60 años de Pedro Páramo, su primera adaptación para el cine en 1967
Por Elizabeth Piña Hernández
Se cumplen 60 años de la aparición de una apasionante novela que cambió para siempre el rostro de la literatura latinoamericana, se trata de Pedro Páramo del escritor mexicano Juan Rulfo.
Es una obra en la que se combina lo sobrenatural con la realidad, lo cual hizo que algunos críticos clasificaran a este tipo de historias como Realismo mágico, corriente en la que también encasillaron a otro grande de las letras latinoamericanas: Gabriel García Márquez.
Juan Rulfo sin embargo no sólo dedicó su vida a las letras sino que además de su talento fue un excelente fotógrafo y un apasionado del cine, arte con el cual siempre mantuvo relación ya sea como asesor histórico en La escondida (Gavaldón, 1955) o como guionista en La fórmula secreta (Gámez, 1964).
Por eso dado el éxito nacional e internacional que consiguió la novela y la cercanía que el escritor guardaba con el séptimo arte la adaptación cinematográfica no se hizo esperar, en 1967 el director Carlos Velo con guión de Carlos Fuentes (quien para entonces ya figuraba como un célebre escritor), la fotografía de Gabriel Figueroa y un elenco estelar encabezado por Ignacio López Tarso, John Gavin y Pilar Pellicer dan luz a este proyecto. Sin embargo la crítica cinematográfica de ese entonces, y la contemporánea, la han tildado, entre otras cosas, de poco cinematográfica. Este aniversario de la novela es un buen pretexto para reflexionar ¿Cuáles son las dificultades a las que se enfrentaron el director, los actores y el guionista a la hora de llevar a cabo esta compleja obra literaria?
La novela es una obra fragmentaria en la que Juan Preciado viaja a Comala en busca de su padre Pedro Páramo; es fragmentaria porque es a través del testimonio de los habitantes de dicho pueblo que construye la imagen de su padre (quizá diríamos que tanto la novela como la película semejan en esto a Citizen Kane de Orson Welles, 1941) por tanto es una obra sobre la memoria colectiva, Velo realiza esto con flashbacks poco afortunados. Pero lo que hace distinta la novela de Rulfo de cualquier otra contemporánea o anterior a la suya es que Comala es un pueblo fantasma, habitado por espíritus que hablan y se proyectan desde sus tumbas, es aquí donde película y novela se distancian pues Rulfo maneja esta idea con cierto suspenso, mientras que en la película resulta evidente casi desde el principio.
Aunque hay aspectos que la convierten en una película interesante dentro de la industria cinematográfica mexicana, que ya se encontraba en decadencia desde los 50 y que en la década de los 60 se transformaba gracias a la influencia del cine independiente y en Pedro Páramo podemos notar aspectos como los paisajes desolados y los diálogos de alcances poéticos que remiten a la La fórmula secreta (Gámez, 1964) o cierta dilución espacio-temporal y una narrativa no lineal que recuerda a Fando y Lis (Jodorowsky, 1967). Sin embargo la esencia de la novela va más allá de esto y quizá quede más clara en el final de una novela con la que la propuesta de Rulfo tiene una deuda La amortajada de María Luisa Bombal: Había sufrido la muerte de los vivos. Ahora anhelaba la inmersión total, la segunda muerte: la muerte de los muertos; idea que no tiene nada que ver con el terror de raíz surrealista o expresionista, este fue el enigma que Carlos Velo no supo resolver.