A Cristina Fernández ya la añoramos
Por Ilka Oliva Corado / @ilkaolivacorado
Hace poco que Cristina nos dejó en sequía durante dos semanas en las que nos privó de verla en sus excelentes disertaciones, la buscamos por aire, mar y tierra (como a la Adelita) y la ingrata no aparecía. Su pueblo la aclamaba, nosotros los argentinos (porque podré haber nacido en Guatemala pero la migración me hizo un ser sin fronteras, soy Patria Grande, soy África) que estamos regados por todo el mundo la extrañábamos. ¿En dónde está? Nos preguntábamos unos a otros en la agonía de las vísperas de la despedida que se acerca para diciembre próximo. ¿En dónde está nuestra presidenta? La flor más bella. La intelectualidad en rostro de mujer. Y de la ingrata ni sus luces. Nos sentíamos pepes.
Sentimos el desconsuelo de su ausencia, ¿en dónde está su voz?, ¿su brío? ¿en dónde está aquella mujer hermosa que nos robó el corazón a los que desde la alcantarilla le agradecemos que nos viera, escuchara, atendiera. Y transformar la Patria para nosotros los mancillados de la historia, para todos. Dijo en voz alta y demostró que la Patria es el otro. Ese otro discriminado, descamisado, ese otro que lleva siglos gritando desde el abandono y el olvido de la sociedad clasista y el sistema abusador.
Sí, eso hizo Cristina eso hizo el Kirchnerismo que sin lugar a dudas es corregido y aumentado del Peronismo, la continuidad del sueño de nuestra Evita que también es pueblo. Cristina llevó a la acción los anhelos que Evita no pudo cumplir: el de la justicia social y reemplazar la burla de la caridad y beneficencia con la que se maneja a nivel mundial las sobras que nos da la oligarquía cuando no tiene a dónde ir a tirar la basura.
Pertenezco a la generación que vivió la era Cristinista y no se borrará de mi memoria el grito enamorado de las crías de La Cámpora. De la Militancia juvenil que la banca con corazón y bizarría de arrabal. De esa tercera edad que la aclama y la acaricia y la arrulla y la mima como a una hija, como una nieta. No sé, no creo que la izquierda recalcitrante así con su militancia de antaño machista y misógina sea capaz de ver en su totalidad y quitada de celos, la gloria que le ha dado a Argentina tener una presidenta como Cristina. La derecha cacerolera mucho menos. Desvalorizada y atacada por ambos bandos la Cristina brilla con luz propia y nos ilumina a todos los que estuvimos en la total oscurana antes de verla convertida en nuestra presidenta.
No solo ha colocado a nuestro género en lo más alto del podio, sino que también demostró que no hay que vestirse en andrajos y aparentar miseria económica para tener conciencia, consecuencia y arrestos. Decía Cristina cuando hablaba de Evita, que es la mujer del Bicentenario que la critican por no mencionarla asiduamente en sus discursos, comentaba entonces que a Evita no hay que citarla seguido (es decir no hay que colgarse de su nombre) para honrarla, hay que recordarla eso sí constantemente cuando se toman las decisiones de Estado. Es decir acción y no palabra. Pero nuestra presidenta lo tiene todo: una inteligencia elocuente, osadía y ternura que muy pocos en la política.
Y de haber estado ausente de pronto aparece más hermosa que nunca, en la frescura de un jardín en flor, y nos enloquece aún más a sus fieles adeptos. La vemos dirigirse a la militancia juvenil, habla con ella, los patojos soñadores que además bancan con todo su ser la transformación social, cultural y económica que está viviendo la tierra de mis colgazones Mercedes Sosa, “Che” Guevara, Alejandra Pizarnik, Atahualpa Yupanqui, y de todas esas crías anónimas de la alcantarilla y de la gran cordillera del Sur de mis amores.
La lloramos, la vitoreamos quienes vimos la transmisión por la Televisión Pública en todos los rincones del planeta. Ahí estaba de vuelta, con su voz, con tu temple, venía de nuevo a entregarnos cuentas, puntual. Con la transparencia de quien sabe que la Patria es el otro. De quien sabe que el amor no es solo poesía, es reconstrucción, es crear puentes, es abrir espacios, es juzgar con todo el peso de la ley.
Es la identidad de género, de patria y de humanidad. Que reconoce en La Madres y Abuelas de la Plaza de Mayo un pilar insondable de la Memoria Histórica argentina y por esa razón las reverencia y la valora. Que sabe que la educación es la única herramienta viable, que por eso su empeño en que el sistema de educación tenga los recursos económicos y culturales y deportivos. Los espacios y los horarios adecuados. Porque sabe que cada mente si tiene la oportunidad de desarrollarse lo hará, ella entonces con el proyecto de gobierno no solo tiende la mano, pone el pecho y el corazón. Su vida misma a merced del pueblo raso que es quién la arropa y la inspira y la llena de amor.
La Cristina durante quince días nos dio a probar lo que nos dolerá su usencia, no verla por Televisión Pública derrochando amor, enamorándonos con su intelectualidad, demostrando con acción que si un proyecto es honesto y humilde puede funcionar para cambiar el sistema. Ya nos duele desde las vísperas el futuro sin su presencia honrando la Casa Rosada. Pero confiamos completamente en la fórmula que escogió para darle continuidad a esta reconstrucción de la Patria. Aunque nunca se irá, Cristina ya es un mito, es la parte hermosa de la historia argentina en democracia, vendrán puños de generaciones y conocerán su historia, así como nosotros hoy con los discursos de Evita nos emocionamos, así también ellos se emocionarán con los discursos de Cristina y los embelesará como nos enloquece ahora a nosotros que somos de la era del Kirchenerismo.
Que la esperamos de vuelta en el 2019, por supuesto. Que la vamos a volver a bancar, por supuesto. Pocos nos llenan de amor, de esperanza y de alegría como lo ha hecho Cristina que traspasó las fronteras. Porque la aman en todas partes del mundo. Haber nacido en Argentina es lo de menos, Cristina llevó a la Argentina a las puertas del mundo y nos hizo enamorarnos de esa patria hermosa, de ese pueblo que lucha por dignificarse.
¿Alguna duda que la Cristina es de mis colgazones, como lo es Dilma? Estoy segura de que también lo es de miles.
Me han llamado soñadora ignorante, me han dicho que desde fuera las cosas se ven distintas, que lea más, que estudié más, me han dicho misa de la Cristina.
Estas letras no son llamarada de tuza, no son pasón de nube, es el sentir profundo y honesto de quién nació y creció en la pobreza extrema y en la discriminación total gracias al capitalismo. No se necesitan grados de escolaridad y doctorados en universidades en el extranjero para valorar el trabajo de Cristina, lo sabemos sus descamisados “ignorantes” porque nos visibilizó y nos honró y eso es suficiente.
¡Larga vida a mi presidenta Cristina!, ¡larga vida a la democracia de mi patria Argentina! ¡Larga vida al proyecto socialista de nuestra Patria Grande!