De cachurecos y mojigatos hipócritas
Por Ilka Oliva Corado / @ilkaolivacorado
Es de susto, tipo aparición del Cadejo, el Sombrerón o de la Siguanaba. Es de pavor así como escuchar el grito de la Llorona a media noche, cuando está lejos, que es cuando está cerca. Es de vómito, así como el mal de camioneta eso de ver a la muchedumbre persignada que en las vísperas de la Semana Santa se purifica comiendo solo pescado y que se enjabona “los pecados” rezando no sé cuántos padres nuestros y no sé cuántos aves marías, disfrazándose de cucuruchos y amellándose el lomo cargando procesiones.
Ellas tan santas y virginales, con su velo negro y blusas sin escote, con aquellos sus grandes gabanes fingiendo castidad. Ellos tan caballeros con sus artificios de romanos, fariseos y cuanta hierba les mande la santa biblia, las santas escrituras que ordenan sumisión a la mujer y que aprueban la misoginia del hombre. Esas escrituras homofóbicas hechas a la medida para seres abominables –galán que como el hombre de las nieves-.
Esas romerías de hipocresía donde desfilan violadores con y sin sotana. Aquellas hileras de mirones a la orilla de la banqueta, cuidando que no se deshaga la alfombra por donde pasará la procesión de los usureros.
Aquellas putas santificadas en tiempo de Semana Santa, como en salmuera de cuarentena de gallina quedada. Aquellos farsantes, asesinos, genocidas, aquellos saqueadores oligarcas. Ahí los patriarcales que imponen las normas de dudosa moralidad.
Ahí los desfiles de embusteros a los que sotanudos violadores les lavan los pies en nombre del santo teatro patriarcal, mientras ellos desangran al pueblo. Ahí los hijos de su ring cromado dándose tres golpes de pecho en misa de los corruptos de la iglesia, del estado y de la sociedad puritana.
Ahí los explotadores laborales, aquellos oligarcas y empresarios que saliendo de misa siguen en el fraude millonario. Siguen metidos hasta el buche en el tráfico de niñas, adolescentes y mujeres para fines de explotación sexual.
Ahí las “señoras” que saliendo de misa seguirán explotando a sus empleadas domésticas. Ahí el estudiante universitario que como todo fin tiene terminar la escuela para estafar a cuanto necesitado se les cruce en el camino. ¡Con la bendición de Dios!
Ahí los que hacen de la sumisión su estilo de vida. El hábito de todo manso acomodado que omite para su bienestar personal.
Ahí los que se confiesan con sacerdotes acosadores que llevan en sus sucias conciencias las violaciones que han hecho a niños indefensos. Esos que siguen viendo el aborto como un asesinato, esos que siguen culpando a la mujer de ser su violación. Esos que las acusan de cuscas y provocadoras y que encuentran al victimario como una pobre víctima que no pudo resistir tanto acoso de la mujer sometida que se vio forzado a violar.
Ahí esos pastores de iglesia, ladrones descarados que exigen el diezmo para hacer de éste a sus anchas lo que se les ronque la gana, en nombre del Dios de los cristianos.
Ahí la abusivés de colgar bocinas fuera de sus iglesias para obligar a los vecinos a escuchar sus sermones mezquinos. Esos que dicen que su Dios es un dios de abundancia, para ellos claro, mientras sangran a los feligreses.
Esos que dicen que orando todo se resuelve, que llaman a la pasividad de la sociedad, que les mete sus rezos y sus retóricas en alabanzas y en retiros espirituales, en cultos y en células. Esos que dicen que en cadena de oración se puede salvar el mundo –de ellos mismos- y que el aceite milagroso que venden, con una untada sana el mal de ojo y baja cualquier fiebre sexual que sin casamiento y la bendición de Dios es impura.
Los rezos exclusivos que venden de casa en casa, en visita única de pastor mercantilista, porque dicen que eliminan cualquier fogosidad erótica, y que salvan del pecado de la perversidad cualquier aberración homosexual. –¡A mí que me dejen en el infierno, ahí en ese hoguera son feliz quemándome a mis anchas!-.
Son esos que se cogen a cuanta adolescente llega confundida pidiendo guía espiritual. ¡Todo en nombre del Señor! Y eso por supuesto no es cuestionable, ni sancionable a nivel justicia y moral. Porque fue Dios el que se les apareció en forma de zapato y les dijo que lo hicieran, y ellos obedecieron porque a Dios hay que hacerle caso porque si no sepa usted que castiga. ¡Y pega una arrastradas bárbaras hasta que el fugitivo entra de nuevo al redil!
Esos sacerdotes y pastores muy bien entrenados en el arte del engaño y de la dominación mental de las masas, las motivan a seguir sumisas y en el total abandono de la resignación celestial.
Esos adinerados que se sientan en primera banca en misa y en el culto pero que al salir se van directo a la casa de citas a violar niñas, o agreden física y emocionalmente a sus parejas sentimentales.
Para las vísperas y la Semana Santa, se visibiliza más la fe de aquellos pueblos desinformados, sin oportunidades de desarrollo, sometidos, esclavizados, golpeados por el sistema opresor, burlados por una iglesia que los utiliza para llenar sus cuentas bancarias. Para continuar alimentando una religión que le dice que un día las cosas cambiarán si confían en el Dios de los cuentos misóginos escritos en la Biblia.
Para las vísperas y Semana Santa se desbordan las calles de multitudes que le rezan al Dios de los abusadores patriarcales. A este pueblo al que se enseñan que coger sin la santa bendición de Dios es pecado capital, a este pueblo que le dicen que la masturbación es mezquina –si tan rica que es- que mujer debe obedecer al hombre y que el hombre la puede abusar porque es la cabeza del hogar. A ese pueblo al que le dicen cómo vestirse, qué ponerse, qué y cómo rezar. Esa iglesia y esa religión que dice que la que tiene que llegar virgen al matrimonio es ella, lo de él se aprueba por su condición de garañón salido del corral. ¡Ninguno de los dos, uno coge cuando tiene ganas y punto. Fuera los prejuicios religiosos!
A ese pueblo al que con rezos han amansado, tan adiestrado está que es incapaz de dudar y de formular un análisis propio. El que no se moviliza porque todo hay que dejárselo a Dios que todo lo ve y todo lo condena y castiga a los culpables y le da bonanza a los que le confían sus tormentos.
Por esa razón no se denuncian sacerdotes y pastores violadores. Porque es Dios quien los juzgará. Por esa razón ellos siguen abusando criaturas. Por esa razón se enriquecen con el diezmo y las ofrendas y las jugosas cuotas que les pasa el estado y la oligarquía, por esa razón embarazan niñas a las que después ellos mismos, los feligreses y la sociedad tacharán de busconas, y se les negará el derecho legítimo del aborto. ¡Porque Dios guarde, es pecado! Será ella la juzgada y el abusador seguirá oficiando misa y recitando sus mentiras en el culto de domingo por la mañana.
Apesta a cloaca abierta la religión, ese yugo de siglos que no nos deja pensar por nosotros mismos. Esa cadena que nos esclaviza moral y mentalmente, esa hipocresía que es muy bien aceptada por la sociedad.
Que no permite que los pueblos sepan y conozcan y utilicen el poder extraordinario que tienen; el de la voz y el de la movilización. Y así como se movilizan para Semana Santa y con ese fervor tan pasional, también actuaran y exigieran sus derechos otro gallo cantara.
Porque a través de la historia han existido religiosos revolucionarios, hombres y mujeres de entereza, con una conciencia social inquebrantable e insumisa. Seres ejemplares que gracias a la fe lograron entrar a la conciencia de los pueblos y hacerles ver que la sumisión solo los perjudica a ellos. Esos religiosos que no le han dejado todo a Dios y a sus rezos. Son los que llaman a las movilizaciones y si es necesario a tomar armas para defender a sangre y fuego lo que los usureros quieren arrebatarles. Ellos son clase aparte. Muchos mártires se cuentan entre ellos, muchos viven en la actualidad.
Aquí no estoy peleando con la fe, porque todos tienen derecho a creer en lo que se les pegue la gana, aquí hablo de la sumisión, del oportunismo, de la ignorancia, de la burla y de la arremetida del patriarcado misógino.
Y aquí al que le quede el guante que se vaya a rezar y se dé tres golpes de pecho como buen cachureco, mojigato e hipócrita.