero hablo de la marcha explícita del 20 de mayo porque no se hizo en los departamentos como sucede regularmente, y como está lejos pues la proyección es distintita. Como ver el robo de jade en Zacapa y la minería en La Puya en las cercanías de la capital.
Algunos no estaban de acuerdo con ese movimiento indígena por razones políticas y de ideología, pero curiosamente sí apoyan las marchas urbanas y el tema de denuncia es el mismo: la corrupción. ¿Entonces?
En Guatemala lo de la equidad se queda en mero discurso clasemediero. Han ido a manifestar, se toman la foto del recuerdo con los campesinos que llevan siglos manifestando en soledad, como si ellos fueran una postal, también de pronto saludan a los obreros y proletarios que marchan al unísono, pero no quieren a ninguno de ellos en los puestos de gobierno, no en los principales. A los pueblos milenarios los quieren solamente para el folklore. Los quieren para que sigan cargando sobre sus espaldas los desperdicios que les lanza la clase media y la oligarquía. Los quieren para que pongan el pecho mientras los otros reculan. Para que se curtan las manos. Para que se pudran la vida mientras los niños bonitos en sus privilegios acuden a sus universidades privadas a cultivar sus neuronas. Jamás a hacer florecer sus conciencias.
Qué va en Guatemala nunca tendremos a un Nicolás Maduro de presidente, (piloto de autobús, proletario) y mucho menos a un Evo Morales (campesino de los Pueblos Indígenas) porque nos corroe el racismo, porque el clasismo nos divide, porque hay quienes se creen de sangre azul y que porque tienen un cartón de universidad también superiores en inteligencia y conocimiento. Lo único cierto es que están cagados.
Toda mi vida he sido escéptica de cualquier iniciativa de la clase media donde incluya el tema conciencia y equidad, porque pertenezco a las parvadas de parias que esa misma clase ha menospreciado, pero para las marchas recientes en las que ha tomado las calles capitalinas quise darle el beneficio de la duda, quise creer que un cambio era posible y que ésta sentiría el dolor de la marginación que llevamos los “nadies” y los “hacelotodo, los vendelotodo, los comelotodo.” Nosotros que guanacos o no somos unos hijos de la gran puta.
Con todas las fuerzas de mi ser quise creer que enmendarían, que por fin iban a sentir el dolor ajeno, que por fin nos hermanaríamos, que el cambio venía y sería de fondo desde la vena y desde la repulsión de la opresión. Quise que ese “ojalá” se hiciera realidad. Pensé que esos retumbos de ríos revueltos nos llenarían de solidaridad y que abrazaríamos por igual todas las causas en un solo corazón, en una sola lucha: humanos todos. Pero como siempre hay sueños inalcanzables y el de ver una Guatemala en equidad, libre de discriminación y clasismo es probablemente uno de ellos. Lo será así hasta que de verdad nos nazca la conciencia y todos nos enteremos que nadie es más importante que el otro.
Esa Guatemala que en el papel es: pluricultural, plurilingüe y multiétnica en acción no existe. Viene este artículo como mi análisis personal de lo que he visto en los últimos días, capitalinos de universidades privadas con sus comentarios racistas creyendo dar cátedra a los campesinos de cómo se debe manifestar pacíficamente, para su información les digo que los campesinos también manifiestan en forma pacífica, que el gobierno con sus brazos armados los reprima y los medios vendidos cambien la versión de los hechos y que ustedes se la traguen sin masticar, es otro paisaje.
Que ustedes tengan la suerte de estar manifestando sin que el gobierno interfiera directamente con balas para arremeterlos, no significa que si llegara a suceder ustedes tengan los mismos arrestos que los campesinos para poner el pecho y defender la causa, lo más seguro es que corran a esconderse a sus casas y nunca más salgan a manifestar. En cambio ellos, saldrán una y otra vez como lo han hecho durante siglos. Ésa es la diferencia entre ustedes y ellos: la entereza y esa no se aprende en los salones de universidades. ¿Ven que no son tan superiores como piensan?
También he leído comentarios en las redes sociales de los niños bonitos clasemedieros explicando con manzanas a estudiantes de institutos públicos, cómo se organizan las marchas, ajá, ¿alguno de esos niños bonitos respaldó las marchas de los estudiantes cuando el Ministerio de Educación les eliminó la carrera de Magisterio? Ellos también marcharon pacíficamente y el gobierno los reprimió a fuerza de palos y balas. No me vengan a joder con que ustedes por instruidos lo hacen mejor. Además han sido esos jóvenes de los institutos públicos los que en las décadas más terribles del Enfrentamiento Armando Interno pusieron el pecho y manifestaron, mientras ustedes niños bonitos veían la vida pasar en sus salones de universidad privada, sin inmiscuirse para no ensuciarse sus zapatitos y para no poner en riesgo su comodidad.
¿Acaso creen que por manifestarse por la corrupción son más dignos que los que pusieron el pecho por la vida de los masacrados y los torturados y las violadas? Por favor, están cagados. No pretendo desestimar las marchas actuales pero tampoco me voy a quedar callada viendo cómo ustedes atacan a los que durante siglos han sacado el pecho por todos. ¿Por marchar ahora se sienten gallitos de pelea y gallinitas inglesas? Ustedes la conciencia real aún no la conocen, lo que están viviendo es el repello nada más. Por algo se empieza es cierto, que hoy sea la corrupción porque les dolió en los bolsillos, pero para cuándo serán las causas que curten el alma, las de verdad. El estiércol ya rebalsó las reposaderas y las aguas negras nos llegan al cuello, ¿para cuándo seremos capaces de cambiar el sistema de raíz desde nuestra entraña personal y colectivamente?
He visto un hervidero en las redes sociales donde estos clasemedieros ya nombran ternas para los puestos de gobierno y en ninguna incluyen a indígenas, cuando se les pregunta por qué no, contestan que porque no hay indígenas capaces, por supuesto también sus ternas son exclusivas de universidades privadas. Ajá, ¿entonces dónde quedó lo de “somos pueblo”? Como siempre nosotros los guatemaltecos, a la hora de partir el pastel viendo quienes se quedan con la mayor tajada. El divisionismo, azadones, el protagonismo y el oportunismo. Algo así como decir: que marchen los campesinos, los obreros y los proletarios pero eso sí, a la hora de los nombramientos solo nosotros los de la foto, los de los privilegios. ¿Así cuándo saldrá Guatemala del agujero donde nosotros mismos la tenemos?
¿Vieron?, el cambio tiene que empezar por nosotros mismos. Aún no renuncia el genocida Otto Pérez Molina y ustedes ya viendo cómo repartirse el motín, aún no se hace efectiva la reforma a la Ley Electoral y de Partidos Políticos y ustedes ya jugando a la lotería, para que siga la corrupción solo que en otras manos y en otras cuentas bancarias. Siempre en la clase media y seguro que rindiéndose a la oligarquía. Pretenden ser los protagonistas de un cambio por el que han venido luchando los campesinos lleva palo, lleva bala y aguantando hambre.
El cambio en Guatemala se dará cuando aprendamos que todos los seres humanos tenemos el mismo valor, que todas las voces cuentan, que toda lucha es necesaria y que la solidaridad y la unión son básicas para avanzar. Que cada uno puede aportar desde su conocimiento y experiencia. Que lo mismo vale una profesión que un oficio. Que vale lo mismo la voz de un vendedor de atoles que la de un licenciado. Que la misma sangre tiene una trabajadora sexual de los bares de Amatitlán que una doctora de hospital privado. Que las manos de un albañil son tan necesarias como las de un artista plástico y un pianista.
Cuando dejemos la vanidad, la arrogancia, la apatía y el sistema de castas para hermanarnos como humanos y caminar todos hacia un mismo objetivo, humildes y comprometidos, entonces tal vez en Guatemala exista una oportunidad para que vuelva a florecer. No antes, no así como estamos ahora, peste.
No se logra ninguna revolución sin la conciencia que duele y que mata. Aquí no estoy hablando que sea más capaz un indígena que un ladino, ni viceversa, aquí se trata de la discriminación. Aquí se trata que todos expelemos el mismo hedor cuando nos vamos a la tumba. ¿De qué nos sirve la avaricia y la vanidad? Para ni mierda.
Escribir este artículo me ha dolido en la vena, en mi raíz de campesina, de obrera y de proletaria. Bueno, sigamos pues porque lo que tenemos que enfrentar es más que la corrupción, a ver si es cierto que podemos y que amamos Guatemala y que lloramos de alegría y de esperanza y que el cambio viene. El cambio somos nosotros mismos. Cambiar el sistema significa cambiar nosotros mismos. Atacar la corrupción significa dejar la avaricia propia y de clase. Pensar en Guatemala es renunciar al racismo y hacer realidad la inclusión. De lo contario seguiremos siendo una enorme letrina de racismo y clasismo que lleva siglos rebalsándose.
Con amor del bueno para los parias de siempre, curtidos de tanto pijazo.
Nota: en ningún momento pretendo generalizar, hay letrados que honran el título, hay gente de la clase media que sí es cabal, hay indígenas que es mejor enviarlos a cárcel perpetua por traición a su pueblo.