Nueva República y Tierras Perdidas
- Nueva República.
- Tierras Perdidas.
Por Rafael Loret de Mola / loretdemola.rafael@yahoo.com
¿Por qué querría Cataluña separarse de España? Quizá sea por no compaginar con una nación en donde la justicia está en pañales y es tendenciosa hasta por cuestiones de género; además, la jefatura de gobierno es engendro de corrupciones estrafalarias y hasta grotescas; y, finalmente, mantiene sobre los hombros de los súbditos una monarquía decadente, por no decir caduca, que le cuesta al Estado junto a la fría y rígida sonrisa de la reina plebeya que antes de ascender a las galanterías de la Corte proclamaba y saciaba su sed republicana en México.
Lo mismo sucede con los mexicanos nostálgicos del porfiriato algunos de los cuales acuden, con frenesí, a la tumba del dictador, en Mort-Parnasse, barda de por medio con algunos célebres tinglados parisinos, para rendirle pleitesía creyéndose así patriotas. Debo confesarles que, en una ocasión, por la obsesión de una mujer que ya no está, hice lo mismo acaso para curiosear, como reportero, más que para depositarle ofrendas que jamás hubieran salido de mi conciencia.
Me impresionaron los contrastes, por cierto. Junto a las tarjetas infamantes –que gritaban al denso espacio cerrado, había otras proclamando la devoción por “el caudillo” sin el menor conocimiento de la historia ni la necedad de perpetuarse del personaje cuando urgían cambios estructurales para evitar que nos devorara la ambición de los norteños vecinos a quienes tanto prohijó Díaz antes de pronunciar su sentencia sobre la cercanía con este territorio devastador. ¿Habrá conservadores, como los invitadores de Maximiliano, que prefieran la muerte de México antes del oprobio de ser gobernados por una tendencia liberal? Sí, por desgracia.
En Cataluña la fiesta ya empezó y culminará el primero de octubre cuando, en las urnas, quiéralo o no el gobierno español que ya perdió moralmente, definan su independencia y la proclamen dos días después según los planes de Carles Puigdemont i Casamajó, el presidente de la Generalitat. En principio, cuando Arturo Mass –el predecesor de Puigdemont-, se desbordaba, me parecía que la ruptura era un capricho regionalista sin un origen preciso; pero después se habló de fundar una República, desconociendo a los Borbones zánganos, y mi criterio cambió.
Es absurdo que el gobierno español proteste y pretenda imponer sus tribunales y sus reglas a una nación naciente que, por lógica, se ha separado de los estatutos primarios con los cuales se amarraban a España. Ya no podrá ser así porque el Parlamento de Cataluña está decidido a llevar a cabo la elección –sí o no-, con altas posibilidades de que gané la secesión, sobre todo por la larga secuela e insensibilidad que ha caracterizado a los funcionarios de la vieja Hispania, no dispuestos a perder los jugosos tributos de los catalanes.
Lo extraño es que todo se centra acerca del territorio español y no del francés, hacia donde se extiende Catalunya –como se escribe en la lengua de esta región ahora inquieta-, acaso por temor a una represalia más severa del gobierno de París; pero acaso no sea así con un presidente joven, Emmanuel Macron, quien puede entender la evolución y la modernización del mundo… a punta de segregaciones como las de la destazada Unión Soviética o la Yugoslavia de Tito, incluso la Irlanda del Norte sometida por la eterna Isabel II.
Proclamar la Independencia, de manera pacífica, es signo de los nuevos tiempos que anuncian el fin de los coloniajes, los parches históricos y las monarquías contrarias al desarrollo democrático de los pueblos.
La Anécdota
El gobierno mexicano atiza la hoguera y provoca. Ya estamos, dicen, como Venezuela en materia de instituciones inútiles. Ahora, en las entidades federales bajo el dominio de gobernadores falaces, ambiciosos e ignorantes, se proclaman leyes y decretos contrarios a la Carta Magna –en concreto al artículo 27 que defiende la propiedad colectiva-, para adjudicar tierras a los inversionistas privados pasando sobre el derecho de los antiguos ejidatarios.
Si esto no es provocar una revolución violenta, no podría clasificarla. Pareciera que el peñismo abona al estado fallido para ganar su blindaje después del 2018. ¡Muera el mal gobierno!