De la Copa América y el fanatismo extremo
Por Ilka Oliva Corado
Aunque parece un tema insustancial el del fútbol no lo es, es tan importante como las artes, la cultura y la política. El fútbol es un universo separado de las otras disciplinas deportivas. Es el único deporte del mundo que puede ser practicado por todas las clases sociales, es en efecto el alma del arrabal y del pueblo. De los linderos han salido los mejores deportistas del mundo: Pelé, Maradona y Marta.
Y debido a su popularidad mundial también para su desgracia (y la nuestra) es el que ha sido explotado por las grandes mafias mundiales que tienen su centro de acopio en la FIFA. Estas mafias que pululan en todo lo que lo circunda necesitan crean un ídolo mundial cada diez años. En la actualidad es Messi, Messi es creación de esa mafia. Esa mafia que necesita vender suvenires, entradas a estadios y mantener a espectadores pegados al televisor para beneficio de las empresas de cable y grandes plataformas comunicacionales.
Conozco la pasión del fútbol porque la he vivido como jugadora durante más de dos décadas y sé también analizar un juego con el criterio de un árbitro que tiene la obligación de mantener la cabeza fría para aplicar el reglamento y hacer respetar el juego limpio. Yo también he estado dentro de un campo de juego. Conozco la profundidad de la pasión y es por eso que escribo este artículo.
El fútbol es una filosofía de vida. Uno es el fútbol lo que en la vida misma. Me enfocaré en este texto en la semifinal y en la final de la Copa. Una actitud completamente antideportiva mostraron varios jugadores de la selección de Colombia que al recibir la medalla del tercer lugar se la quitaron bajando del podio. Es un irrespeto principalmente al deporte, segundo a los jugadores de la selección contraria y tercero a los espectadores.
En la vida como en el fútbol se pierde y se gana y cuando toca perder hay que tener la entereza para aceptar la derrota con dignidad y sobre todo por el fútbol que es la pasión. Viene la acción política de educar a las generaciones que vienen atrás, millones de niños viendo las transmisiones y ven a sus ídolos sacarse la medalla porque les parece poca cosa, ¿cuál es el mensaje? Tiene que haber responsabilidad para con la sociedad de parte de un jugador de fútbol profesional porque es figura pública le guste o no, y así como se beneficia de ello tiene la obligación moral de devolver y ser guía. Lo personal es político.
El objetivo principal de todo deporte es la diversión y la convivencia, el resultado no debería ser tan importante como la oportunidad de practicar el deporte más hermoso del mundo y unir a millones de personas en un solo latido. Estamos haciendo las cosas mal.
En la final vimos la conducta antideportiva de Messi, que le sacó al árbitro la segunda amarilla que hizo expulsar al defensa chileno. La primera expulsión de Chile fue una injusticia total. Messi que en ese instante utilizó su gala de mejor jugador del mundo hizo que pesara en la decisión del árbitro y además supo fingir muy bien la falta. No era falta y en todo caso no era para amarilla. La amarilla debió haber sido para él por fingir la falta.
La segunda vez el árbitro no pudo hacerse el desentendido y le tocó sacarle la amarilla de ley que está perfectamente estipulada en las enmiendas del reglamento. Fingir falta dentro del área puede ser amarilla y hasta roja directa. Tanto Messi como millones de televidentes lo vieron como injusticia. La actitud de Messi antideportiva y la actitud antideportiva de millones que padres de familia que con sus hijos al lado insultaban y culpaban al árbitro, pero no les pareció injusticia la expulsión del jugador chileno y la solaparon porque los benefició. ¿Doble moral? Uno es en la vida lo que en el fútbol. Culpando al árbitro encubrieron la falta de moral de Messi al fingir la falta, la mediocridad de arruinar al deporte más hermoso del mundo.
El mensaje que envían a la infancia es que culpado a otros de nuestros errores evadimos responsabilidad de las consecuencias. Sí que somos ruines… El fútbol es un catalizador de lo que somos como sociedad.
¿En dónde está el juego limpio y el respeto al balompié? ¿En dónde está la moral como persona y la responsabilidad política para con los millones de niños que lo ven como su ídolo? ¿Cuál es el mensaje? Que finjan faltas a ver si tienen suerte, tírense clavados para ver si les marcan penal a favor. Una conducta totalmente antideportiva. Messi como tantos otros deportistas se ha beneficiado de su calidad de ídolo, pues entonces que tenga los arrestos y que demuestre que el deporte se respeta defendiendo el espíritu del juego limpio en todas circunstancias.
Vamos la roja de Rojo y era directa. El reglamento lo estipula: juego brusco grave es roja directa. No hay vuelta de hoja, y los fanáticos se le fueron encima al árbitro junto con los jugadores argentinos. ¿En dónde está la entereza de aceptar que cada acción tiene su consecuencia? Uno es en el fútbol lo que en la vida. Claramente el arbitraje estuvo inclinado hacia la selección de Argentina, pero exigieron faltas tan claras de los jugadores argentinos que si el árbitro no las marcaba ahí sepultaba su carrera.
Si vemos una injusticia en el fútbol que nos beneficia y la solapamos, no pretendamos crear políticas de inclusión social. ¿Con qué moral? No pretendamos denunciar lo que en otra área de nuestra vida nos sucede como pueblo. Uno es el fútbol lo que en la vida misma. Un árbitro puede equivocarse, pero los juegos se ganan anotando goles no tirándose clavados ni culpando a otros de la mediocridad, de la impotencia, del irrespeto al juego limpio; de nosotros como televidentes y de ellos como jugadores. Todo va de la mano.
No se puede culpar a la pasión del momento del juego e insultar y llamar a la violencia. Descalificar al contrincante y al árbitro que con todo y todo es un ser humano y merece respeto. Se equivoca él como nos equivocamos nosotros todos los días. No cualquiera tiene los arrestos de pararse en el centro de un campo. Solo por eso debe ser respetado. Por culpar a la pasión suceden los feminicidios y la violencia de género que ninguna autoridad quiere ver como lo que es. Por culpar a la pasión se mata la gente en los juegos de final de temporada. No seamos mediocres, la pasión no tiene la culpa de nuestra incapacidad para aceptar un resultado.
Aceptemos y eduquémonos que ganar un juego se necesitan goles, así de simple. Que el otro equipo merece respeto. Que no se puede minimizar con arrogancia porque en el fútbol no hay equipo pequeño. Y que si nos toca perder, por el amor y el respeto que le profesamos al fútbol que es la pasión de pasiones, hay que aplaudir al equipo ganador. Eso es entereza, lo demás son babosadas.
Cabe decir también que como denuncia personal ayer que yo comentaba las decisiones arbitrales, muchos argentinos que en otros tiempos me idealizaron por escribir acerca de las políticas de inclusión del gobierno de Cristina; me acusaron de traidora y de derechista, me insultaron, me llamaron vendida por criticar las jugadas y el juego sucio. No me sorprendería que estos mismos votaran por Macri como “castigo” cuando Cristina escogió a Scioli por Randazzo (con toda la razón del mundo). Uno es el fútbol lo que en la vida misma.
Y pues bueno, en la vida una puede cambiar de novio, esposo, amante, de país y hasta de pasatiempo. Pero no puede cambiar de pasión y de selección. La selección de mis amores es Brasil y con ella gane o pierda. Pero Chile es una selección que ha crecido, que se ha esforzado y que cada jugador ha dejado en la cancha hasta la última gota de sudor, eso hay que saberlo reconocer y merece nuestro respeto y nuestra ovación. Argentina siempre ha sido grande, un potencia en el fútbol, con jugadores en los mejores equipos del mundo, eso revalida mucho más el triunfo de Chile. No seamos egoístas. Necesitamos humildad.
Felicidades al campeón, no hay nada más hermoso que disfrutar de la pasión de pasiones cuando los equipos que fueron minimizados por la crítica, salen a la cancha y tocan el cielo con las manos y nos hacen llorar de emoción a quienes comemos, respiramos y soñamos fútbol.
Cambiemos de actitud por el bien del deporte más hermoso del mundo y por el de la infancia.
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