¿Servirá el Congreso? y El Eclipse “Político”

  • ¿Servirá el Congreso?
  • El Eclipse “Político” 

Por Rafael Loret de Mola

Desde 1997, cuando también se votó por primera vez por el jefe de gobierno del entonces Distrito Federal con Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano como gran triunfador –desde entonces, el PRD no ha perdido la posición aunque, al parecer, está muy cerca de su salida-, el PRI dejó de tener la mayoría absoluta en el Congreso si bien todavía podría controlarlo sin mayor problema con la ayuda chantajista de nuevos institutos familiares con buena dosis de estipendios; el PAN, entonces, se negaba a recibir este tipo de prerrogativas económicas hasta que se dio cuenta de su “pobreza”.
Desde entones poco ha cambiado. Y, en cambio, se optó por dejar en el archivo la iniciativa de reforma política, en 2010, en la cual se contemplaba la realización de una segunda vuelta electoral en caso de que ninguno de los aspirantes alcanzara la mitad más uno de los sufragios. Si tal hubiera prosperado Andrés acaso, de no alcanzar el 50 por ciento de los sufragios emitidos –algunas encuestas señalan que sí lo hará y con un margen aplastante-, tendría que irse a una segunda vuelta para competir con la derecha –y parte de la izquierda- en su conjunto. Sería unos comicios más en serio y más apretados con buena dosis de “terrorismo” político. No sé si fuera tan favorable; lo sería, sí, de haber inaugurado ya la civilidad democrática, tan lejana y aún utópica. 
El caso es que sólo faltan -¡bendito sea Dios!-, ocho días de campaña y tres más para la jornada electoral. Setenta y dos horas para la reflexión cuando los electores ya están hartos de palabrerías y de una guerra sucia que no amaina, al contrario, con advertencias severas de que algunos miembros otrora invulnerable del establishment están dispuestos a llevar la contraria al hecho incontrovertible de que Andrés, voto sobre voto, es inalcanzable. Los debates, aunque no los ganó, le hicieron lo que el viento a Juárez. El rencor contra el peñismo, el PRI y la farsa panista tuvieron mucho más peso. 

Pues bien, en el futuro Congreso, cuya primera sesión solemne será el primero de diciembre, dos meses después de la jornada electoral y tres antes de la toma de posesión del flamante mandatario, los números hablan de que, ahora mismo, Morena podría contar con el 58 por ciento de las curules, entre 236 a 298 diputados, mientras el PAN y el PRI flotarían apenas arriba del 20 por ciento. Un verdadero derrumbe para los apoyadores del sistema. Y en el Senado las cosas no serían muy diferentes aunque en esta Cámara, Morena estaría apenas debajo de la mayoría absoluta con un 45%, y el PAN y el PRI se dividirían entre el 18 y el 22 por ciento cada uno.

De ello depende, y mucho, el destino de la próxima administración. Con niveles tan bajos es obvio que el PRI debería apostar por una refundación –como ocurrió bajo el mandato del general Cárdenas y luego del general Ávila Camacho: del PNR al PRM y luego al PRI-, que incluyera juicio y expulsión de los traidores y de cuantos ofendieron y marginaron el legado original de este partido, el de la justicia social. De hecho, las desviaciones comenzaron desde el momento mismo en que Calles fundó su “maximato”, luego de haber hecho lo mismo con el PNR y el Banco de México, y escupió sobre la democracia. 

Y así vamos, desde entonces.

La Anécdota

Tres años después de la usurpación salinista, casi como preámbulo de las llamadas elecciones intermedias, sobrevino un eclipse solar total con transmisiones televisivas que utilizaron la publicidad subliminal, no registrada con los ojos pero sí por el cerebro. Recuerdo las entrevistas callejeras entonces:

–¿Qué le parece –preguntó un avieso reportero-, ue tengamos este evento solar en nuestro país?

–La verdad –respondió un incauto, acaso contratado ex professo-, estamos muy agradecidos con el presidente Salinas porque habrá más turismo en México y todos nos beneficiaremos. 

El fenómeno se dio y, a los pocos días, el PRI ganó todas las diputaciones –salvo una- en el Distrito Federal, lo que impidió, entre otras cosas, que Marcelito Ebrard, discípulo del entonces regente Manuel Camacho Solís, no pudiera liderar a la bancada priista como se calculaba, por haberse situado en el primer lugar de la lista plurinominal: no entró ninguno por cuanto a la mayoría inesperada del Institucional. El sol, rey de natura, apagó las matemáticas imperfectas de la política.

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