Segundas Vueltas y Siete por Siete
- Segundas Vueltas.
- Siete por Siete.
Por Rafael Loret de Mola
No me importa que haya sido el PAN; de hecho, la iniciativa tiene el sello del calderonismo cuando fue rechazada por la partidocracia imbuida en el Legislativo junto a la mayor parte de los puntos sustantivos de una pretendida reforma electoral que acaso no convenía al priismo en cauce de recuperar la Presidencia. Las segundas vueltas electorales han sido el espejo más reluciente de cuantos reflejan el estatus y las verdaderas intenciones de una clase política putrefacta; también el PAN porque su cálculo es acertado: puede lucirse a sabiendas de que sus adversarios harán lo imposible por detener la propuesta.
La farsa camina pero no por eso debe dejarse a un lado el debate. Veamos lo que aseveran las dirigencias partidistas, en comunión con el presidencialismo asfixiante todavía a pesar de su evidente desprestigio:
1.- Para el PRI y sus corifeos la medida tiene dos aspectos negativos: dicen que no existe tiempo para elaborarlas –cuando entre los comicios presidenciales y la asunción del mandatario existe un insólito espacio de cinco meses y fracción-, ni dinero para costearlas. Eso sí, gastan una barbaridad en la cooptación de votantes quienes acceden a sufragar por el PRI, creyendo que los observan a cada segundo, a cambio de enseres domésticos o limosnas con las que se compran las conciencias.
2.- Para el PRD, y Morena también, el riesgo de las segundas vueltas electorales lo definió, hace años, el próspero Martí Batres con todo y sus tapetes caseros para tapar huecos del suelo: “si vamos a esta instancia la derecha suma y nos rebasa”. Una aseveración muy “democrática” que exhibe no sólo la corta visión de quienes integran a la izquierda sino su convencimiento de que, en cualquier caso, son más quienes los detestan. Por ello, claro, es mejor instalarse en la comodidad del treinta por ciento, suficiente para ganar aunque con ello se da cauce a las trampas como en el Estado de México. Pobre filosofía. Además, nunca calcularon que Andrés rebasara la mitad más uno entre los electores como definen la mayor parte de las encuestas.
3.- El PAN, por su parte, sabe de sobra que las hipótesis anteriores no prosperarán, a menos de que ocurra un movimiento popular sensible, pero la idea les sirve para pintarse de demócratas dada la facilidad con la que son capaces sus líderes de formar alianzas hasta con el mismo diablo si con ello pueden avanzar. ¡Persígnense las beatas de pueblo en forma de puritanas (os) que dicen amar a su país pero viven en Atlanta!
En fin, si de algo vale la voz de un ciudadano común, doy mi voto a favor de las segundas vueltas por una sencilla razón: es la única manera de recuperar el principio democrático fundamental, la voz de las mayorías, al forzar a elegir a quien reúna, cuando menos, la mitad más uno de los sufragios emitidos… aunque no se cuente a los abstencionistas. Con algo debemos empezar.
La Anécdota
En promedio, siete mujeres mueren en el país, cada día, como víctimas de la imparable violencia de género cuyas causas no quieren atacarse en serio; no todo es culpa de los hombres bárbaros y de este punto debe partirse para evitar el estruendo de los insultos, a veces de los primeros golpes, que terminan en tragedia. No es imposible que un cambio en los roles hogareños y profesionales generen los traumas psicológicos que llegan a los cauces del crimen.
Y un número similar son las gubernaturas a las que aspira la MORENA de Andrés, incluyendo a la Ciudad de México, no así las de Guanajuato y Yucatán dominadas por el PAN de cabo a rabo. Y si a ello agregamos las estimaciones p0ara el Congreso, regresará al Legislativo el viejo mayoriteo con una presencia del partido de López Obrador del 58 por ciento en la Cámara baja y del 45 por ciento en la alta.
Volvamos al número siete que, dicen, es mágico o sagrado de acuerdo a varias religiones que insisten, además, en que resume la espiritualidad con la sabiduría. En México, por lo visto, leímos mal y el contexto es contrario: el horror de las fobias combinado con la hipocresía de quienes blanden su esgrima electoral.